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Ceremonial religioso

El ceremonial es una práctica religiosa que no vincula al hombre con Dios
Octavi Pereña
martes, 21 de enero de 2020, 08:25 h (CET)

Las religiones cuanto más alejadas de Dios, se caracterizan por una liturgia muy elaborada y barroca que ha perdido la frescura de una íntima relación con Dios: Edificios majestuosos como si en ellos hubiese espacio para que el Dios infinito le agradase habitar en ellos y una práctica religiosa de masas cuando la fe es una cuestión personal. El error que cometen estas religiones es hace creer a los fieles que les basta con la práctica externa de la religión, sin tener en cuenta que la verdadera religiosidad consiste en mantener una estrecha relación con el Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Jesús es el único camino que conduce a Dios “porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que puedan ser salvos” (Hechos 4: 12). Jesús no enseña en ningún momento la conversión en masa. Siempre se dirige a las personas, individualmente, a que se arrepientan de sus pecados y crean en Él ya que la sangre que derramó en la cruz del Gólgota es el único detergente “que nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).

¿Qué piensa Dios de las religiones de masas que únicamente les interesa la participación en las ceremonias, sin importarles cuál es la relación que los feligreses mantienen con Dios? El profeta Amós responde a la pregunta que hemos planteado: “Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas. Y si me ofrecierais vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales engordados. Quita de mí la multitud de tus cantares, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos. Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo” (Amós 5: 21-24). El profeta Isaías remacha el clavo cuando escribe: “Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” (Isaías 29: 13).

No. Al Dios de la Biblia no le complace la religiosidad vacía de contenido. El salmista enseña cuál es la religiosidad que le agrada a Dios. El salmo 51 es uno de los salmos conocidos como penitenciales. El rey David, su autor, gracias a la intervención del profeta Natán reconoce haber cometido el pecado de adulterio y, como pecador arrepentido se dirige al Señor con estas palabras: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos…Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Y no me eches de delante de ti, y no quites de mí tu Santo Espíritu” (vv, 4,9-11).

El judaísmo del Antiguo Testamento era una religión muy ceremonial. Se tenían que seguir unas normas muy estrictas para conseguir una purificación ceremonial, que no espiritual. El rey David deja a un lado los requisitos legales para conseguir el perdón de su pecado de adulterio y va directamente a la fuente del perdón que es Jesús. Al adulterio del monarca le acompañó, en un vano intento de esconder su pecado, el asesinato que ordenó se cometiese en el campo de batalla, al marido de la esposa ultrajada: “Límpiame de homicidios, oh Dios, de mi salvación, cantará mi lengua tu justicia” (v. 14).

En nuestros días el papa y la jerarquía católica, ante el escándalo de la pederastia clerical, envueltos en sus ropajes de solemnidad, se olvidan de pedir perdón a Dios a quien han ofendido en primer lugar y se limitan a pedir perdón a las víctimas y, con el propósito de disminuir la responsabilidad de la Iglesia sacan a relucir que otras personas han cometido el mismo pecado. Pero la sociedad va perdiendo confianza en una Institución que le dicta las nomas éticas que debe cumplir, siendo la primera en incumplirlas.

El rey David siguiendo las instrucciones que la Biblia da desde Génesis a Apocalipsis, que la verdadera religiosidad no consiste en ceremonial vacío de contenido, sino en un nacimiento espiritual, escribe: “Señor abre mis labios, y publicará mi lengua tu alabanza, porque no quieres sacrificio que yo lo daría, ni quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado, al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (vv. 15-17).

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