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Crecimos y nos educamos en los 60. Ligamos en los 70. Descubrimos el mundo en los 80. Nos aventuramos en los 90. Nos estabilizamos en los 2000. Nos hicimos más sabios en los 2010. Y entramos de pie en los 2020. El resultado es que hemos vivido en... ocho décadas diferentes, dos siglos diferentes, dos milenios diferentes...
En mi larga vida he ido pasando de usar la pizarra, el pizarrín y los cuadernos rayados con la tabla de multiplicar en la última página a la máquina de escribir, a la calculadora y al ordenador y me sentía satisfecho cuando podía ilustrar a otros más jóvenes con mi experiencia. Pero ahora me desconcierta comprobar que ya no sé hacer muchas cosas y que necesito que otros más jóvenes me echen una mano.
Se rieron de aquel poeta por ser un gran soñador, lo gris convertía en blanco, lo negro mezclaba con gris, y al azul le sonreía y al rojo le lloraba, el verde adoraba y el crema lo relajaba.
Antes amaba debatir, bueno, no os voy a engañar, hay momentos en los que me dejo llevar, sobre todo con mi padre, él siempre piensa que le llevo la contraria. Mi relación con él siempre ha sido así, pero somos tan parecidos de carácter que nunca terminamos peleados, es como si estuvieras viendo un programa de debates, y después del programa, los contrincantes se fueran de cervezas juntos.
Aunque algunos se empeñen en lo contrario, el año y medio que llevamos, ora acuartelados, ora en semi libertad, ora en libertad vigilada, -pero siempre un tanto “acongojados”-, ha conseguido recuperar en buena parte el sentido solidario, la amabilidad, lo mejor de cada uno de nosotros.
Esta bola gigante a la que, los que habitamos en ella, llamamos Tierra, la Gea mitológica que, según los griegos, engendró con Urano los hecatónquiros, gigantes con cien brazos y cincuenta caras, sigue inmutable su rutina de traslación y rotación en su periplo alrededor del Sol, indiferente a las debilidades de quienes la pueblan.
Esta semana me despierto aplicando un traductor mental que convierte el 1 de septiembre en el 15 de marzo, y así sucesivamente. Casi nadie sabe a ciencia cierta si esta noche toca esto o lo otro, o si se reparte tal premio aquí o allá, o si el toque de queda se queda únicamente en el toque. Anochece media hora más tarde que en marzo y durante la mañana hay unos 10 grados más de temperatura.
Los tiempos, las modas y los modos se suceden vertiginosamente en un breve espacio de tiempo. Lo que hoy nos parece inmutable mañana será “agua pasada que no mueve molino”. Tenemos un ejemplo palpable en los pensamientos políticos que cambian de opinión constantemente sin sonrojo de ningún tipo. Antes se precisaban años de maduración de las nuevas ideas. Hoy nos basta con horas para cambiar los rumbos y las firmes verdades “inalterables”.
Un día cambió tu sonrisa ahora invertida...
Los cambios en el Gobierno no han hecho que España deje de ser una olla a presión. El Presidente pensaba que había tomado la iniciativa, enderezado el carro y comenzado el segundo tiempo del partido. Pero no ha sido capaz de ver que esa segunda parte comenzaba sin ocho consagrados ‘jugadores’, aunque muy chapuceros alguno de ellos, y que eran reemplazados por aficionadas municipalistas que no habían mostrado nada en política y tampoco su eficiencia en la división de honor.
Hace apenas unos días, Pedro Sánchez confesaba a Ferreras que no era su prioridad hacer una crisis de Gobierno. Fue escuchar lo que dijo y pensé que eso no tenía recorrido; es más, estaba convencido de que en unos días iba a hacer una remodelación. Conociendo al presidente, sabemos que miente casi siempre, de ahí que hayamos empezado a interpretar al revés cuanto afirma. Y, claro, bingo.
Detesto la vulgaridad. Necesitamos abrirnos al orbe y reabrirnos entre sí, con el fin de ampliar horizontes y combatir los insanos aislamientos, con la fuerza de las palabras y los abecedarios de la comprensión, que es lo que verdaderamente nos refuerza los vínculos. Para empezar, nunca es tarde para crear y recrearnos en sueños digeridos y dirigidos, gracias a la imaginación, dejándonos sorprender por el arte de la dicción.
Es común pensar que la transformación empresarial tiene relación con la digitalización de las operaciones de una empresa, pero no lo es todo. Una gestión de cambio empresarial es un proceso que involucra talento humano, tecnología, procesos, un plan estratégico y comunicación.
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