Los triples blancos (16 en total) bien mezclados con el cansancio rival resultaron mortales para el Valencia. El Real Madrid resolvió instantáneamente, y antes del descanso, el primer acto del cruce de semifinales. Nada que objetar a un triunfo tan cómodo como convincente. Los 8 triples del arranque (cuatro de ellos con la marca de Randolph, la figura) desnivelaron el marcador y el cansancio (sólo dos días de descanso) de un desdibujado, y decepcionante, Valencia hizo el resto. Este sábado habrá un segundo asalto en Madrid. Y mucho deberá mejorar el Valencia, y no para ganar, sino para inquietar a un Real Madrid en plenitud mental, física y anotadora.
Avisados estaban en Valencia. El Real Madrid es el segundo mejor ataque del campeonato (media de 93 puntos por encuentro). No es sencillo detener un transatlántico de estas dimensiones ofensivas. Exige buena defensa y concentración. El Valencia no aportó ni lo primero ni lo segundo. En cuatro minutos y medio, el Real Madrid estaba disparado en el marcador: 20-5. Ya por entonces Randolph había sumado 3 triples y entre Taylor y Rudy había anotado canastas sencillas y cómodas. El Real Madrid estaba con su baloncesto de manual: defensa, veloces transiciones y efectividad máxima. Otro cóctel mortal.
El tiempo muerto del Valencia detuvo la sangría. Incluso se llegó a pensar en que el Valencia se reengancharía rápidamente al encuentro. Porque no sólo empezaron a anotar, con 13 puntos de seguido, sino que el Real Madrid se frenó en seco: cuatro puntos en otros tantos minutos. El cuarto se cerró con una ventaja mínima a tenor de cómo arrancó el duelo: 24-18. Un espejismo. La segunda unidad del Real Madrid ratificó el despegue blanco. En un santiamén, y con triples de Randolph y Llull (desde su casa más o menos) volvieron a la máxima diferencia: 36-21. Y entonces apareció Causeur. El francés parece que no está, pero es una amenaza constante. Sumó 11 puntos y otra renta inapelable: 41-23. El Valencia ya deambulaba. Su futuro estaba repleto de nubarrones.
El descanso tampoco aclaró el cielo del grupo de Ponsanau. Más bien sucedió lo contrario. Surgieron más nubarrones. El Real Madrid sacó el rodillo de las grandes ocasiones. Ya saben: defensa (5 puntos concedieron en casi 6 minutos) y ataque excelso como si no hubiera un mañana. Y no sólo eso. Sabían que gustaban y se gustaron. No sólo era ganar, sino enviarle un mensaje al Valencia de cara a posteriores encuentros. Randolph siguió a lo suyo, es decir maltratando la defensa contraria: otros 10 puntos a su casillero. Tavares en su guion habitual de cerrar espacios entorno al aro. Y encima llegó Carroll mientras Campazzo corría, asistía (6) y anotaba. En fin, la ciclogénesis explosiva del tercer cuarto del Real Madrid. El marcador volaba en puntos y en distancia: 72-38. El público se divertía. Gozaba de lo lindo.
Obvia decir el escaso interés que deparó el cuarto final. El Real Madrid tenía el triunfo en su bolsillo (74-46) y sólo fueron minutos para alguna que otra jugada de cierta brillantez (triples incluidos de Llull), administrar fuerzas y que el Valencia tratase de maquillar una derrota en números, porque en sensaciones era imposible. El Real Madrid había abrumado en el primer asalto de semifinales. Obra y gracia de los triples, del cansancio valencianista y del extraordinario encuentro de Randolph: 24 puntos y 30 de valoración.