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Hay colectivos que van a terminar comiéndose las patas, como los pulpos.

Ataque al museo

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En medio del aluvión de ideas soporíferas y preocupantes que emanan de los informativos, hay veces que despierta nuestra atención algo que se acaba de oír.


En este caso se trataba de una manifestación que se estaba celebrando en Madrid en la puerta de un Museo. No se trataba del Museo del Prado, ni del Ejército, ni del reina Sofía o el Thyssen. La manifestación era ante el ¡Museo del jamón! Al grito “no es jamón, es cerdo muerto” un grupo de animalistas esgrimió pancartas el pasado día 9 pidiendo la “amnistía” para los cerdos (con perdón).


Supongo que para evitar la muerte del gorrino –salvando el jamón- se le practicará una operación indolora para quitarle el pernil y sustituirlo por una prótesis de vanadio que le permita seguir caminando con gracia y donosura propias de su estado, sexo y condición.


¿Qué va a ser lo siguiente? Prohibir despojar las cepas de sus uvas, los naranjos de sus frutos y dejar los boquerones y las gambas para ser vistas en los acuarios. Porque los animalistas también son vegetarianos, ovo-lacto-vegetarianos; ¡qué digo! veganos. ¡No por favor! Habrá de nuevo manifestaciones porque los árboles sufren, los campos lloran al segar las mieses, mamá atuna llora cuando le quitan sus hijos los malditos pescadores y la naturaleza se queja porque nos la comemos.


Les queda la antropofagia propia. Como decía al principio: “comerse las patas como los pulpos” Cosas veredes.

Mi buena noticia de hoy. Ayer me machaqué un plato de los montes. Para ser detenido por los manifestantes. Huevo, chorizo, lomo, pimientos y patatas. Hoy se está celebrando el duelo en las dehesas, los campos de hortalizas y los gallineros de aquellos que se sienten concienciados para amargarnos la vida a poco que nos despistemos. Descansen en paz los alimentos recibidos. Han pasado a mejor vida. 

Ataque al museo

Hay colectivos que van a terminar comiéndose las patas, como los pulpos.
Manuel Montes Cleries
domingo, 11 de noviembre de 2018, 13:18 h (CET)

En medio del aluvión de ideas soporíferas y preocupantes que emanan de los informativos, hay veces que despierta nuestra atención algo que se acaba de oír.


En este caso se trataba de una manifestación que se estaba celebrando en Madrid en la puerta de un Museo. No se trataba del Museo del Prado, ni del Ejército, ni del reina Sofía o el Thyssen. La manifestación era ante el ¡Museo del jamón! Al grito “no es jamón, es cerdo muerto” un grupo de animalistas esgrimió pancartas el pasado día 9 pidiendo la “amnistía” para los cerdos (con perdón).


Supongo que para evitar la muerte del gorrino –salvando el jamón- se le practicará una operación indolora para quitarle el pernil y sustituirlo por una prótesis de vanadio que le permita seguir caminando con gracia y donosura propias de su estado, sexo y condición.


¿Qué va a ser lo siguiente? Prohibir despojar las cepas de sus uvas, los naranjos de sus frutos y dejar los boquerones y las gambas para ser vistas en los acuarios. Porque los animalistas también son vegetarianos, ovo-lacto-vegetarianos; ¡qué digo! veganos. ¡No por favor! Habrá de nuevo manifestaciones porque los árboles sufren, los campos lloran al segar las mieses, mamá atuna llora cuando le quitan sus hijos los malditos pescadores y la naturaleza se queja porque nos la comemos.


Les queda la antropofagia propia. Como decía al principio: “comerse las patas como los pulpos” Cosas veredes.

Mi buena noticia de hoy. Ayer me machaqué un plato de los montes. Para ser detenido por los manifestantes. Huevo, chorizo, lomo, pimientos y patatas. Hoy se está celebrando el duelo en las dehesas, los campos de hortalizas y los gallineros de aquellos que se sienten concienciados para amargarnos la vida a poco que nos despistemos. Descansen en paz los alimentos recibidos. Han pasado a mejor vida. 

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