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La advertencia de la ONU de que Pakistán podría enfrentar una aguda inseguridad alimentaria en los próximos meses debería servir de alerta para que el gobierno se concentre en las zonas afectadas por las inundaciones de hace un año, donde la población aún vive sin refugio, medicamentos o alimentos adecuados.
Haití está en máximo nivel de alerta por hambre, y El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua suman “puntos críticos” de inseguridad alimentaria, según alertan 29 agencias de las Naciones Unidas en un informe sobre la expansión de esa calamidad en varias regiones del globo. Conflictos, eventos climáticos extremos y crisis económicas empujan a más comunidades a situaciones de hambre. La inseguridad alimentaria aguda aumenta en escala y gravedad en el mundo.
La Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) estaría ya preparando una respuesta anticipada a la emergencia alimentaria que causará la llegada de El Niño, prevista según la OMM para finales del verano. El fenómeno climático conocido estaría relacionado con el incremento del calentamiento de las aguas del Pacífico oriental ecuatorial y podría significar problemas para partes de África, América Central y el Extremo Oriente asiático.
El hambre aguda aumenta por cuarto año consecutivo y azota ya a 258 millones de personas en 58 países y territorios, indicó el más reciente informe de la Red de Información sobre Seguridad Alimentaria. Esa cifra, correspondiente al cierre de 2022, es muy superior a los 193 millones de personas en 53 países y territorios que padecían hambre aguda en 2021.
Cerca de 260 millones de personas en 58 países se ven gravemente afectadas por la inseguridad alimentaria, según el Informe mundial sobre las crisis alimentarias, publicado por WFP. Se trata de 65 millones de personas más que en el año anterior, lo que supone un alarmante aumento del 34%. Esto significa que el número de personas que pasan hambre en el mundo crece por cuarta vez consecutiva.
Unos 345 millones de personas padecen inseguridad alimentaria aguda en todo el mundo, más del doble que antes de la pandemia covid-19, según señala un nuevo reporte del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas. Se han identificado medio centenar de serios focos de hambre en 24 países, de los cuales 16 son de África, cinco de Asia, y Guatemala, Haití y Honduras en América.
Un mes después de que la nación insular de Vanuatu, en el Pacífico sur, fuera azotada por dos ciclones de categoría 4 en un lapso de tres días, la escasez de alimentos y sus altos precios son ostensibles tras la devastación generalizada en el sector agrícola.
Decenas de millones de niños, niñas y sus familias se enfrentan a la inanición. Los conflictos, la COVID-19 y el cambio climático, “las llamadas 3C”, han puesto a casi 45 millones de personas en 37 países en riesgo de morir de hambre. A esta situación se suma ahora una cuarta “C”, los costes, cuyo aumento está actuando como motor de esta crisis.
El número de mujeres embarazadas y madres lactantes que sufren desnutrición aguda aumentó 25 % desde 2020 en 12 países que están “en el epicentro de la crisis alimentaria mundial”, según ha advertido un nuevo informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Cinco agencias de las Naciones Unidas pidieron, de manera conjunta, una acción urgente para proteger a millones de niños desnutridos en los 15 países más afectados por una crisis alimentaria y nutricional sin precedentes. Ocho millones padecen emaciación grave, la forma más mortífera de desnutrición, lo que significa que tienen doce veces más probabilidades de morir que los niños que comen lo suficiente.
A pesar de todos los avances de las últimas décadas en la lucha contra la desnutrición infantil, 45 millones menores de cinco años en el mundo sufren desnutrición aguda, y las predicciones apuntan a que esta cifra continuará creciendo en los próximos años. Uno de los retos de Acción contra el Hambre es, precisamente, abordar la desnutrición aguda en la infancia, la cara más dramática del hambre.
World Vision presenta un nuevo informe, “Price Shocks” con motivo del Día Mundial de la Alimentación en el que destaca cómo la espiral de precios de los alimentos está contribuyendo a una crisis mundial de hambre y poniendo a los niños y niñas en mayor riesgo de muerte.
Ha habido cuatro temporadas consecutivas de lluvias fallidas que han convertido la situación en un evento climático que no se había registrado desde hacía al menos 40 años.
El informe Crisis Alimentaria 2022 en América Latina, elaborado por Acción contra el Hambre, comienza señalando que nos encontramos ante la mayor crisis del coste de la vida del siglo XXI en la región, provocada por el aumento de los precios de los alimentos, de la energía, de los fertilizantes y del transporte. Todo ello, unido a las crisis que ya afectaban a esta región, hacen de América Latina una de las zonas más afectadas por la crisis alimentaria global en ciernes.
Médicos del Mundo ha señalado que Burkina Faso "vive una crisis humanitaria sin precedentes", con 3,5 millones de personas en inseguridad alimentaria severa entre junio y agosto, coincidiendo con la temporada sin cosechas. Hay además 630.000 personas al borde de la hambruna y cinco provincias están ya en la fase 4 o crítica (previa a la hambruna) que establece la clasificación internacional.
España realizará una contribución extraordinaria de 500.000 euros a Malí a través del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas para paliar los graves efectos de la crisis alimentaria que sufre la población del país. Esta contribución forma parte de los 6,5 millones de euros comprometidos por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, el pasado 6 de abril, en el evento de alto nivel sobre alimentación y nutrición en el Sahel y Lago Chad.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE), en un reciente informe titulado “Perspectivas mundiales de inversión en energía”, advierte que será necesario invertir 48 Billones $ hasta el 2035 para cubrir las crecientes necesidades energéticas mundiales.
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