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Etiquetas | El crisitianismo originario

1.500 años ocultando la reencarnación

Cada vez más personas reflexionan sobre la posibilidad de haber vivido ya varias veces sobre la Tierra
Vida Universal
martes, 26 de noviembre de 2013, 10:17 h (CET)
Cada vez más personas reflexionan sobre la posibilidad de haber vivido ya varias veces sobre la Tierra. Entre el 30% y el 40% de todos nuestros contemporáneos están convencidos de ello. Este conocimiento ancestral de la humanidad, que se halla por toda la Tierra y en muchos círculos culturales, parece volver a despertar también en el occidente cristiano, donde ha sido reprimido desde hace 1500 años a raíz de un anatema eclesiástico. Para los grandes pensadores y escritores de la historia europea de las ideas –desde Platón a Kant, Goethe, Lessing y otros muchos- la reencarnación era algo natural.

Hoy día también el consumidor espiritual normal, para quien su Dios está cerca de la doctrina teológica, se pregunta si puede ser que sólo haya esta única vida, en la que tantas cosas le han salido mal; y si realmente puede ser que al final incluso aterrice “eternamente en el infierno”, porque no encontró a tiempo un confesionario. Pero si Dios es el amor, esto no puede ser.

Esto no significa que Dios deje que se burlen de El. El incumplimiento de los Mandamientos de Moisés o del Sermón de la Montaña de Jesús de Nazaret, no queda sin consecuencias y carga nuestra alma. De esta carga podemos liberarnos si cambiamos y purificamos o también mediante expiación. Esto último el ser humano lo experimenta con frecuencia en forma de necesidades o enfermedad.

Los Teólogos no dan una explicación y hablan de un “secreto de Dios”. Con ello dan a las personas que sufren, piedras en lugar de pan. El pensamiento de que la injusticia de una vida humana posiblemente desaparezca en una justicia superior de muchas vidas, ni siquiera lo permiten desde que en el concilio de Constantinopla “anatematizaron como doctrina falsa” la reencarnación, al igual que el convencimiento de que a nadie se le puede condenar eternamente.

Para más de una persona puede ser importante descubrir que el conocimiento acerca de la reencarnación también estaba difundido en el cristianismo de los orígenes y en los primeros siglos cristianos. Para muchos de los primeros doctores de la iglesia el renacimiento era parte integrante de su fe. Así está escrito por Clemente de Alejandría hacia el año 200 d.c.: “Pues el seguir un nacimiento a otro, quiere llevarnos a la inmortalidad en un avance paulatino”. San Jerónimo (355-425), el traductor y compilador de la Biblia actual, escribió: “La enseñanza del retorno fue anunciada al menos desde los primeros tiempos como una fe que ha sido transmitida pero que no se anunció públicamente”. También san Agustín intuyó la verdad de la reencarnación cuando en sus confesiones pide: “Dime, Dios si no he pasado ya por alguna vida, a la cual siguió el inicio de mi niñez”.

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La autoestima es necesaria, claro está, pero, aparte de lo anterior, cuando el ego está puntillosamente exacerbado surgen los conflictos, esos conflictos que nacen del inconsciente personal o colectivo, donde el ego hierve profundamente. Por todo ello, es importante comprender que, en la medida en que los seres humanos seamos algo más tolerantes y dialogantes, y nuestro talante cambie, la convivencia en la sociedad puede y debe mejorar.

El matrimonio, pilar natural de la familia y garantía de estabilidad social, en estos últimos tiempos se ve sustituido por relaciones inestables, rupturas y un creciente individualismo. Estos hechos están produciendo la caída de la natalidad, sin duda ligada a la falta de matrimonios estables, cosa que se está convirtiendo en un drama silencioso que amenaza el futuro de España y de gran parte del mundo occidental.


Una vez más, nos sorprenden alguna persona, tanto en los telediarios de cualquier signo, inclusive en los periódicos, donde personajes, también de cualquier signo, resoplando exabruptos que me dejan paralizado sin saber lo que hacer. O, echarlo a los tiburones y que se pelee con ellos o que, de cualquier manera, tirarlo a la cuneta del tren, eso sí, cuando esté parado en medio del campo.

 
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