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¿Somos Omnipotentes o simplemente Egocéntricos?

Somos: “El Centro del Mundo”

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Hay algo que les ocurre a todos los seres vivos, su existencia, su subsistencia, su continuación, su reproducción.

Sabemos con certeza que bacterias, insectos, peces, reptiles, pájaros, mamíferos, monos, hombres, viven y están preparados para sobrevivir, para repetirse, para seguir.


Lo más curioso de esto que todos sabemos que es cierto, es que nadie sabemos– ni “POR QUÉ” - ni–“PARA QUÉ”-, todos esos seres han, hemos, nacido, vivimos, sobrevivimos, nos repetimos y seguimos.


Simplemente lo vemos normal, desde nuestro estar aquí.


Las preguntas:-“¿Qué hacemos en este mundo?”- o –“¿En esta vida?”- Quizás no sean las acertadas, pues ambas surgen desde nuestro inevitable e individual egocentrismo, basado en esa idea, de que cada uno, cada hombre al menos, nos creemos: “el centro del mundo”.

Tanto Él, como Tu, como Yo, que veo al mundo y también al universo, desde mi.

Y aunque seguramente todo esto podría ser extensible a todos los seres, centrándonos en los hombres, insisto: “Porque soy el centro del mundo”. YO, y como Yo, TODOS.


Si vamos por la calle y miramos, hemos de saber que cada persona que vemos, está allí o pasa, es –“su centro del mundo”-.

Todas, todas y cada una.


Como Psicólogo lo he dicho siempre y lo sostengo: -“Nadie ve el mundo, ni nada, desde un punto de vista objetivo”-. Cada cual ve SU mundo, desde Él. Cuando estoy atendiendo a alguien suelo aclararle: “Mire trato de ver su problema “objetivamente” desde mi propia “subjetividad”.

Decimos también: “El perceptor condiciona al percepto”. Y creo que es bueno que sepamos que es así.


No se cierto si esto mismo les ocurrirá a algunos animales. Quizás no, porque según “nosotros”:

“Los hombres somos los únicos que sabemos o creemos o pensamos”-.


Da igual. Es lo mismo. Estamos y somos.


Somos hasta tal punto que en nuestra omnipotencia, nos hemos llamado:

-“Homo sapiens sapiens”-, que traducido a lenguaje de calle se diría, somos el

-“hombre que sabe que sabe”-.


Pregunto por -“nuestra omnipotencia”- porque ya, cuando escribí hace tiempo en estas mismas páginas -“Creer”-, sostuve que: -“Que el hombre sea obra de Dios es probable, pero que Dios es obra del hombre es seguro”-.


O sea, que nosotros, los hombres, hemos creado, nada menos, que a Dios.


No cabe mayor “Omnipotencia”.


Si, sin lugar a dudas, con toda seguridad, exista o no exista Dios.


Hemos creado y lo seguimos creando cada día, continuamente, a ese Dios al que decimos conocer, del que hablamos y escribimos, al que amamos, por el que luchamos, por el que llegamos a ofrecer la vida.

Lo hemos creado nosotros, los hombres, los mortales, los “sapiens sapiens”:

-“a nuestra imagen y semejanza”-.


Se ha de tener claro que esa “imagen y semejanza” es, como ocurre siempre en la vida, cambiante, a lo largo del tiempo.


Creamos a los Dioses romanos, variados y que representaban los poderes humanos de cada momento: Marte, el Dios de la guerra, Venus la Diosa del amor, la belleza y la fecundidad, Eolo el Dios del viento, Cupido el del amor y… varios más.

Y en semejanza a como los humanos vivían, también se creó al Dios máximo, el Dios de Dioses, Júpiter. Mucho más que el “Cesar de Roma”.

Se puede ver enseguida, cuando nos referimos a un Dios único, que lo vamos adornando con las cualidades “humanas” a las que aspiramos. Decimos de Él que es: “Omnipotente” (todo poderoso); “Señor de los Ejércitos”, “Omnisciente” (que todo lo sabe),“Justo, Amor, Eterno…”.


Para que no se discuta sostenemos que somos obra de Él y que nos ha hecho a “Su imagen y semejanza”.

-“Se acabó la discusión”-.


Aun inventamos otra cosa para impedir la discusión de forma total: la -“Fe”-. Por Fe se puede entender creer en lo que no se ve o no se conoce.

Además para que no haya vuelta de hoja sostenemos, al menos los cristianos, que la Fe es un don gratuito de Dios, que da a quien Él quiere. No al que lo merezca, ni al que lo consiga, ni al que se lo pida, sino a quien Él quiere.


