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Fernando Jáuregui
La semana política
Fernando Jáuregui

El reajuste

MADRID, 8 (OTR/PRESS) Los resultados electorales, las elecciones que nos vienen este año 2024, la coyuntura internacional, reclaman, es de suponer, un reajuste importante en los 'segundos escalones'. Un reajuste en el que las compensaciones 'políticas' nada, o muy poco, tienen que ver con las capacidades técnicas. La escalada de las designaciones 'a dedo' aumenta.

Y así, dos ministros que abandonaron el Gobierno fueron obsequiados con sendas embajadas en las que nadie les esperaba, por decirlo en términos suaves, y ahora se cita mucho el nombre de un ya expresidente autonómico socialista, levantino para más señas, como firme candidato a la embajada ante la OCDE, un puesto privilegiado en el corazón de los Campos Elíseos y que, por cierto, ha sido desde hace tiempo utilizado por el PP y por el PSOE como gratificación a los fieles que no tenían cabida en otro lado.

Se escucha bastante en los ambientes políticos madrileños sobre estas mieles que emanan del máximo poder para consolar a los propios por haber tenido que quitarles un cargo o por no haberles podido dar ninguno de la máxima relevancia. Y así, ya narrado el caso de las embajadas 'políticas', vemos a ex ministras ocupando muy rentables presidencias de empresas públicas, una multiplicación de asesorías no siempre necesarias ni justificadas y un reparto de algo más que pedreas mientras la atención pública está centrada en otras cosas, como el debate de amnistía, o la negativa de Junts a respaldar los decretos gubernamentales o en la sempiterna pelea entre Sánchez y Feijoo, que, pese a lo repetida, siempre consuela no pocos titulares periodísticos.

Y no, no estoy acusando a 'este' Gobierno que preside Pedro Sánchez de ejercer en exclusiva una suerte de nepotismo, o amiguismo, o clientelismo. Esto de 'al amigo el oro, al enemigo el plomo y al indiferente la legislación vigente' es algo a lo que los españoles -y no solo los españoles, es verdad-- nos hemos acostumbrado desde tiempos ya casi inmemoriales. Quien descubre las verdaderas potestades que da el poder tiende a ejercerlo de manera lo más ilimitada posible, y es esta una observación que algunos periodistas ya hacíamos, con éxito bastante escaso, en los tiempos de la UCD de Suarez, que, de todas maneras, claro, nada que ver con los tiempos actuales.

España es un país donde los funcionarios 'políticos' superan en número, y por supuesto en porcentaje, a los alemanes, me dicen quienes saben y comparan las cifras de las poblaciones de una y otra nación. Un país donde los concursos de méritos sirven para saltárselos a la torera cuando conviene, y parece que conviene con excesiva frecuencia.

Sí, hay mucho cargo cómodo, con despacho amplio y bastante bien pagado que repartir cuando se ejerce el poder como aquí se ejerce, sin cortapisa ninguna por parte de una sociedad civil que a veces parece inexistente y con unos medios 'de fiscalización' que me temo que no podemos abarcarlo todo, desde el CIS al CNI, desde Paradores hasta Correos, desde Enresa hasta Patrimonio, desde... No, no somos, definitivamente, el cuarto poder, y menos en un Estado donde la división de poderes es, ejemplo, mejorable.

Y quien ahora ejerce el máximo poder sabe cómo ejercerlo sin complejos; es lo único que se me ocurre decir a estas alturas. Eso, y que alguien debería acompañar al poderoso, como a los aurigas romanos, diciéndole 'recuerda que eres mortal'. Si, pero ¿quién ejercerá tal función? Porque seguro que ese se queda fuera de esa lotería cuyos números son todos ganadores.

Será la Cámara Alta, porque en la Baja están de obras en los escaños, el escenario esta semana de la bronca parlamentaria presumiblemente más feroz que recordemos en tiempos. Porque lo que, entre otras cosas, se va a debatir el miércoles es nada menos que la proposición de Ley Orgánica de amnistía "para la normalización institucional, política y social en Cataluña". Puede que en Cataluña, lo admito, esta ley sea balsámica para apaciguar temporalmente algo --algo-- la calculada 'vendetta' del independentismo anclado en Waterloo; pero, desde luego, en el resto de España, especialmente en la Villa y Corte, esa normalización está muy lejos de ser un hecho. Y claro, el tema de la amnistía, que posiblemente se aprobará en primera instancia esta semana, está suscitando una auténtica bronca nacional. Lo vamos a comprobar, si nadie lo remedia, que lo dudo, esta misma semana en el Senado; y el lugar elegido para la batalla también tiene su miga.

