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Etiquetas | La tronera | Barcelona | Ada Colau

Falsedad de la alcaldesa

Este tipo de personajes no representan a los catalanes ni a Cataluña, tal y como reseña hoy la prensa internacional
Jesús  Salamanca
miércoles, 28 de febrero de 2018, 07:06 h (CET)

Ante todo, empezaré pidiendo disculpas por si alguien entiende que es de mal educados u obscenos hacer alguno de los comentarios que aparecen a lo largo de este artículo. A decir verdad, nunca más lejos de mi intención. Pero confieso que, observando estos días el comportamiento de Ada Colau, me ha hecho recordar una frase que escuchaba de niño –y dicha por quienes estrenaban y/o consumían adolescencia---- referido a las gallinas de Cafarnaúm que, dicho sea de paso, nunca entendí que esas gallinas fueran distintas a las que a diario veía en los corrales de mi pueblo.


Cuando alguien quería dar a entender que cierta persona era relajada en modales, valores y actuaciones o que tenía la moral distraída, soltaban aquello de “ser más ‘mesalina’ (decían “zorrón”) que las gallinas de Cafarnaúm, que aprendieron a nadar para fornicar con los patos”. Supongo que el feminismo recalcitrante, intransigente y fascista pensará en crucificarme. ¡Allá ese movimiento amarillista! No es que sea eso, precisamente, lo que queremos achacar a la nefasta alcaldesa de Barcelona, ciudad de la actual Tabarnia, pero sí algo parecido aunque cambiando el contexto. Me explico.


Las citadas gallinas aprendieron a nadar para “hacérselo” con los patos, al igual que “Nada” Colau aprendió a hacer su política hasta que alcanzó un puesto con retribución pública para estar cerca de quienes cortan el bacalao. Necesitaba seguir siendo el niño en el bautizo, la novia en la boda y el difunto en el entierro. En cierto modo, las gallinas de Cafarnaúm lograron su objetivo tras el sacrificio de aprender a nadar, del mismo modo que Colau lo consiguió tras peregrinar por las cadenas de televisión haciendo ver que defendía a los desahuciados y que siempre sería su “Robin Hood”. ¿Pero qué pasa en Barcelona, ciudad de Tabarnia?


Pues pasa que nunca se había desahuciado a tanta gente como la desahuciada en el tiempo que lleva de alcaldesa este curioso personaje de las meninas”. Claro que, ya no es necesario defender a nadie porque el objetivo está conseguido: coche oficial, cambio de casa, secretario, mamporrero argentino, asistencia a eventos oficiales, roce con la aristocracia catalana y otras clases privilegiadas,…. Lo mismo, exactamente lo mismo que hicieron los primeros ministros socialistas de la era de Felipe González: curiosos personajes de las tres “C”; a todos ellos les faltó tiempo para cambiar de casa, coche y compañera, si bien, en el segundo Gobierno socialista, ya eran cuatro “C”: cambiaron de casa, coche, compañera y cartera. Incluso hay quien habla de cinco “C”, pero la quinta voy a omitirla por aquello de la cortesía. Y se dieron por satisfechos tras un simulacro de honradez y cuarenta años de vacaciones.


Ahora, los seguidores de Colau --y sus “chaperos” de otras formaciones que contribuyen a mantenerle en el Ayuntamiento-- no recuerdan los compromisos que contrajeron. El ridículo y las malas formas se han apoderado de todos ellos; muestra evidente ha sido la falsedad mostrada estos días pasados, tanto por la patosa alcaldesa como por el ‘banderillero’ del lazo amarillo, Torrente. Este tipo de personajes no representan a los catalanes ni a Cataluña, tal y como reseña hoy la prensa internacional.


Lo que esa prensa no sabe es que Colau ha buscado insistentemente al rey, Felipe VI, cuando no estaban presentes las cámaras de TV. Necesitaba hacerse notar a toda costa y rendir pleitesía al monarca, pero lejos de los ojos del pueblo al que, sin duda, está engañando.


Esta muchacha “de Cafarnaúm” ni cumple su palabra ni trabaja por Barcelona. Eso sí, dañar, no saben ustedes el daño que está haciendo a diario. Pregunten, pregunten en el mundo de la hostelería, en la mediana empresa y en atención a la ciudadanía, entre otros ámbitos. ¿Recuerdan a Napoleón? Pues él tenía muy claro que “el medio más seguro de mantener la palabra es no darla”.

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