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Tengo un amigo, que digo… un hermano, que es mi poeta de cabecera

Poetas

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El pasado jueves conocí a otro vate que me ha hecho recordarle mucho: “El poeta de guardia”.


Dicen, los que entienden de esto, que del encuentro de dos personas siempre surge unas sensaciones únicas y aprovechables. En este caso, a lo largo de una media hora, yo le acompañé y escuché; él, me declamó un poema y me habló de su Dios, que es mi Dios.


Entre otras muchas cosas, soy un negado para la poesía. No se trata de mi incapacidad para engendrar un soneto; es que, como me indican mis amigos, escribo de una forma directa, como si estuviera hablando con mi interlocutor. Esta forma de ir siempre deprisa por la vida me aleja de recrearme en la palabra y buscar sus más bellos significados.


Por eso admiro a mi amigo Pepe García y a su sosias, “El poeta de guardia” que ha sido mi la “buena noticia” de esta semana. Este último vive de lo que le dan sus oyentes. Tiene una memoria prodigiosa, una visión deficiente y un aspecto de gran señor venido a menos económicamente, pero que no ha perdido su hidalguía. Me ha recordado a los grandes poetas de la edad de oro, limpios y llenos de remiendos.


Su vida es en sí poesía. Ha convivido con frailes en diversos conventos de la geografía española. Esto le ha permitido acceder a bibliotecas inexpugnables para el común de los mortales. Te habla con pasión de su filiación republicana y de un Dios vivo y presente en su palabra y en sus actos. Finalmente… su voz. Una voz de rapsoda de los buenos tiempos de la radio. Una voz profunda y bien modulada que me ha causado una sana envidia.


Nuestro poeta de hoy, nuestro “poeta de guardia”, me ha ayudado a valorar lo importante que es escuchar sin ninguna clase de prejuicios. En una larga media hora me dio todo lo que tenía a cambio de mi gesto de amistad. Una buena noticia. Sin olvidar la más importante y trascendental: Jesús ha resucitado. En ti y en mí. Seamos consecuentes.

Poetas

Tengo un amigo, que digo… un hermano, que es mi poeta de cabecera
Manuel Montes Cleries
lunes, 2 de abril de 2018, 08:23 h (CET)

El pasado jueves conocí a otro vate que me ha hecho recordarle mucho: “El poeta de guardia”.


Dicen, los que entienden de esto, que del encuentro de dos personas siempre surge unas sensaciones únicas y aprovechables. En este caso, a lo largo de una media hora, yo le acompañé y escuché; él, me declamó un poema y me habló de su Dios, que es mi Dios.


Entre otras muchas cosas, soy un negado para la poesía. No se trata de mi incapacidad para engendrar un soneto; es que, como me indican mis amigos, escribo de una forma directa, como si estuviera hablando con mi interlocutor. Esta forma de ir siempre deprisa por la vida me aleja de recrearme en la palabra y buscar sus más bellos significados.


Por eso admiro a mi amigo Pepe García y a su sosias, “El poeta de guardia” que ha sido mi la “buena noticia” de esta semana. Este último vive de lo que le dan sus oyentes. Tiene una memoria prodigiosa, una visión deficiente y un aspecto de gran señor venido a menos económicamente, pero que no ha perdido su hidalguía. Me ha recordado a los grandes poetas de la edad de oro, limpios y llenos de remiendos.


Su vida es en sí poesía. Ha convivido con frailes en diversos conventos de la geografía española. Esto le ha permitido acceder a bibliotecas inexpugnables para el común de los mortales. Te habla con pasión de su filiación republicana y de un Dios vivo y presente en su palabra y en sus actos. Finalmente… su voz. Una voz de rapsoda de los buenos tiempos de la radio. Una voz profunda y bien modulada que me ha causado una sana envidia.


Nuestro poeta de hoy, nuestro “poeta de guardia”, me ha ayudado a valorar lo importante que es escuchar sin ninguna clase de prejuicios. En una larga media hora me dio todo lo que tenía a cambio de mi gesto de amistad. Una buena noticia. Sin olvidar la más importante y trascendental: Jesús ha resucitado. En ti y en mí. Seamos consecuentes.

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