| ||||||||||||||||||||||
En los espacios naturales, el estado de alerta es la regla; el dinamismo vital pone a prueba los diferentes mecanismos de subsistencia. Las cualidades requeridas por cada ser vivo introducen matices relevantes en dicha controversia; en especial, la participación del intelecto humano, aporta mayores posibilidades de adaptación.
Es impresionante a lo que puede llegar el ser humano. Nacimos para ser felices; para amar, cuidar, relacionarnos, vivir… y a esto hemos llegado: a tener envidia de la felicidad ajena. Esta es la sociedad de hoy en día, desde los más jóvenes hasta los más mayores. La educación se ha perdido y creernos más que los demás se ha acrecentado. El egoísmo nos carcome, nos convierte en seres superiores.
La hipocresía es una realidad que afecta a nuestro mundo cada vez más. Estamos rodeados por personas que hablan una cosa y hacen otra, se comportan de una forma en un contexto y de otra en otro. Esta doble moral nos afecta directamente, ya que muchas veces somos los primeros en ser juzgados sin conocer la totalidad de los hechos.
Toda la creación es una recreación armoniosa, de singularidades manifiestas entre humanos, pero que forman una sola familia, en la que las relaciones no pueden estar distantes, puesto que hemos de ser guardianes los unos de los otros. Esto nos exige ser responsables, desterrar todos los frentes y también las fronteras que nos separan.
La Semana de los Barbudos es la que hace más frío de todo el año. Se nombra así porque se celebra estos días la festividad de tres santos que son representados por la iconografía tradicional con grandes barbas: san Pablo Ermitaño (15 de enero); San Antonio Abad (el 17), y San Maur (el 18).
Cada día encontramos más itinerarios sombríos, sin orden ni concierto entre sus moradores; muchos de ellos dominados por la pereza, para hacer frente a un panorama mundial verdaderamente desolador, que sufre contiendas absurdas y trances horrorosos. Por eso, creo que urge la acción ciudadana, con esa aportación ética y diligente en la actividad, la laboriosidad en las instituciones, cuya tarea ha de ser ejemplarizante siempre.
Es hora de hacer recuentos de nuestros andares por la vida, para retomar el intento de hacer familia y reencontrarse en ese camino irrepetible, que es común para todos. Cuando se han destrozado los vínculos, el hogar deja de existir y se crea en la persona una carencia preocupante y dolorosa, que pesará como mil tormentos, pasándonos factura.
Todo ser humano sueña con un mundo más equitativo y solidario, con unas condiciones de vida dignas y una armónica convivencia que active las relaciones entre las personas. Sin embargo, con demasiada frecuencia no sucede así. Por eso, el buen talante y la disponibilidad hacia las compasivas acciones, acrecienta el entusiasmo y nos llena de vida.
A poco que salgamos de nuestra zona de confort y extendamos la mirada por cualquier rincón del planeta, observaremos un panorama muy inquietante, con multitud de sufrimientos verdaderamente neurálgicos; en parte, debido a esa necesidad de amor que todos necesitamos, para no caer en el desánimo.
Los humanos tenemos que reactivar el espíritu creativo, sobre todo para reorientar las políticas sobre la humanidad y así poder reavivar una ciudadanía que cuide de nuestra propia casa común, recobrando la universalidad de los derechos humanos, que es lo que verdaderamente suscita un sosiego en el arte de vivir juntos.
Somos muy distintos, con muchas diferencias entre unos y otros, pero tenemos que activar la cultura del sueño para mantenernos vivos. Lo más esperanzador siempre es levantarse unido al análogo, reconciliados entre sí y con la naturaleza, sabiendo que la fertilidad de la tierra como la de cualquier ser laborioso, también proviene de la capacidad de suministrar los nutrientes esenciales, que son los que verdaderamente mejoran la salud.
Los moradores de este mundo tenemos que activar otros territorios más armónicos, basados en la confianza entre nosotros, con unos liderazgos que activen los acuerdos y el encuentro entre sí, para conseguir el triunfo de la concordia. La cuestión radica en ser instrumentos de conciliación, sembrando clemencia donde cohabite la intransigencia y poniendo auténtico amor en cada paso que ofrecemos.
La vida no es fácil para nadie. Quizás tengamos que reinventarnos otras maneras de vivir, comenzando por uno mismo, siendo más compresivos y auténticos; porque para estar en una atmósfera integral, se requiere de otros lenguajes más níveos, despojados de todas las miserias humanas.
Debiéramos estar más en disposición responsable; sobre todo, para repensar los modelos de crecimiento y desarrollo económico que nos han llevado a una degradación ambiental y a que la población, en su conjunto, no se ponga al servicio de la persona humana.
El mañana tiene necesidad de aires nuevos. Nada está predeterminado, todo se puede modificar. Si el cultivo del arte nos pone alas creativas, también las letras como las ciencias son una herramienta muy valiosa para comprender el mundo que nos rodea.
Hoy más que nunca necesitamos sentirnos acompañados. Lo prioritario radica en cultivar el presente, activando los vínculos de la familia para desterrar y destronar de nuestro interior cualquier estado depresivo o de ansiedad, ante un abandono social, que suele estar ligado a un futuro profesional incierto, de inseguridad y conflictos interesados, verdaderamente destructivos.
El título parece paradójico y contradictorio, pero no lo es. Se refiere a que nuestra condición mortal o finita posibilita una vida libre, que se puede vivenciar como una gran aventura, en contraste con el hecho de la muerte que cierra la existencia. Podemos hacer muchísimas cosas en el mundo de los vivos, pero mucha gente vive su vida, como si el tiempo del que disponemos en la tierra fuese ilimitado y realmente no lo es.
Esta cultura aborregada y mezquina, que todo lo fragmenta y debilita, suele olvidar la belleza de los días, provocando vacíos existenciales, tanto en las ciudades como en los pueblos. La deshumanización es tan grave que andamos sin apenas fuerzas para restaurar otros modos y maneras de vivir.
Las dificultades naturales suelen acrecentarse por la incoherencia de las actuaciones humanas. Quien más, quien menos, podrá sintonizar con la afirmación de Henry Miller, “El caos es la partitura en que se escribe la realidad”. De entrada, nos vemos asociados a la tosquedad de la tierra y los materiales incrustados en ella de manera irregular.
Somos pura contradicción. Nos hemos globalizado, pero aún no tenemos un propósito de enmienda, ni mucho menos un proyecto para todos. Hace falta otro espíritu más cooperante, que siembre confianza y suscite el entusiasmo, activando espacios más seguros y acogedores, que defiendan cuando menos el derecho a una vida decente.
|