8 de enero de 2024.

Ocurrió hace exactamente diez años, el 6 de enero de 2014. El discurso de Juan Carlos I en la Pascua Militar fue un auténtico desastre, pude comprobarlo en directo: parecía que el Rey no podía ver bien los papeles que leía, que no fijaba su atención. Tampoco pudo pasar revista a las tropas, lesionado como ya estaba. Ese día empezó a fraguarse el gran cambio político en España, el que iba a dinamitar el espíritu de la Transición. Ese día empezó a acelerarse la abdicación del monarca en su hijo Felipe, lo que iba a producirse el mes de junio siguiente, ya agobiado el rey por diversos escándalos que, desde su accidente de caza en Botswana un par de años antes, le iban cercando.

6 de enero de 2024.

Es casi un juego tradicional en las tertulias radiofónicas y televisivas en estas horas: el moderador pregunta a los tertulianos qué han pedido a los Reyes Magos, y los tertulianos nos ponemos estupendos y, en lugar de decir la verdad, que ya no creemos en nada que sea mágico, respondemos que la paz en Ucrania o el fin de las muertes en Gaza. O, ya en plan nacional, decimos que en la carta a SSMM hemos solicitado el acuerdo entre los dos grandes partidos para frenar el desmadre político, el regreso del sentido común a nuestros representantes, qué se yo. Es todos los años lo mismo: nuestras misivas al cercano Oriente deben acabar, me temo, en la papelera. Porque mejorar, lo que se dice mejorar, no mejoramos.

5 de enero de 2024.

Que estamos en un período necesitado de reconstrucción política lo muestra, entre otros muchos indicios, el que asistamos a una notable marejada en los intentos de formar un espacio de centro que suceda a los fracasados (y no tanto) intentos posteriores a la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suarez: el CDS, la 'operación reformista' de Miquel Roca, UPyD de Rosa Díez y, por fin, Ciudadanos. Quienes se apuntan a las distintas nuevas tentativas hablan de la necesidad de equilibrar y moderar un panorama político enrarecido por la crispación, el enfrentamiento, la tensión e incluso, como afirma el ex dirigente de Ciudadanos Javier Igea, el riesgo de "implosión".

4 de enero de 2024.

¿Cómo empezar 2024 de la peor manera? Pues inaugurando las primeras horas del año con una manifestación ante la sede del PSOE de Ferraz, una algarada en la que simbólicamente, y con una piñata en la que supuestamente se quería mostrar a Pedro Sánchez, la emprendieron a palos con la efigie del presidente del Gobierno, al que también se simulaba ahorcar, todo ello en medio de un lenguaje cargado de exaltación y, sin duda, de odio. Unas decenas de descerebrados que lo que hacen es fortalecer a un Sánchez que apenas tendría como enemigos palpables a energúmenos más o menos conectados con la ultraderecha y quizá con sus organizaciones. Y aquí todos tenemos que darnos algunos golpes de pecho en un 'mea culpa', porque los 'manifestantes', en número ridículo, han logrado copar las páginas de muchos diarios y los comentarios de no pocos tertulianos, entre los que supongo que ahora debería incluirme.

3 de enero de 2024.

Claro, hablar, así, en general, de que entramos en un año electoral equiparando lo de Galicia con lo de Estados Unidos es una nadería ombliguista. Pero de ambas elecciones, y de las vascas, catalanas, europeas, mexicanas y sesenta más se hablará y mucho, en confusa mezcolanza entre las páginas de nacional y las de internacional, en este 2024 que, necesariamente, habrá de ser más clarificador, esperemos, que el 2023 afortunadamente ido. Más clarificador... a menos, claro, que lo peor ocurra. Y lo peor sería, a juicio de no pocos en el mundo mundial, que Donald Trump pudiera presentarse el 5 de noviembre a las elecciones en su país y las ganara. Algo que, por increíble que pueda parecer, podría, ay, ocurrir.

1 de enero de 2024.
 
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