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Existen dos clases de filiaciones que se distinguen por las obras de sus respectivos padres. De tal palo tal astilla. Quienes tienen a Satanás como padre, sus obras son. “Adulterios, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5: 19-21).
En la oración del Padrenuestro que nos enseñó Jesús y que todos conocemos y más de una vez rezamos, pedimos que Dios no nos deje caer en la tentación y que nos libre del mal, no de cualquier mal como pueda ser una enfermedad o un accidente, sino del mal que nos propone un ser maligno que quiere perdernos, que busca nuestra condenación al igual que Satanás y los suyos fueron condenados por rebelarse contra Dios.
“No puede ser…a la Julieta no puede pasarle esto…Al Juan, Andrés, tampoco. ¿Sabes Julieta? A los seres humanos no nos preparan para recibir a la muerte. Ni la propia ni tampoco la de las personas que amamos. I esto cuando llega sin avisar, cuando todavía no toca. Cuando hay tantos y tantos proyectos, que hacer, tantos libros para leer y tantas aventuras. Para vivir y para conquistar, nos encuentra desarmados, sin herramientas ni mecanismos de defensa para poderla mirar con serenidad. Hacía solamente una semana que habíamos hablado tú y yo” (Marta Alós).
Precisamente, el adviento es la preparación a ese corazón sensible, que ha de hacerse poesía ante un alma brotando, para glorificarse con el mejor de los objetivos, la entrega a los que se hallen sin luz para hacer el camino de la vida.
A la nuestra la mareábamos, la importunábamos, y, en algunas ocasiones, llegábamos a colmar su inconmensurable paciencia, por ello, cuando le preguntábamos que qué era lo que íbamos a comer aquel día, a lo que no nos contestaba, y la teníamos cansada de repetirle la misma pregunta, nos respondía “piticos pitones”, comida que jamás llegó a explicarlos en qué consistía.
Mi novio de Internet me ama.
El francés del Sur me sorprende con su "buenos días"cada mañana.
Vivimos en una situación de alarma permanente. Todos los medios de comunicación nos aturden con sus repetitivas noticias sobre el COVID-19 y una zarabanda ininteligible de cifras de contagiados, hospitalizados y fallecidos que nadie consigue cuadrar.
La palabra pecado proviene del vocablo latino peccatum, que tanto para Cicerón como Virgilio tiene el significado de acción culpable, falta, culpa, delito, por lo que se le da un valor ético negativo.
Creo que le matarán,
con la mirada cruel,quieren sacarle la vida,
Según el diccionario, la palabra culto es el honor que se tributa religiosamente a lo que se considera divino o sagrado pero cada vez más gente no considera nada como divino y sagrado ni se siente obligada a tributar culto a Dios.
Si nos paramos a pensar, tarea que pocos emprenden y vemos que tanto el rico como el pobre tienen un final similar quizás creamos que todo es una broma de mal gusto. Al final unos huesos y una tumba. ¿Todos nuestros esfuerzos han sido inútiles? ¿Es idéntica la suerte del bueno y el malo?
Cuidarlos debemos, están a tu alrededor.
Nunca desistamos del intento, son creaciones de Dios.La humanidad entera se está enfrentando al problema del dolor que se hace presente en nuestras vidas y del que no sabemos el porqué. Cómo es posible que un pequeño virus nos haya descolocado de nuestras apacibles vidas. Quizás cuando proyectábamos nuestras vacaciones, nuestro negocio, nuestro futuro no nos pasó por la mente que todo podía irse al traste.
Antiguamente las edificaciones, con las reparaciones mínimas e imprescindibles, duraban siglos. En las ciudades y los pueblos que se han preocupado de ello, se siguen manteniendo en los centros históricos aquellas casas edificadas siglos atrás y adaptadas a las necesidades actuales. En nuestra época, cualquier casa que tengo más de treinta años se considera obsoleta y pocas de ellas se mantienen a lo largo de dos o tres generaciones.
Durante bastantes semanas me he dedicado a escribir sobre las cosas que pasan, que no son pocas. Hoy he pensado cambiar el paso y escribir sobre lo que creo, empezando por el credo. Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Hoy nos hemos enterados del nuevo recuento oficial de los muertos causados por el coronavirus, este “secreto de Estado” que se nos ha estado ocultando a la ciudadanía, como si se tratara de materia reservada. Ahora parece que las “pequeñas rectificaciones”.
Cuidado con Dios, debo ser precavida pues después de todo es el jefe, no deseo que me falle, sería un fracaso, aunque con él nunca se sabe, con que me cuide al amigo me llegará. Yo no importo ya. Perdón por mis males que fueron muchos, perdón y consuelo compañero, perdona la confianza, son los años que llevamos juntos, hablando, conociéndonos, siempre has vuelto a mí, tú también.
Una viejecita encorvada y apoyándose en un bastón, piensa: “La llamaban residencia, pero era una morgue” (El Roto). La reflexión de esta ancianita es muy oportuna en estos días de la pandemia del coronavirus y del protagonismo que han adquirido las residencias de ancianos por las excesivas defunciones que se han producido en dichos centros asistenciales.
Hablar hoy de ecología no es nada extraño. Hace unos 30 ó 35 años, un amigo mío, armador de Adra, Almería, a quien algunos grupos ecologistas habían denunciado por entender estos que su actividad pesquera no era conforme a buenas prácticas medioambientales, se defendía en los medios de comunicación locales haciendo ver que sí respetaba el medio ambiente y daba por supuesto que todo el mundo lo respetaba. "Ecologistas somos todos", apostillaba.
El título de este escrito es el mismo que lleva el cuento escrito por <b >Paulo Coelho</b>, publicado con el propósito “que los niños lo lean en compañía de sus padres durante el confinamiento”. Es pues un relato de entretenimiento que distorsiona el significado de la paz.
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