MADRID, 27 (OTR/PRESS) Que Felipe González se haya convertido, de hecho y con unas simples declaraciones radiofónicas, en el líder de la oposición a Pedro Sánchez es algo que debería hacer meditar no poco al auténtico jefe de la oposición 'oficial', el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, cercano a celebrar un congreso de su partido que debería ser el de la 'refundación', pero que, por lo que vamos viendo, se va a quedar en poco. González dio este jueves, en una entrevista con Carlos Alsina, un paso que antes no le habíamos ni escuchado ni sospechado que daría: anunció que, mientras Pedro Sánchez siga al frente del PSOE, no votará a este partido, que es el mismo que González refundó en 1974, hace más de medio siglo, en el Congreso de Suresnes, aún en la clandestinidad frente al franquismo. González ha sido, durante muchos años, un referente del socialismo nacional e internacional. Sus trece años al frente del Gobierno de España obtuvieron, junto a páginas oscuras (los GAL sobre todo), un balance globalmente positivo en cuanto a modernización de la nación y presencia internacional del país, desde América Latina hasta la UE y la OTAN. Y supo concluir su mandato posibilitando, tras unas elecciones que perdió, y tras renunciar a hacer alianzas 'contra natura' para lograr una mayoría, la llegada de José María Aznar a La Moncloa. 'Felipe' es hoy el principal superviviente de una era, la de la Transición, que algunos, entre ellos los representantes del 'nuevo' PSOE, quieren minimizar, pero que está ahí para la Historia y para meditar sobre el ejemplo que aún hoy supone para la oxidada política actual. Nadie en el PSOE, ese PSOE del que el portavoz parlamentario del 'sanchismo' Patxi López invita a marcharse a Felipe González, se había atrevido a ir tan lejos en su crítica al actual presidente del Gobierno; nadie ha atacado con tanta dureza la 'constitucionalización' de la amnistía ("una barrabasada, una vergüenza"); nadie, en el partido fundado por Pablo Iglesias Posse en 1879, había osado decir que no votará más a ese partido mientras se sustente sobre los planteamientos actuales. Sé que en el 'sanchismo', dicho sea este término por supuesto sin ánimo peyorativo, tratan de silenciar los ecos de lo que González y también Alfonso Guerra van diciendo. Lo que no sé si las dos principales formaciones de este país, PSOE y PP, están sopesando las consecuencias de esta nueva grieta que se abre en el partido gobernante: la Historia, parte de la mejor Historia del partido más veterano de España se les echa encima. Pregunté a Felipe González un día, hace ya cuatro años, por qué había acudido al 40 congreso del partido a abrazarse con Sánchez, con quien había ya mostrado profundas diferencias: "porque, aunque tú no te lo creas, sigo siendo militante del Partido Socialista Obrero Español", me respondió, tajante, a mí, que no solo le creía militante, sino refundador de la obra de Pablo Iglesias hace 146 años. Ahora, incluso ese apoyo reticente se ha acabado: Felipe ha pasado a la oposición más dura, esa que algunos aconsejan a Núñez Feijóo en las vísperas de su congreso, que por cierto coincidirá con un comité federal en el que Pedro Sánchez remodelará la cúpula socialista tras el 'affaire' Santos Cerdán. Relegar a Felipe González a la condición de 'viejo inútil' (lo he escuchado) o, peor, a representante de 'la derecha' puede ser otro más de los muchos errores que está cometiendo últimamente un Pedro Sánchez obviamente alterado y nervioso. Porque resulta que 'Felipe', a sus ochenta y tres años, acaba de ocupar el sitio de muchos desencantados con un PSOE al que no comprenden, pero que rechazan volver su vista hacia una posible coalición del PP con Vox. Es decir, está ocupando el centro de la vida política. Y este es un dato al que considero lo bastante importante como para que los líderes de las principales formaciones lo mediten: enviar a González a la 'fachosfera' es, además de una injusticia edadista, un dislate.
|