-“!S’ACABÓ!”-.

Todo esto es bastante lógico, porque no hay otros patrones de comparación que nuestra propia vida. La del “homo sapiens” que, antes aun no creía que, pudiera llamarse “sapiens”, también de apellido.

Siempre ha sido así.


De los Cristianos, Jesús encarnó al Mesías Judío y su historia, su figura, tienen una gran influencia de Egipto. Los judíos vivieron en Egipto unos 430 años (s/Éxodo 12:40), que supone muchas generaciones, más de 13. Pensamos que padres, hijos, nietos, biznietos, tataranietos y no tenemos nombres para más, son sólo cinco y si el último tataranieto lo volvemos a considerar padre, hacemos diez y aun nos quedan otras tres.

La historia del cristianismo está inundada de Egipto que, antes que Roma, creó dioses semejantes a los hombres.

Así:Amenhotep III, faraón del Imperio Nuevo, Dinastia XVIII, se proclamó nacido del Dios Amón y su madre a la que Amón fecundó simplemente tocándola.

Horus fue concebido por la Virgen Isis, fecundada por Osiris, que resucitó de entre los muertos gracias a ella.

Isis, Osiris y Horus fueron la Trinidad clásica.

La Virgen María con el niño Jesús en brazos es como la Virgen Isis con el niño Horus en brazos.

La Anj, la llave de la vida que los egipcios llevaban al cuello, es como una cruz, con asa.

Nuestra omnipotencia es curiosa, supongo que también lo será la del mundo Oriental, pero solo hablamos de lo más próximo, de lo que conocemos, pero así y todo, creo que también, desde este enfoque, en Oriente está nuestra omnipotencia o, mejor dicho, la de ellos.

Al final de todo podemos reflexionar y pensar:

“¿Somos tan omnipotentes que hemos creado a Dios?”

O bien Dios, ya existía, nos ha creado -“a su imagen y semejanza”- y nos ha inspirado para que creamos en Él, aunque sea haciendo que lo creemos nosotros.

Quizás nuestra solución vuelva a estar en pensar y repetir aquello que dijo Platón (400 años antes de nuestra era):

“Yo sólo se que no se nada”.

Y seguir, viviendo en nuestra duda, “a Dios gracias”.



Somos: “El Centro del Mundo”

¿Somos Omnipotentes o simplemente Egocéntricos?
Jaime Fúster Pérez
sábado, 1 de diciembre de 2018, 05:58 h (CET)

Hay algo que les ocurre a todos los seres vivos, su existencia, su subsistencia, su continuación, su reproducción.

Sabemos con certeza que bacterias, insectos, peces, reptiles, pájaros, mamíferos, monos, hombres, viven y están preparados para sobrevivir, para repetirse, para seguir.


Lo más curioso de esto que todos sabemos que es cierto, es que nadie sabemos– ni “POR QUÉ” - ni–“PARA QUÉ”-, todos esos seres han, hemos, nacido, vivimos, sobrevivimos, nos repetimos y seguimos.


Simplemente lo vemos normal, desde nuestro estar aquí.


Las preguntas:-“¿Qué hacemos en este mundo?”- o –“¿En esta vida?”- Quizás no sean las acertadas, pues ambas surgen desde nuestro inevitable e individual egocentrismo, basado en esa idea, de que cada uno, cada hombre al menos, nos creemos: “el centro del mundo”.

Tanto Él, como Tu, como Yo, que veo al mundo y también al universo, desde mi.

Y aunque seguramente todo esto podría ser extensible a todos los seres, centrándonos en los hombres, insisto: “Porque soy el centro del mundo”. YO, y como Yo, TODOS.


Si vamos por la calle y miramos, hemos de saber que cada persona que vemos, está allí o pasa, es –“su centro del mundo”-.

Todas, todas y cada una.


Como Psicólogo lo he dicho siempre y lo sostengo: -“Nadie ve el mundo, ni nada, desde un punto de vista objetivo”-. Cada cual ve SU mundo, desde Él. Cuando estoy atendiendo a alguien suelo aclararle: “Mire trato de ver su problema “objetivamente” desde mi propia “subjetividad”.

Decimos también: “El perceptor condiciona al percepto”. Y creo que es bueno que sepamos que es así.


No se cierto si esto mismo les ocurrirá a algunos animales. Quizás no, porque según “nosotros”:

“Los hombres somos los únicos que sabemos o creemos o pensamos”-.


Da igual. Es lo mismo. Estamos y somos.


