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Se sugiere una paciente diplomacia

Cada cual debe aportar su esperanza como semilla, su anhelo como soñador, aceptando con ánimo semejante tanto la derrota como las palmas
Víctor Corcoba
lunes, 30 de junio de 2025, 10:08 h (CET)

Nuestro mundo está cada día más afligido por problemas que nos afectan a todos, lo que requiere de acciones concertadas e inclusivas, que nos hagan más clementes y solidarios. Realmente, a nadie se le puede negar la voz y mucho menos su implicación, a la hora de afrontar esos desafíos internacionales. Sin duda, nuestra primera tarea pasa por escuchar y considerarlo. Por otra parte, nadie tiene la verdad absoluta para conjugar una vida que nos pertenece colectivamente, lo que debe hacernos cuando menos reflexionar y entrar en acción, sin obviar el paciente trabajo de la diplomacia, que consiste en entenderse y atenderse mutuamente. La humanidad es un corazón palpitante, que demanda de cada uno de nosotros, comprensión y clemencia.


Ciertamente, entre el aluvión de dificultades, enfrentamientos y reivindicaciones contrapuestas, tenemos que buscar y rebuscar el modo y la manera de hallar el raciocinio, favoreciendo el diálogo para que germine el espíritu reconciliador. Hoy más que nunca se necesitan gentes de paz y orden, personas de palabra auténtica, pulsos verdaderos y fuertes en favor de la unión y la unidad, donde la justicia social, la dignidad humana y la compasión, han de ser abecedarios a utilizar. Contamos, para llevar a buen término el ejercicio, con una rica diversidad de orígenes y creencias que se han globalizado, ahora únicamente nos falta que todos los moradores compartan el objetivo común de lo armónico.


También nuestra propia historia como familia pensante, nos ha demostrado que se pueden hacer muchos avances en la resolución de situaciones aparentemente inexplicables a través de prudentes, resignados y constantes esfuerzos diplomáticos, imbuidos en el respeto mutuo, en la buena voluntad y en la sana convicción ética. Reunirse y unirse para cambiar los vientos turbulentos y desafiantes es lo justo y preciso, si queremos realmente un espacio mejor para todos, haciendo familia y generando confianza entre los pueblos. Sea como fuere, sabemos ya que repoblarse de odios y venganzas, es volver a vías que nos destruyen. Sinceramente, las personas no nacen con rencor; la intransigencia se aprende y, por tanto, hay que aprender a reprenderse a uno mismo, en vez de desanimarnos.


La belleza es un estado de ánimo que nos embellece si lo trabajamos a pleno corazón. Cabalgar por esta tierra no es fácil, pero hermanados somos mejores, para mantener el equilibrio natural del planeta, en vista a las generaciones venideras. No olvidemos que el cambio climático está ahí, es una crisis de salud, que nos llama universalmente a buscar soluciones nuevas e innovadoras. Por si mismo no podemos hacer nuevas todas las cosas, demandamos de la presencia vinculante de amistad, cooperación y plática al servicio de lo viviente. Cada cual debe aportar su esperanza como semilla, su anhelo como soñador, aceptando con ánimo semejante tanto la derrota como las palmas. Saber rectificar es de sabios, y el verdadero arte de la diplomacia, radica en no continuar con lo hostil.


En efecto, para la astucia una cuestión aplazada ya está resuelta. En ocasiones, parece que las injusticias mundanas o las mismas crisis inhumanas, corren más veloz que la capacidad de afrontar juntos estos retos. Seguramente precisamos otros ritmos más valientes, ante el empobrecimiento del verdadero capital humano, el de la educación, la sanidad y el estado de bienestar sistémico. Resulta preocupante, que sólo pensemos en rearmarnos, en lugar de pensar en donarnos para trabajar juntos: el medio ambiente, el futuro y la fraternidad. ¡Qué hermoso sería redescubrirnos para trabajar por el bien común, dejando a un lado contrastes y diferencia de puntos de vista!. Al fin y al cabo, uno es para los demás, el amor que todos buscamos.

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