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Baloncesto
Etiquetas | Real Madrid | Barcelona | Euroliga
La consistente mezcla de defensa (con Taylor, Deck y Tavares), sentido del juego de Campazzo y anotación de Randolph reafirma el poderío blanco en los clásicos, en una cita europea en donde los azulgranas quedaron huérfanos del aporte de Higgins y Davies y echaron en falta la ayuda del montenegrino en los momentos cruciales.

Un Real Madrid grupal desactiva el efecto Mirotic (86-76)

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No hay deporte más proclive a los vaivenes que el baloncesto. Tan pronto está un equipo avasallando al adversario como de repente se encuentra aferrándose a un salvavidas. De esta manera, cada uno a su estilo y sus armas, se definen los dos primeros cuartos del Real Madrid contra el Barcelona de Euroliga. Porque si la puesta en escena del Real Madrid resultó excelsa, la reacción del Barcelona puede calificarse como primorosa. De un parcial de 15-0 de los hombres de Laso a otro parcial de los azulgranas de 0-18 en el segundo acto. De poder a poder; de la inmejorable defensa y puntería del Real Madrid a un Barcelona más fajador y sustentado en sus secundarios y en el acierto desde el perímetro. Los clásicos nunca decepcionan, siempre ofrecen espectáculo e intriga en cuantiosas dosis.

El descanso tomó protagonismo después de 20 minutos eléctricos, de baloncesto auténtico. Lo que sucede cuando hay un clásico, y más si tiene un aire europeo y la cuota morbosa del regreso de Mirotic. El balcánico no tuvo tregua desde la grada, y alternó momentos de garra con otros episodios de cierto nerviosismo. Esto último coincidiendo con el Real Madrid más grupal, en su versión más Laso, con una defensa tan magnífica (mención para Taylor y Deck) como esa mezcla de velocidad y anotación en cascada. Con Campazzo al timón, los blancos mostraron su sentido colectivo de este deporte. Baloncesto de oro. El Barcelona era un juguete en sus manos. Incapaz de detener al Real Madrid o de encontrar algún antídoto. El primer cuarto fue un episodio brillante de los blancos: del 2-3 del comienzo se pasó a un 17-3 en apenas 6 minutos de juego. Las revoluciones se mantuvieron hasta alcanzar una renta suculenta, con buenos momentos de Mickey: 21 puntos (30-9) y con 46-3 de valoración grupal.

El Barcelona estaba noqueado. Y en situaciones así o acabas derrumbado o te aferrar a una esperanza, en este caso el acierto con sus triples: 8 al descanso. Estos puntos ayudaron a agarrarse al encuentro, con Delaney (9 puntos y buena dirección) y Tomic (11 puntos) como estandarte de un equipo donde los secundarios acudieron al rescate. Si a eso se suma una mayor seriedad en defensa (a peor era imposible ir) y un incomprensible desplome anotador del Real Madrid (con una segunda unidad sin ofrecer el mismo nivel) al precipitarse en varias acciones (16 puntos en el segundo cuarto), el encuentro se adentró en otros caminos. De un 37-17 se pasó a un 37-35 (parcial de 0-18). En otro suspiro. En otro episodio de buen baloncesto. Esta vez de color azulgrana. Se volvió a la casilla de salida. Nuevamente, con cuatro puntos seguidos de Mirotic (en un arrebato final tras superar la buena defensa de Randolph en el primer cuarto), el Barcelona tomaba el mando con la irrupción del descanso (48-59).

