Creo que la nueva presidenta de Andalucía, Susana Díaz, debería oír varias veces la entrevista que el pasado viernes le hizo Pepa Bueno en la Cadena SER. Si los aduladores que todo político tiene a su alrededor no la convencen de lo contrario, llegará a la conclusión de que su intervención dejó mucho que desear.

De forma inexplicable, se negó a responder una y otra vez a la pregunta de sí Chaves y Griñán deberían dimitir de todos sus cargos en el hipotético caso de que finalmente resultaran imputados. Es más, cuando Pepa le preguntó de forma genérica si todo imputado debe abandonar su cargo, siguió con su torpe negativa a responder. Para el oyente, hasta resultó violento el enroque de la presidenta.

El sucedido radiofónico fue, cuanto menos, una grave equivocación. Y espero que se trate solo de eso. De todas formas, Díaz debería tener claro que el electorado espera otra cosa de una política joven, de una nueva generación, que en sus primeros discursos se había mostrado tajante al asegurar que tendría tolerancia cero con la corrupción.

Parece mentira que la presidenta haya podido cometer tamaño error. Debería ser consciente de que sus evasivas respuestas a una periodista no ayudan a que los ciudadanos vuelvan a recobrar la confianza en las instituciones y en quienes están al frente de las mismas.

Comprendo que para la señora Díaz debe ser duro responder a cuestiones que comprometen a quien le acaba de ceder el paso, pero en política, se está o no se está, y si se decide estar, hay que hacerlo con todas las consecuencias.

Sé que las actuaciones de la jueza Alaya son cuanto menos 'llamativas' y 'sorprendentes'. Y tal vez algo más, como sospecha el PSOE, buena parte de la opinión pública y la propia Fiscalía Anticorrupción, que no ha dudado en recurrir su último auto, pero también es cierto que el asunto de los EREs, como dicen en Andalucía, jiede (hiede) desde hace mucho tiempo. Y con semejante hedor, Susana Díaz, tarde o temprano, se verá obligada a romper con el pasado. Lo inteligente sería hacerlo cuanto antes, máxime en una coyuntura como la actual, en la que el PP está contra las cuerdas por las políticas antisociales de Rajoy, los sobres de Bárcenas, el achicharramiento político de Arenas y la falta de liderazgo de este partido en Andalucía. Lo malo es que inteligencia y política no siempre van de la mano. Esperemos que la nueva presidenta sepa rectificar. Está a tiempo. Ahora solo hace falta que sea capaz de liberarse cuanto antes de la hipotecas que la puedan acompañar.