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Hay tareas que deben comenzar en nosotros. Así, cada cual debe conocerse y sumergirse en sus intimas habitaciones, reconocer limitaciones y bajarse de la autosuficiencia, volverse creativo y revolverse contras las miserias humanas, dominar menos y servir más.
Es muy popular aquella expresión de considerar a una persona teclosa; aunque en realidad apenas prestamos atención a donde residan esas teclas, su estructura y funcionalidad. Es una manera de referirnos a esos puntos de contacto con la sensibilidad del individuo.
Es hermoso verse y reconocerse, mirarse y enmendarse, gastar la vida por servir y desvivirse por vivir, reconquistarse y quererse, no rendirse jamás y apostar por repostar esperanza en medio de tanto desconsuelo, para poder reconstruimos en quietud como familia. Sin duda, hoy más que nunca, necesitamos hacer piña y rehacernos como humanos.
El buen lector es un buen autor y hace un sensato volumen, con su lenguaje vivencial y su expresión compasiva. La vida que, en el fondo es un libro abierto, continúa escribiéndose; ya sea con gestos concretos de amor, o con gestas cabales de diálogo, que son el mejor testimonio existencial de nuestro peregrinar por aquí abajo.
También yo quisiera escribir las mejores líneas este día, pero las letras se alborotan, se dispersan por las hojas o se las lleva el viento, las frases se resquebrajan y el pensamiento se ablanda, se dispersa en distracciones inexplicables. Estamos inmersos en una densa retícula donde se encuentran elementos variopintos.
Hay que prepararse para volar, o si quieren para ascender en bienestar, atmósfera integradora que debe partirse y compartirse a golpe de voluntad, que es como se engendra savia. Realmente, necesitamos crecer hacia ese porvenir que nos hermane, no pecar de ignorancia, saber advertirnos y salvaguardarnos para salir de nuestras miserias.
El tiempo es la esencia de la vida. Todos los filósofos se han ocupado de explicar lo que es la temporalidad. Desde Aristóteles que decía que es la medida del movimiento hasta Heidegger que titula su obra más importante Ser y tiempo. Incluso San Agustín escribió que si no se lo preguntaban sabía entender lo que realmente era, pero no era capaz de explicarlo. Aunque reconocía que si nada pasara, no habría tiempo.
Tras el eco de las festividades espirituales, con los habituales momentos de ocio y sin perder el realismo cotidiano, pero con un talante positivo y esperanzado, me nace el deseo de paralizar los temores y peligros para promover otros sueños, como puede ser el de unir las voces para entonar un pentagrama esperanzador nuevo, que nos lleve a escucharnos más y a oírnos mejor.
La vocación no tiene edad ni propietarios, desde los arcanos del individuo emergen determinadas directrices enfocadas a su manera de actuar, como una especie de toque interior modelador del talante. Nadie es capaz de adueñarse de esas directrices, ni tan siquiera de percibirlas nítidamente en el instante requerido.
Ha llegado el instante del verdadero culto. No desfallezcamos, ante la negación total del mensaje de Pascua. Renovémonos cada amanecer. Por muy indiferentes que caminemos a diario, percibiremos una mística que está en cualquier esquina, que nos instará cuando menos a pararnos, a intentar ver más allá del paisaje de la imagen de Dios crucificado.
Si percibimos la presencia de la alienación en nosotros, ¿tiene sentido adoptar una mirada desde el locus de control interno? ¿O irremediablemente debemos adoptar una postura derrotista, y desde ese marco de racionalidad acrecentar la dimensión del locus de control externo como explicación de esa alienación?
Cada día lo tengo más claro. Hay que ser consecuentes y promover una cultura que active lo armónico. Como el aire que respiramos, también necesitamos ese cultivo luminoso, que promueva con amor y conciencia, el acercamiento conciliador entre análogos. Tenemos que reconciliarnos, huir de las contiendas, generar atmosferas más auténticas, clarificarnos por dentro y por fuera.
Nuestra situación actual es el resultado del desarrollo histórico de las múltiples culturas sociales universales: Antiguo Egipto, Grecia, Los incas, Los mayas, Mesopotamia, Judaísmo y cristianismo, Los aztecas, Íberos, celtas y pueblos germánicos, Roma, El islam, India, China. En todas ellas el hombre ha ocupado un lugar “señalado” por los siempre poderes fácticos.
En esto del habla, decirnos cosas, comunicarnos y entendernos o no; la disparidad irrumpe arrolladora con un rico muestrario. Las ideas, intenciones y palabras, generan un galimatías de gran magnitud. Si comienza la gallina y vienen detrás los huevos, o bien sucede al revés, sigue haciendo brotar incontables incógnitas.
En un mundo conflictivo como el actual, se requiere un esfuerzo permanente por parte de todos los humanos, para poder generar una mentalidad de quietud; y, así, poder instaurar una atmósfera de unión y unidad entre moradores diversos. Para empezar con la tarea, de aminorar bloques antagonistas, debemos huir de este clima de tensión.
Es necesario seguir profundizando en este sustrato más profundo de la realidad humana, los sentimientos y la experiencia más allá de la supervivencia de la vida diurna; en la vigilia intentamos sobrevivir a un mundo lleno de conflictos que pudieran detener nuestro paso, sin embargo, en los sueños del hombre mortal, en aquellos momentos de mayor indefensión, surge la libertad de volar sin alas, de cantar más allá de los límites espacio-temporales de lo real.
Los eficaces siempre llegan a tiempo a la salida del tren; de hecho, apenas ocupan su asiento, la máquina silba y sus ruedas corren sobre la vía como espuma en el agua. Los torpes llegan siempre cuando el tren ya ha salido y sobre la estación cae un polvo de mariposas muertas. Ellos suspiran ausentes mientras imaginan el pasar de los árboles tras las ventanillas como pájaros suicidas.
Es tiempo de unirse y de reunirse para trazar juntos espacios de concordia. También es el instante preciso y precioso, para conseguir poblar los caminos de vida y repoblar los horizontes de luz. Sabemos que la tarea no es fácil, que hemos de permanecer firmes, con los pies bien plantados en la tierra, para beber la realidad y no embobarnos de apariencias.
Qué impresión sacaríamos al observar un grupo social integrado por sujetos con la cabeza gacha, indecisos, plegados a cualquier programación, vociferantes pero incapaces de articular razones, aturdidos en definitiva. La manifiesta ausencia de vitalidad es todo un indicador de su servilismo amodorrado cargado de carencias.
Muchos de los que afirman tener la luz del conocimiento caen en el peligro de creer que lo intelectual puede superar las limitaciones con las que la mariposa, que cae en medio de las rosas al salir de su corion despojada, ha nacido, o bien, con mayor narcisismo, negar el inconsciente como parte integral del propio psiquismo y las consecuencias de dormirlo en la idealización de un yo racional.
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