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Etiquetas | España | Semana Santa

Los tres jueves…

Si no hubiera sido por la cultura cristiana, insertada dentro del humanismo grecolatino, nuestras vidas, no serían las mismas
Manuel Ibañez Ferriol
jueves, 17 de abril de 2014, 07:07 h (CET)
Hay un dicho en el rico y variado vocabulario castellano (español para los puristas), que dice: Hay tres Jueves en el año, que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. Esto ocurría (según algunos) en la “España oprimida”. Para la gente que nos gusta el orden, y no somos partidarios de las algaradas (vamos que somos los bichos raros), esos tres Jueves, tenían un gran significado.

De los tres Jueves, solo nos queda el Jueves Santo, el día de la Última Cena o Santa Cena, son denominaciones convencionales de un episodio evangélico, y un tema artístico muy representado en el arte cristiano. Fue la última ocasión en la que Jesús de Nazaret se reunió con sus discípulos (los doce apóstoles) para compartir el pan y el vino antes de su muerte. El cristianismo considera ese momento como el de la institución del sacramento de la eucaristía, y a esas "especies" como "el cuerpo y la sangre" de Cristo, aunque cada confesión cristiana difiere en su celebración litúrgica (misa cotidianamente y anualmente el oficio del Jueves Santo) y en su interpretación teológica (transubstanciación en el catolicismo). Entre los hechos que se incluyen en la narración de este episodio están el lavatorio (Cristo lavó los pies de los apóstoles) y dos profecías de Cristo, que se cumplieron en las horas inmediatas: la traición de Judas y la negación de Pedro. También se enuncia el denominado mandamiento del amor (amaos los unos a los otros como yo os he amado), y otras frases de Cristo de menos evidente interpretación, que dieron origen a la teoría política medieval de las dos espadas. La cena es considerada por la mayoría de los teóricos como un Séder o Cena de Pascua celebrada en la noche del Jueves Santo antes de la crucifixión el Viernes Santo. Esta creencia se basa en la cronología de los evangelios, pero la cronología del Evangelio de Juan indica que se celebró antes de Pascua (Juan 13:1, 18:28). Las referencias en el evangelio de Juan marcan el día de la preparación para la pascua (Juan 19:14, 31, y 42), se toman por muchos para indicar que la muerte de Cristo ocurrió en el tiempo de la matanza de los corderos de la Pascua (esta cronología posterior es la aceptada por la iglesia Ortodoxa). Sin embargo, aquellos que sitúan la última cena en la tarde del jueves, generalmente le atribuyen a Marcos 14:12 y Lucas 22:7 las únicas referencias explícitas en los evangelios a que en el momento de la crucifixión de Cristo se da la matanza de corderos, y se da lugar el Día de la Preparación en el Evangelio de Juan como una posible referencia al Viernes de pascua durante el cual se realizan las preparaciones para el descanso del Shabat.

Pero el día de Jueves Santo, no solo quedó instituido el sacramento de la Eucaristía, bajo las especies de pan y vino, sino que también se instituyó el sacramento Sacerdotal, al mismo tiempo que el propio Hijo de Dios, nos dio una gran lección de humildad, al lavar los pies a sus discípulos (costumbre muy arraigada entre los judíos, que solo realizaban los sirvientes de los grandes señores). El Gran Señor de la Historia y del Tiempo, Jesús, el Rey de Reyes, nos demostró que para ser grande, hay que hacerse pequeño y humilde, y con éste sencillo acto, nos demostró que hay que convertirse en sirviente, para agasajar a tus invitados.

En estos días, hemos visto, como en algunas ciudades españolas, la burla y la befa, de grupos reaccionarios, representaban con escarnio e intencionalidad, unos festejos procesionales, parecidos a los que celebraban los romanos, con elementos paganizantes, haciendo burla de todo en lo que creemos los cristianos. A mi me dieron pena. Y de inmediato, recé por ellos, para que Dios, en su infinita misericordia, no se lo tuviera en cuenta. Es duro comprobar como todavía quedan grupos irreverentes, que realizan éste tipo de acciones, para zaherir las creencias de todo un pueblo. La mayoría de ellos, son jóvenes universitarios. ¿Qué les enseñan en éstos centros? El odio a toda manifestación religiosa, es síntoma de que la sociedad se encuentra enfermiza. Si no hubiera sido por la cultura cristiana, insertada dentro del humanismo grecolatino, nuestras vidas, no serían las mismas. La labor de la Iglesia, en materia asistencial, cultural, educativa, musical o pictórica, nos ha servido para tener y conservar todo un legado espiritual, transmitido por los Apóstoles, en éstos días tan santos. Debemos seguir esta trayectoria vital, que nos hace ser hermanos, los unos de los otros, porque el Jueves Santo, es el Día del Amor Fraterno, el día en que se comparte el Pan y el Vino, el día en que la CARITAS, se hace presente, en cada uno de los corazones de millones de mujeres y hombres, que profesamos un mismo sentir y pensar.

Recordemos los tres Jueves de no hace muchos años, y participemos activamente en cada uno de los actos que se programan a lo largo y ancho de toda la Semana Santa, para llegar purificados a la noche de la Gran VIGILIA PASCUAL, dónde Cristo resucita en cada uno de nosotros.

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Desde este pequeño atril de papel digital y con el permiso de los lectores presento una columna que puede producir dudas, pero también certezas. Siempre escribo con ilusión, como hace décadas se escribía con un lápiz mordido ahora convertido en lápiz digital y que intenta subrayar los ojos de los dispositivos para reflexionar.

El 25 de abril escribí y publiqué un artículo sobre el fallecimiento del papa Francisco, otro tanto hice el 2 de Mayo sobre la preparación del cónclave para la elección del nuevo papa que se celebró el 7 de mayo, y concluyó con la elección de León XIV. Por lo tanto era obligado cerrar esta trilogía, con quien ahora le corresponde gobernar la Barca de Pedro.

El nuevo papa forma parte de la congregación de los agustinos, una orden muy antigua de la iglesia católica que se inspira en la filosofía y la ética de San Agustín de Hipona, un religioso africano, seguramente berebere y casi con seguridad portador de rasgos físicos muy diferentes de aquellos con los que lo ha inmortalizado con el curso del tiempo la institucionalidad de Roma.

 
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