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Gabriel Lanswok
Gabriel Lanswok
Debemos cambiar nuestro objetivo de ser felices por el de aprovechar cada segundo de forma sosegada

Es extraño observar una misma cosa desde los ojos distintos de los años, nunca se ve lo mismo, siempre se ve aquello que era de una forma más o menos profunda, dependiendo de lo que se vea y del momento en que se lo haga. Me levanté esta mañana con la intención de escribir esta columna, el tema lo ignoraba, se me ocurrió entrar a Google. No sé si has notado que cuando te pasa algo malo el mundo se asemeja peligrosamente a Google, es inmediato, las frases positivas “new age” abundan.

Quienes tenemos valores tradicionales somos expulsados de las redes, debemos cuidarnos de decir lo que pensamos para no ser degradados a la carpeta virtual de los retrógrados

Hace unos dos mil cuatrocientos años fue ejecutado un hombre, un hombre gordinflón, un poco feo y bastante extraño, un hombre cuyas agudas preguntas lo condenaron a morir de forma dolorosa, aunque, según Platón, fue un hombre cuya dignidad y humor nunca abandonó. Sócrates murió por el hecho de hacer preguntas.

En la sociedad actual tiene un mayor peso el obtener dinero que la familia, el éxito profesional más que el éxito de nuestro matrimonio

Me gusta ser humano, en verdad que sí, pero la realidad es que resulta complicado, como cuando estás en tu habitación escuchando música clásica mientras afuera la música electrónica se impone con su velocidad, es ahí cuando me levanto y agarrando los audífonos vuelvo a la inmersión previa a la distracción. Gracias a que somos humanos podemos imaginar, amar, crear y aprender de forma racional.

La sabiduría requiere tomar una decisión, si no lo hacemos lo único que tenemos es conocimiento

Intentemos recuperar el honor y la valentía de un niño, los conflictos se han vuelto reales y los peligros también, lo positivo es que nuestras capacidades crecen con nosotros. Además, ¿qué otra opción tenemos más que afrontar la vida y sus grandes y tristes obstáculos?

El tener conocimiento es agradable; a veces, no tanto adquirirlo. Lo cierto es que nos gusta saber cosas. Los seres humanos somos curiosos, lo que nos ha llevado a lograr descubrimientos que se simulaban imposibles; aunque, también, a meter las narices donde no nos llaman ocasionando la reafirmación de la frase: «La curiosidad mató al gato».

Ser extraño, exagerado, raro, especial, rechazado, ser diferente o normal, culto o vulgar, amoroso, irascible, melancólico al tiempo que eufórico; da igual el calificativo que usen al etiquetarte, así como da lo mismo el calificativo que tu expongas en contra o a favor de ti mismo. Las opiniones son inevitables, incluso necesarias, sin embargo, no son más que eso, opiniones y puntos de vista.

Un libro, un poema, una canción deben ser escritos cuando se tiene algo que decir, cuando se tiene algo que contar o comunicar; si se hiciera de otra forma estaríamos desgastando el lenguaje, vulgarizándolo, llevándolo a un estado primitivo de sonidos inentendibles, banales, que no deben perdurar en una impresión.

La vida es nuestra hoja en blanco a la que muchos le tenemos miedo, sin embargo, una gran excitación por vivir y aprovechar cada segundo y sentir la eternidad del presente también crece en nuestro interior. La dualidad de la que las tradiciones hablan también se da aquí. El temor a vivir no es ajeno al gusto por hacerlo, es el complemento en este presente sistema de cosas.

Apagué la luz, la fiesta llegaba a mis oídos, las cortina cerradas esperaban al hilo del sueño; las mujeres cantaban, no tenía mayor importancia ese hecho, lo que llamó mi atención fueron tres voces masculinas que discutían sobre temas que no entendían. Entre las sílabas y palabras entrecortadas por canciones banales intuí que era una conversación idónea de copas.

Gracias a la curiosidad y al amor por el aprendizaje seremos mejores, sin embargo, no debemos dejar que el conocimiento ahogue aquello que sirve de fundamento, aquello a lo que Sócrates llamo virtud. La capacidad de saber vivir, el buen vivir en otras palabras. Tomémonos nuestro tiempo para aprender, con tranquilidad aceptemos nuestras limitaciones.

Existe una teoría que afirma que hay personas que trabajan mejor por las tardes-noches que por el día. Da igual (para esta columna) que sea cierto o no. Lo que nos interesa es la visión que se tiene del poeta o el escritor romántico, aquel personaje que tiende a aislarse del mundo para trabajar en su siguiente obra maestra; a menudo ocurre que el libro tarda años en dejar el despacho que lo concibió, a menudo el autor reescribe su obra hasta que ya no queda nada de aquel primer borrador; la historia o la forma, el final o el inicio, pero, es indudable, que algo ha cambiado.

«Luego de dos semanas de la segunda dosis tienes un 50% en casos leves, te puedes contagiar, sin embargo, en casos graves la protección es en un…». «Yo en cambio pongo el hombro y que me inyecten lo que vayan a inyectarme».

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