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Políticos sin ética

Ética sin virtud es un cero a la izquierda
Octavi Pereña
martes, 11 de diciembre de 2018, 00:00 h (CET)

¿Es posible la buena política sin ética? Rotundamente no. La buena política está cimentada en los valores. Si estos no existen, la política se hunde como lo pone de relieve la situación actual.


<b>Jesús Parra Montero</b>, catedrático de filosofía hace esta reflexión: “Cuando uno ve a los líderes de los partidos, pavonearse rodeados de sus “cortesanos”, esos que añoran las migajas del poder que el líder reparte, me viene a la memoria ese refrán de que <i>los árboles no dejan ver el bosque</i>, el bosque es la realidad y los árboles aquellos cortesanos que, sin objetividad y crítica alguna, adulan y ocultan la verdad de los errores que comete. Se identifica como <i>síndrome de La Moncloa o del poder</i>. Lo más inteligente para un político de ética democrática es identificar los árboles que no le permiten ver el bosque (la realidad) y despedirlos: a él le iría mejor y a los ciudadanos, también”. <b>Jesús Parra</b> hace resaltar la importancia que tienen los consejeros para el gobernante. “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo, mas en la multitud de consejeros hay seguridad” (Proverbios 11: 14). “Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo, mas en la multitud de consejeros se afirman” (Proverbios 15:22).


Roboam, hijo de Salomón, cuando se sentó en el trono de Israel pidió consejo a los consejeros que había tenido su padre. No atendió al buen consejo que le dieron y que habría servido para la prosperidad del reino. Fue a buscarlo en sus compañeros de farra que le aconsejaron mal con el resultado que 10 de las 12 tribus se marcharon creándose el nuevo reino de Israel. Los consejeros son muy importantes, pero es esencial que los gobernantes tengan la sensibilidad de hacerse suyos los buenos consejos que hacen prosperar a la nación y rechazar los que llevan a su ruina. Los gobernantes son responsables de las decisiones que toman, sean acertadas o equivocadas. Han de ser sensibles a la buena ética. Aristóteles con muy buen criterio escribió: “No se enseña ética para saber lo que es la virtud, sino para ser virtuosos”. Existe una distancia abismal entre saber lo que es la virtud y ser virtuoso. Son muchos quienes se deleitan leyendo los sabios consejos que dan los filósofos clásicos y modernos: ¿Dónde está la virtud?


Alguien ha escrito: “Vivimos en una época de disciplina, cultura y civilización, pero no en una época de moralidad. El estado actual de las cosas, se puede decir que aumenta la felicidad de las personas, pero también su infelicidad. ¿Cómo puede ser feliz la gente, si no está educad para alcanzar una moral elevada? Su sabiduría no aumenta”.


La moral elevada, la virtud de los clásicos, no se consigue por medio de la razón sino por la fe en el Dios único y verdadero y en su Hijo Jesús, que no es de fabricación humana sino regalo de Dios. Toni Batllori en una viñeta en donde un periodista micrófono en mano pregunta a un candidato a la presidencia: “¿Todo se vale, Sr. Candidato?” el candidato anónimo responde: “Por ejemplo: la verdad, la coherencia y la honestidad no valen. Solamente vale lo que sirve para ganar votos”. Esa es la política con la que muchos políticos pretenden gobernar. Como España carece de buenos líderes. la política se encuentra en el estado lastimoso n que se halla. Nuestros políticos carecen de buena ética, ¿dónde encontrarla para hacer grande a la Nación?


El cimiento de la ética se encuentra en Dios que a lo largo de los siglos se ha dado a conocer por medio de los profetas y en el cumplimiento del tiempo en la persona de Jesús que una vez resucitado y antes de ascender a los cielos dejó a sus seguidores el encargo de ir a “todos los pueblos enseñándoles a guardar todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28: 19,20). El hecho de que la banalización de la política esté tan generalizada es síntoma de que nos encontramos en la época pos cristiana. En eso es responsable la Iglesia en su diversidad confesional que en vez de predicar el Evangelio anuncia otro evangelio que nada tiene que ver con el auténtico. El Evangelio es las buenas noticias de salvación para todos aquellos que, conscientes o no, son como ovejas que no tienen pastor andando por este mundo convertido en desierto inhóspito, asediados por bestias feroces que lentamente van acabando con nosotros. Si el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo no es íntegramente anunciado no debe extrañarnos que debido a esa adulteración la virtud desaparezca de la ciudadanía y que la política sea un escándalo. En líneas generales la Iglesia “rehúye anunciar todo el consejo de Dios” (Hechos 20: 27). Por falta de conocimiento de “todo el consejo de Dios” el incivismo creciente y la pésima política tan generalizada de nuestro tiempo sea la consecuencia.


En estos tiempos de tanta violencia ciudadana y confusión política la Iglesia debería hacerse suya la exhortación del apóstol Pablo: “Porque todo aquel que invoque el Nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo pues invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10: 13-15). Una Iglesia temerosa de Dios alejada de connivencias políticas es lo que la política necesita para su regeneración.

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