Mirotic, de más a menos
No estaba mostrándose fiable el Real Madrid en sus comienzos de encuentro en este curso. Le costaba arrancar. Lo hizo, ésta vez, en doble sesión. Porque, nuevamente, con la dupla robusta de Taylor y Deck (y también aportaron en ataque) se cerraron las puertas al Barcelona al tiempo que Campazzo agitó el balón hasta explotar en otra diferencia: 61-50. Apenas 3 minutos. El argentino es uno de los mejores bases del continente. El Barcelona recordaba el suplicio del primer acto. Y se aferró a otro salvavidas: Mirotic. El balcánico era el más motivado contra su antigua hinchada. Quería su revancha: pedía el balón, tiraba siempre y discutía con los árbitros. Quedaba claro que el recorrido del Barcelona estaba en sus manos (Higgins y Davies se mantenían a cero y con valoración negativa). El montenegrino cerró su tercer acto omnipresente con 19 puntos. Ya no volvió a aparecer, se desinfló. El Real Madrid, por entonces, contaba con un mayor repertorio colectivo. Cada uno, a su estilo, con sus armas, en un cuarto más táctico (parcial 23-14) y dejándose todo en el aire a los últimos 10 minutos (71-64).

Llegados a este momento de máximo vértigo, el baloncesto de buenos paladares desapareció súbitamente. Emergió un juego más táctico, de minimizar errores y de canastas esforzadas. Después de cinco minutos, más interrupciones y desaciertos; había tensión, el miedo a despeñarse. Y los árbitros también acapararon su cuota de protagonismo. Con este entramado, el Real Madrid encontró más vetas: del 71-64 al 78-68. El triple de Randolph (notable actuación la suya con 16 puntos) dibujaba esa renta psicológica. Porque el baloncesto también es muy mental, no sólo de vaivenes constantes. Y si hablamos de temas mentales, la fe del Real Madrid es inquebrantable; no tanto en Mirotic, desaparecido en el momento clave. Los hombres de Laso saben moverse con agilidad en situaciones críticas. El Barcelona está aprendiendo. Los blancos mantienen un tono competitivo digno de estudio y elogio. Sus aciertos defensivos (Tavares al frente con sus tapones antes de su expulsión) allanaron el camino hacia un desenlace victorioso. El clásico acabó en el bolsillo del Real Madrid. No hay cambio de ciclo. Real Madrid, exprimiendo su fuerza de equipo, también gana al Barcelona de Mirotic.

Un Real Madrid grupal desactiva el efecto Mirotic (86-76)

La consistente mezcla de defensa (con Taylor, Deck y Tavares), sentido del juego de Campazzo y anotación de Randolph reafirma el poderío blanco en los clásicos, en una cita europea en donde los azulgranas quedaron huérfanos del aporte de Higgins y Davies y echaron en falta la ayuda del montenegrino en los momentos cruciales.
Rafael Merino
jueves, 14 de noviembre de 2019, 22:59 h (CET)
No hay deporte más proclive a los vaivenes que el baloncesto. Tan pronto está un equipo avasallando al adversario como de repente se encuentra aferrándose a un salvavidas. De esta manera, cada uno a su estilo y sus armas, se definen los dos primeros cuartos del Real Madrid contra el Barcelona de Euroliga. Porque si la puesta en escena del Real Madrid resultó excelsa, la reacción del Barcelona puede calificarse como primorosa. De un parcial de 15-0 de los hombres de Laso a otro parcial de los azulgranas de 0-18 en el segundo acto. De poder a poder; de la inmejorable defensa y puntería del Real Madrid a un Barcelona más fajador y sustentado en sus secundarios y en el acierto desde el perímetro. Los clásicos nunca decepcionan, siempre ofrecen espectáculo e intriga en cuantiosas dosis.

El descanso tomó protagonismo después de 20 minutos eléctricos, de baloncesto auténtico. Lo que sucede cuando hay un clásico, y más si tiene un aire europeo y la cuota morbosa del regreso de Mirotic. El balcánico no tuvo tregua desde la grada, y alternó momentos de garra con otros episodios de cierto nerviosismo. Esto último coincidiendo con el Real Madrid más grupal, en su versión más Laso, con una defensa tan magnífica (mención para Taylor y Deck) como esa mezcla de velocidad y anotación en cascada. Con Campazzo al timón, los blancos mostraron su sentido colectivo de este deporte. Baloncesto de oro. El Barcelona era un juguete en sus manos. Incapaz de detener al Real Madrid o de encontrar algún antídoto. El primer cuarto fue un episodio brillante de los blancos: del 2-3 del comienzo se pasó a un 17-3 en apenas 6 minutos de juego. Las revoluciones se mantuvieron hasta alcanzar una renta suculenta, con buenos momentos de Mickey: 21 puntos (30-9) y con 46-3 de valoración grupal.

