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La palabra pecado se asocia a la raíz indoeuropea “ped” (pie), y más próximamente del latín “pecco” (contracción de pedico) “tropezar” y de ahí “cometer una falta”. Para el cristiano, pecado es la transgresión voluntaria y con conocimiento de un precepto moral o religioso.
En Teología moral se lo considera «un acto malo, o la omisión culpable de un acto bueno obligatorio». En griego, pecado se decía hamartia: “fallo de la meta, no dar en el blanco.” El pecado original, es la consecuencia de la caída del hombre, originado por la rebeldía de Adán y Eva. Las corrientes renovadoras dentro del judaísmo interpretan la caída como el primer acto de libre albedrío del hombre, y lo consideran como parte del plan divino, puesto que la falta representaría la admisión de la responsabilidad; en otras palabras, el mito de la caída sería una elaborada alegoría del pasaje a la adultez y la autonomía. La paga del pecado es la muerte.
Teniendo en cuenta que hay más de una muerte y que, tras el delito del rey David, Dios le llama:”Varón conforme a mi corazón”, la diferencia entre David y Judas reside en la forma de actuar de los dos: David acepta la responsabilidad; sin embargo Judas se quita la vida.
Solo este detalle corroboraría la tesis de las corrientes judías pero abre otros debates, y son:” ¿el suicidio, en cualquiera de sus formas, es una manera de evadir la responsabilidad? ¿Es una huida? ¿Es una opción para no aceptar lo que la vida, o uno mismo se cocinó? ¿Es una cobardía?”
Existe la presencia de un nuevo mundo en nuestra Patria Nicaragua, extensivo a todos los países del mundo como mejor les convenga y competa. No hay nada mejor y bonito que vivir en paz, y tranquilidad, sin odios, pues entre todos se puede evitar una hecatombe, hay que observar la realidad que nos merodea, que no es justo estar buscando descontentos, no se logra nada con ello.
El atrevimiento consiste en cierta medida en asumir riesgos, ello es fundamental para nuestra existencia, y también lo es su justa ponderación en nuestras decisiones. En la industria financiera, particularmente en la evaluación de riesgos, existe una máxima: “A mayor riesgo, mayor rentabilidad esperada”.
En la compleja danza entre poder y libertad, el anhelo de control ha sido un motor perpetuo de la historia humana. Desde los regímenes totalitarios hasta las dinámicas cotidianas, el deseo de dominio sobre otros se manifiesta de diversas formas, moldeando sociedades y restringiendo la autonomía individual.
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