MADRID, 13 (OTR/PRESS) El mundo se divide en dos clases: las buenas personas y las malas. Todo lo demás, la raza, el color, el sexo, la inteligencia, la belleza es casi anecdótico, superficial. Nos viene dado sin que hayamos hecho nada para merecerlo. Hasta la felicidad es temporal, pasajera, difícil de alcanzar. Sólo se puede llegar a ella haciendo el bien. La bondad es otra cosa, quizás la única importante. Afortunadamente hay mucha más gente buena que mala, aunque éstos hagan más ruido y casi siempre nos ocupemos más de ellos que de los buenas personas. La maldad atrae y hay muchas más películas o libros sobre gente que hace el mal que sobre personas que hacen el bien. Beethoven decía que "el único símbolo de superioridad que conozco es la bondad" y para Unamuno "todo acto de bondad es un demostración de poderío". Los dos tenían razón, Un 55 por ciento de los españoles creen, según una encuesta de Ipsios, que viven en una sociedad rota y en decadencia y el 74 por ciento cree que la principal división de nuestra sociedad es entre los ciudadanos de a pie y la élite, especialmente la polìtica. Es muy grave también la división entre los ricos, pocos y cada vez más ricos, y los pobres, cada vez más con menos. No puede ser buena una sociedad que condena a la miseria y a la exclusión a tantos. No puede ser buena una sociedad donde unos pocos cometen un genocidio y matan de hambre y bombas a miles de niños inocentes sin que la sociedad entera se alce contra ellos. O aquellos que mantienen guerras injustas, todas lo son, por ambición de poder a cambio de decenas de miles de muertos y de destrucción y exilio. No pueden ser buenas personas quienes quieren expulsar a millones de inmigrantes por el mero hecho de tratar de vivir con dignidad y cuyo pecado es haber nacido donde la vida no vale nada. Tiene razón el arzobispo de Tarragona, Joan Planelles, cuando dice que ""un xenófobo no puede ser un verdadero cristiano". Ni una buena persona. Jaume Plensa, el gran escultor de cabezas gigantescas y de enorme belleza, dice que "el amor es un ligar donde creces" y que "la sociedad tiene hambre de belleza". La belleza es lo más cercano a la verdad. Plensa afirma que "los inmigrantes no son desconocidos, no son peligrosos. Son gente como nosotros pero que ha quedado colocada en una esquina equivocada del mundo y está buscando una esquina más valorable... Ir contra los inmigrantes es una de las contradicciones del ser humano". Me gusta Plensa, lo que hace y lo que dice - Es muy importante sentirse extranjero estés donde estés"- porque lleva la verdad y la belleza a la calle. Me gusta gente como Mircea Spiridom, el inmigrante rumano, mecánico de coches, que salía de trabajar y cuando vio el fuego en Soto del Real en Madrid, volvió para tratar de salvar a los caballos que habían quedado atrapados. Y perdió su vida calcinado. Me gustan esos hombres y mujeres de las brigadas contra el fuego, mal pagados, mal valorados, que se dejan la vida contra los incendios forestales, muchos de ellos provocados por malas personas. Lo contó no hace mucho Franca Velasco en un espléndido libro, "Viaje a las mujeres de fuego". Me gusta Tomás Epeldegui, uno de tantos grandes médicos que hay en este país. Pionero en integrar ingeniería y medicina en ortopedia convirtió el Hospital Ortopédico Infantil de San Rafael en Madrid en un referente internacional. Cuando se jubiló en lugar de sentirse marginado creó la ONG Cirujanos Ortopédicos de España para el Mundo y hoy coordina desde Camerún una red de 700 voluntarios que llevan esperanza y vida a miles de pacientes. "Devolver la movilidad a alguien, dice Tomás Epeldegui, es darle de nuevo su capacidad de subsistir". Algunos opinan que el bien común vuelve a estar de moda. Tengo mis dudas. Occidente que es donde se engendró el espíritu de defensa de los derechos humanos, de subsidiaridad y de solidaridad, está enterrando sus valores y primando el individualismo, el gregarismo y la arbitrariedad. Los políticos que nos rodean son especialmente culpables porque en lugar de luchar juntos por el bien de todos, priman la confrontación, el enfrentamiento, la división. Hay muchos ejemplares, pero parece como si la mayor parte de las malas personas hubieran encontrado su último refugio en la polìtica. No deberíamos permitirlo.
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