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Si algo debería sorprendernos de las palabras del ministro Borrell a la
BBC amparando el secesionismo catalán no es su contenido, que se veía
venir, sino la insufrible procacidad con que las ha pronunciado y se ha
quitado por fin la máscara.
En efecto, este hombre de ego y prepotencia
incomparables ya se delataba al llamarnos "turba" cuando, con recta
justicia, pedíamos prisión para el fugado Puigdemont, y al burlarse de
nosotros hablándonos en catalán cuando, entre otras cosas, precisamente
defendíamos el español; pero entonces sólo algunos comprendimos su
espíritu supremacista y advertimos la ofensa.
Ahora, en cambio, destapa
su doblez con toda frescura y ya no cabe engañarse respecto a él; pero
lo más preocupante es que, para atreverse a esa descarada traición,
quizá es que ve muy próxima la república catalana.
En el pasar de los años, las paredes de las iglesias han sido testigos silenciosos de un fenómeno que trasciende las fronteras del tiempo: el flujo constante de generaciones que acuden a los servicios religiosos en busca de consuelo, reflexión y conexión espiritual.
Personalmente necesito pararme y pensar por lo menos una vez al año. Me sienta mejor que una prolongada estancia en uno de esos balnearios con “spa” y sopicaldos. En la vida, aunque nosotros no queramos, estamos enganchados a lo que nos rodea; como si una reata de ganado nos envolviera.
Para el almirante José Cueto, congresista de RP, el Rolexgate es una conspiración rojo caviar del "eje del mal" Rusia-Irán-Cuba-Venezuela. Resulta increíble que un excomandante en jefe de las FFAA pueda carecer de la más elemental visión geopolítica del mundo.
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