Quién no ha tenido de pequeño un actor, una actriz, un futbolista, un escritor, una modelo, un escritor … como referente o ídolo, al cual ha intentado imitar o seguir su estilo.
Son mayormente personajes públicos, que crean escuela; en ocasiones sin motivo, otras veces con causa justificada. Hoy podemos citar a unos cuantos de carrerilla: Fernando Alonso, Ronaldinho, Banderas, Bisbal, Beckham, Almodóvar, Kate Moss, Belén Esteban …
Es por ello, que los medios de comunicación, tanto privados como públicos, especialmente estos últimos, adquieren en estos tiempos una importancia enorme a la hora de trasladar al gran público estos modelos que luego miles de jóvenes imitan.
Modelos de comportamiento y personajes que no siempre responden a gente admirable, precisamente.
Así pues, uno no puede sino culpar a programas de amplia audiencia – en todas las capas sociales – como son los de cotilleo: corazoneos, salsas rosas y demás programas banales de elevar a categoría de personajes relevantes, de modelos sociales a chusma ignorante, superficial cuyo mayor mérito es haberse casado con no sé quién o haberle puesto los cuernos a no sé cuál.
Y luego nos llevamos sorpresas cuando algunos de nuestros jóvenes le dan ya a la cocaína, o tienen problemas de anorexia o alcoholismo con 17 años.
Es muy fácil inhibirse de la responsabilidad o del código ético que todo medio de comunicación debe profesar. La diosa audiencia prima, ya saben.
Nada más lejos de mi intención hacer demagogia barata con estas cosas, pero es ciertamente lamentable que todas las sobremesas y tardes entre semana y las noches de viernes y sábados, en horario de máxima audiencia, varias cadenas nos pasen por los morros todas las miserias humanas y trapos sucios de los famosetes de nuestro circo social, con unos aires de periodismo, de investigación de ‘actualidad social’ que da para atrás.
Ver a esos reporterillos y reporterillas alcachofa en mano mendigando un comentario detrás de un coche o de alguien que pasa de ellos como de la m -insustanciales y carentes de interés la mayoría de las veces, por otro lado- es penoso.
En fin, es lo que hay y no nos queda sino denunciarlo y educar y fomentar en las posibilidades de cada cual los valores auténticos: el trabajo bien hecho, la humildad y la solidaridad, en lo que sea: el fútbol, la interpretación, la dirección, la moda, la escritura…
Y reservar al cotilleo y a los personajes insustanciales nuestro tiempo basura: ese cuarto de hora después de comer un viernes o unos minutos de visión intrascendente / banal para desconectar de algo o desocupar la mente, no más.
Dedicarle más tiempo, o ponerse en serio a ver estos programas indicaría una vida muy poco interesante y un preocupante gusto por lo chabacano y superficial.