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Temblores en la costa mediterránea alteran la vida de los vecinos de Vinaroz

La flatulencia del gas se deja sentir aunque no huela

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Podemos estar tranquilos. El susto no durará más de unos pocos días. En cuanto cesen los temblores, los nervios y temores se disipan con rapidez y todos volvemos a la normalidad ajenos a los peligros e inconvenientes en los que hemos asentado nuestra sociedad de consumo.

No hace falta hablar nuevamente de la polución, la contaminación acústica o lumínica o el calentamiento global. Nuestra sociedad de consumo demanda de unas infraestructuras, mecanismos de transporte y almacenamiento de energía que nos obligan a convivir con ciertos peligros e incomodidades.

Todos queremos disponer y derrochar energía eléctrica a nuestro gusto, bañarnos en lugar de ducharnos, encender la calefacción central en cuanto sopla la primera brisa del invierno o coger el coche para visitar al vecino de enfrente.

Todo ello implica la necesidad de mantener y construir centrales nucleares, depósitos para almacenar petróleo, gas u otros combustibles, porque las energías renovables se muestran incapaces de atender una demanda cada vez mayor y fuera de cualquier control racional. Hemos convertido los lujos en necesidades.

Pero claro, la central nuclear, el depósito de gas, la refinería, el embalse, la planta de tratamiento de residuos o el almacén nuclear, en el pueblo vecino.

La Tierra suele ser paciente, generosa, pero de vez en cuando anuncia, advierte o parece quejarse levemente de los daños que los humanos le infringimos a diario, porque nuestra sucia y corrupta conciencia ecológica sólo aflora una vez al año.

Por cierto, les informo que existen cinco depósitos de gas en España: el yacimiento de Serrablo, situado entre las localidades de Jaca y Sabiñánigo (Huesca), el de Gaviota, situado frente a la costa de Bermeo (Vizcaya), Yela, ubicado en Brihuega (Guadalajara) que empezó a funcionar a finales de 2012, el de Marismas y el proyecto Castor, cuya actividad se ha interrumpido durante la fase previa a la explotación debido a los seísmos.

Ahora toca el gas, pero en otro tiempo futuro será otro problema. Así que de momento respiran tranquilas las centrales nucleares que siempre fueron foco de criticas ecologistas. Igual mañana serán las refinerías y los olvidados pantanos, pero aunque no es mi pretensión alarmarles, puede que tanto ustedes como yo pasemos cada día cerca de uno de estos peligros que nos atorgan vivir cómodamente.

La flatulencia del gas se deja sentir aunque no huela

Temblores en la costa mediterránea alteran la vida de los vecinos de Vinaroz
Jose Pérez Suria
domingo, 6 de octubre de 2013, 10:37 h (CET)
Podemos estar tranquilos. El susto no durará más de unos pocos días. En cuanto cesen los temblores, los nervios y temores se disipan con rapidez y todos volvemos a la normalidad ajenos a los peligros e inconvenientes en los que hemos asentado nuestra sociedad de consumo.

No hace falta hablar nuevamente de la polución, la contaminación acústica o lumínica o el calentamiento global. Nuestra sociedad de consumo demanda de unas infraestructuras, mecanismos de transporte y almacenamiento de energía que nos obligan a convivir con ciertos peligros e incomodidades.

Todos queremos disponer y derrochar energía eléctrica a nuestro gusto, bañarnos en lugar de ducharnos, encender la calefacción central en cuanto sopla la primera brisa del invierno o coger el coche para visitar al vecino de enfrente.

Todo ello implica la necesidad de mantener y construir centrales nucleares, depósitos para almacenar petróleo, gas u otros combustibles, porque las energías renovables se muestran incapaces de atender una demanda cada vez mayor y fuera de cualquier control racional. Hemos convertido los lujos en necesidades.

Pero claro, la central nuclear, el depósito de gas, la refinería, el embalse, la planta de tratamiento de residuos o el almacén nuclear, en el pueblo vecino.

La Tierra suele ser paciente, generosa, pero de vez en cuando anuncia, advierte o parece quejarse levemente de los daños que los humanos le infringimos a diario, porque nuestra sucia y corrupta conciencia ecológica sólo aflora una vez al año.

Por cierto, les informo que existen cinco depósitos de gas en España: el yacimiento de Serrablo, situado entre las localidades de Jaca y Sabiñánigo (Huesca), el de Gaviota, situado frente a la costa de Bermeo (Vizcaya), Yela, ubicado en Brihuega (Guadalajara) que empezó a funcionar a finales de 2012, el de Marismas y el proyecto Castor, cuya actividad se ha interrumpido durante la fase previa a la explotación debido a los seísmos.

Ahora toca el gas, pero en otro tiempo futuro será otro problema. Así que de momento respiran tranquilas las centrales nucleares que siempre fueron foco de criticas ecologistas. Igual mañana serán las refinerías y los olvidados pantanos, pero aunque no es mi pretensión alarmarles, puede que tanto ustedes como yo pasemos cada día cerca de uno de estos peligros que nos atorgan vivir cómodamente.

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