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-Buenos días, ¿que tienen hoy de menú?
-De primero menestra absoluta PSOE-Ciudadanos, o Caldereta Popular con salsa verde Abascal.
-Menestra. Debo guardar la línea centrista.
-Muy bien, de segundo churrasco con reducción de Pablo Iglesias, cachopo con guarnición nacionalista o merluzada Casado.
-Me tira el cachopo pero no lo tengo claro.
-Tomo nota entonces de la bebida.
-Una copa de tinto.
-Tenemos Tonto. Es un Ribera del Duero con toques afrutados naranja. También tenemos un Pago de Sánchez.
-¿Reserva?
-Al menos en estado reservado.
-Ok. Y al final elijo el cachopo. ¿De postres?
-Puede elegir entre subida de impuestos con arándanos, flan de recortes o privatizaciones tres sabores. De fruta tenemos calabazas.
-Mmmmm, difícil elección...
-Da igual lo que pida, le sacaremos lo que quede.
Realmente, la función de la filosofía se desarrolla, como un saber crítico de segundo grado, que analiza los contenidos de las diversas ciencias. Es un saber que se interesa por toda la realidad y el presente. Ya en vida de su creador Gustavo Bueno, su materialismo demostró una potencia explicativa extraordinaria, superior a la de otras corrientes o sistemas filosóficos.
Hay cosas cómicas que hay que tomar muy en serio. Son gansadas que retratan nuestro mundo. Representan el ombliguismo que nos rodea. El término es magistral: define aquello que cree está en el centro del cuerpo (del universo), sin reparar que su función se volvió inútil hace ya tiempo.
Hace unos días recibí de la editorial Anagrama el libro de Roberto Saviano titulado Los valientes están solos. Libro apasionante que he comenzado a devorar por la forma directa de contar una historia de coraje e integridad que terminó con los restos del juez Falcone volando por los aires a consecuencia del atentado perpetrado por la Cosa Nostra, al mando de ese tipo con cara de paleto bobo, Salvatore Totò Riina.
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