El Barcelona estaba noqueado. Y en situaciones así o acabas derrumbado o te aferrar a una esperanza, en este caso el acierto con sus triples: 8 al descanso. Estos puntos ayudaron a agarrarse al encuentro, con Delaney (9 puntos y buena dirección) y Tomic (11 puntos) como estandarte de un equipo donde los secundarios acudieron al rescate. Si a eso se suma una mayor seriedad en defensa (a peor era imposible ir) y un incomprensible desplome anotador del Real Madrid (con una segunda unidad sin ofrecer el mismo nivel) al precipitarse en varias acciones (16 puntos en el segundo cuarto), el encuentro se adentró en otros caminos. De un 37-17 se pasó a un 37-35 (parcial de 0-18). En otro suspiro. En otro episodio de buen baloncesto. Esta vez de color azulgrana. Se volvió a la casilla de salida. Nuevamente, con cuatro puntos seguidos de Mirotic (en un arrebato final tras superar la buena defensa de Randolph en el primer cuarto), el Barcelona tomaba el mando con la irrupción del descanso (48-59).

Mirotic, de más a menos
No estaba mostrándose fiable el Real Madrid en sus comienzos de encuentro en este curso. Le costaba arrancar. Lo hizo, ésta vez, en doble sesión. Porque, nuevamente, con la dupla robusta de Taylor y Deck (y también aportaron en ataque) se cerraron las puertas al Barcelona al tiempo que Campazzo agitó el balón hasta explotar en otra diferencia: 61-50. Apenas 3 minutos. El argentino es uno de los mejores bases del continente. El Barcelona recordaba el suplicio del primer acto. Y se aferró a otro salvavidas: Mirotic. El balcánico era el más motivado contra su antigua hinchada. Quería su revancha: pedía el balón, tiraba siempre y discutía con los árbitros. Quedaba claro que el recorrido del Barcelona estaba en sus manos (Higgins y Davies se mantenían a cero y con valoración negativa). El montenegrino cerró su tercer acto omnipresente con 19 puntos. Ya no volvió a aparecer, se desinfló. El Real Madrid, por entonces, contaba con un mayor repertorio colectivo. Cada uno, a su estilo, con sus armas, en un cuarto más táctico (parcial 23-14) y dejándose todo en el aire a los últimos 10 minutos (71-64).

Llegados a este momento de máximo vértigo, el baloncesto de buenos paladares desapareció súbitamente. Emergió un juego más táctico, de minimizar errores y de canastas esforzadas. Después de cinco minutos, más interrupciones y desaciertos; había tensión, el miedo a despeñarse. Y los árbitros también acapararon su cuota de protagonismo. Con este entramado, el Real Madrid encontró más vetas: del 71-64 al 78-68. El triple de Randolph (notable actuación la suya con 16 puntos) dibujaba esa renta psicológica. Porque el baloncesto también es muy mental, no sólo de vaivenes constantes. Y si hablamos de temas mentales, la fe del Real Madrid es inquebrantable; no tanto en Mirotic, desaparecido en el momento clave. Los hombres de Laso saben moverse con agilidad en situaciones críticas. El Barcelona está aprendiendo. Los blancos mantienen un tono competitivo digno de estudio y elogio. Sus aciertos defensivos (Tavares al frente con sus tapones antes de su expulsión) allanaron el camino hacia un desenlace victorioso. El clásico acabó en el bolsillo del Real Madrid. No hay cambio de ciclo. Real Madrid, exprimiendo su fuerza de equipo, también gana al Barcelona de Mirotic.

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