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En política, el diálogo es la piedra angular

El diálogo implica la búsqueda común de la verdad
Fausto Antonio Ramírez
jueves, 31 de mayo de 2018, 07:30 h (CET)

A priori, el diálogo implica el rechazo a una serie de actitudes como el autoritarismo, la mentira, o incluso la violencia. Y si esto es así, la contraria también es cierta. Me refiero a otro tipo de actitudes positivas como la apertura al otro, la escucha, y por supuesto, la tolerancia. El diálogo implica pues la búsqueda común de la verdad.


Los debates políticos, que deberían garantizar el diálogo entre las diferentes fuerzas o sensibilidades ideológicas se han convertido en “diálogos de sordos”, donde cada cual busca cualquier otra cosa menos la verdad. Quizás, lo que en realidad se busca es la victoria y el predominio sobre el otro o el resto de fuerzas parlamentarias.


Para dialogar realmente habría que buscar sólo y exclusivamente la verdad. Por lo tanto, el diálogo no debería dar miedo, puesto que no se trata de ver quién gana, sino de quién se acerca más a la verdad. Y para este ejercicio es necesario saber escuchar, acercarse a la opinión de los demás con profunda humildad.


Todo parte pues de la convicción de que nadie tiene en propiedad exclusiva la verdad, sino que es un asunto de todos, en el que todos deben participar, renunciando al interés particular por encontrar lo que realmente está por encima de toda razón individual.


Dialogar nos aleja igualmente de la falsa ilusión de que se trata de un ejercicio hueco de intercambio de ideas, para sólo defender el punto de vista personal, sin intentar comprender el del otro.


En otras palabras, se trata de saber si puedo tener otras ideas distintas a las mías, o si puedo aprender algo del otro. O lo que es lo mismo, ¿se puede dialogar en verdad sin dejarse transformar por la palabra del otro?


Sólo caben dos respuestas. Si la respuesta es sí, entonces podemos estar seguros de que todos andamos tras la única y misma verdad. Si la respuesta es no, entonces esta discusión se ha terminado. Las palabras seguirán sonando vacías para cada interlocutor, porque su único fin será la imposición, y las consecuencias ya las conocemos.

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