Somos hasta tal punto que en nuestra omnipotencia, nos hemos llamado:

-“Homo sapiens sapiens”-, que traducido a lenguaje de calle se diría, somos el

-“hombre que sabe que sabe”-.


Pregunto por -“nuestra omnipotencia”- porque ya, cuando escribí hace tiempo en estas mismas páginas -“Creer”-, sostuve que: -“Que el hombre sea obra de Dios es probable, pero que Dios es obra del hombre es seguro”-.


O sea, que nosotros, los hombres, hemos creado, nada menos, que a Dios.


No cabe mayor “Omnipotencia”.


Si, sin lugar a dudas, con toda seguridad, exista o no exista Dios.


Hemos creado y lo seguimos creando cada día, continuamente, a ese Dios al que decimos conocer, del que hablamos y escribimos, al que amamos, por el que luchamos, por el que llegamos a ofrecer la vida.

Lo hemos creado nosotros, los hombres, los mortales, los “sapiens sapiens”:

-“a nuestra imagen y semejanza”-.


Se ha de tener claro que esa “imagen y semejanza” es, como ocurre siempre en la vida, cambiante, a lo largo del tiempo.


Creamos a los Dioses romanos, variados y que representaban los poderes humanos de cada momento: Marte, el Dios de la guerra, Venus la Diosa del amor, la belleza y la fecundidad, Eolo el Dios del viento, Cupido el del amor y… varios más.

Y en semejanza a como los humanos vivían, también se creó al Dios máximo, el Dios de Dioses, Júpiter. Mucho más que el “Cesar de Roma”.

Se puede ver enseguida, cuando nos referimos a un Dios único, que lo vamos adornando con las cualidades “humanas” a las que aspiramos. Decimos de Él que es: “Omnipotente” (todo poderoso); “Señor de los Ejércitos”, “Omnisciente” (que todo lo sabe),“Justo, Amor, Eterno…”.


Para que no se discuta sostenemos que somos obra de Él y que nos ha hecho a “Su imagen y semejanza”.

-“Se acabó la discusión”-.


Aun inventamos otra cosa para impedir la discusión de forma total: la -“Fe”-. Por Fe se puede entender creer en lo que no se ve o no se conoce.

Además para que no haya vuelta de hoja sostenemos, al menos los cristianos, que la Fe es un don gratuito de Dios, que da a quien Él quiere. No al que lo merezca, ni al que lo consiga, ni al que se lo pida, sino a quien Él quiere.


-“!S’ACABÓ!”-.

Todo esto es bastante lógico, porque no hay otros patrones de comparación que nuestra propia vida. La del “homo sapiens” que, antes aun no creía que, pudiera llamarse “sapiens”, también de apellido.

Siempre ha sido así.


De los Cristianos, Jesús encarnó al Mesías Judío y su historia, su figura, tienen una gran influencia de Egipto. Los judíos vivieron en Egipto unos 430 años (s/Éxodo 12:40), que supone muchas generaciones, más de 13. Pensamos que padres, hijos, nietos, biznietos, tataranietos y no tenemos nombres para más, son sólo cinco y si el último tataranieto lo volvemos a considerar padre, hacemos diez y aun nos quedan otras tres.

La historia del cristianismo está inundada de Egipto que, antes que Roma, creó dioses semejantes a los hombres.

Así:Amenhotep III, faraón del Imperio Nuevo, Dinastia XVIII, se proclamó nacido del Dios Amón y su madre a la que Amón fecundó simplemente tocándola.

Horus fue concebido por la Virgen Isis, fecundada por Osiris, que resucitó de entre los muertos gracias a ella.

Isis, Osiris y Horus fueron la Trinidad clásica.

La Virgen María con el niño Jesús en brazos es como la Virgen Isis con el niño Horus en brazos.

La Anj, la llave de la vida que los egipcios llevaban al cuello, es como una cruz, con asa.

Nuestra omnipotencia es curiosa, supongo que también lo será la del mundo Oriental, pero solo hablamos de lo más próximo, de lo que conocemos, pero así y todo, creo que también, desde este enfoque, en Oriente está nuestra omnipotencia o, mejor dicho, la de ellos.

Al final de todo podemos reflexionar y pensar:

“¿Somos tan omnipotentes que hemos creado a Dios?”

O bien Dios, ya existía, nos ha creado -“a su imagen y semejanza”- y nos ha inspirado para que creamos en Él, aunque sea haciendo que lo creemos nosotros.

Quizás nuestra solución vuelva a estar en pensar y repetir aquello que dijo Platón (400 años antes de nuestra era):

“Yo sólo se que no se nada”.

Y seguir, viviendo en nuestra duda, “a Dios gracias”.



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