Como puños caen gotas de colores en Peñas Royas de Montalbán. Y los chopos se divierten jugando con ellas al ping-pong. Por cierto, ¡hay que ver lo malos que son! De palas y gotas despanzurradas está el suelo lleno. El sol chapotea en ellas feliz como un niño con botas amarillas de charol, ¡ay! Qué no daría yo por quedarme a vivir aquí, pero nos tenemos que ir a Obón por el río Martín.

Y cruzamos el pueblo, pero éste está amodorrado, taciturno, solo cuatro gatos nos vienen a despedir. Subimos al mirador y nos bebemos por los ojos el paisaje que desde allí se puede ver: el travieso otoño, de las suyas ha vuelto a hacer ¡hay que ver! Bajamos al río pero, el espectáculo es desolador, la riada acabó con el sendero: las pasarelas se las llevó, las grapas sumergidas bajo el agua, enormes troncos, ramas, ciclópeas rocas…, obstaculizan la GR 262. Es imposible seguir, nos vemos obligados a regresar y nos quedamos en el bar (la antigua escuela), de Peñas Royas a comer.

El anciano camarero, preocupado, nos dice: “ojalá pronto lo arreglen, porque del turismo rural es de lo único que vivimos en el pueblo.” Y yo le digo:”No se preocupe, amigo, haré todo lo que esté en mi mano.”