MADRID, 12 (OTR/PRESS) Lo siento, presidente, pero no puedo creerle. No basta con expresar cinco veces seguidas disculpas a la ciudadanía por la conducta de un militante socialista. Santos Cerdán era mucho más que eso, y yo no puedo creer, señor presidente, que usted no supiese nada de lo que tantos periódicos han contado y avanzado durante tantos días. ¿No lee los periódicos, señor presidente, o es que le producen tanto desprecio que, digan lo que digan, no va a tenerlos jamás en cuenta? Nos debe una disculpa a toda la profesión, y especialmente a esos abnegados compañeros que, contra viento y marea, arrostrando las peores descalificaciones -cuando menos- siguieron con su labor investigadora sobre hechos que ahora se muestran veraces. Lo siento, presidente, pero no puedo creerle. Tampoco cuando dice que pretende seguir con no sé qué proceso de regeneración democrática. La democracia, con el funcionamiento en el bunker del PSOE situado en la calle Ferraz, más bien se ha pervertido. Y quienes miraron hacia otro lado -fíjese que ni siquiera insinúo que haya habido algún tipo de cooperación- han participado en esta perversión. Como usted. Lo siento, presidente, pero no puedo creerle. Empezaría a pensar en un propósito de la enmienda si usted hubiese anunciado precisamente todo lo contrario a lo que, forzado por las circunstancias, se vio obligado a anunciar en su primera comparecencia ante los medios tras cuarenta y tres días de pertinaz silencio. Pero usted ha dicho que no piensa remodelar un Gobierno que tantas veces ha puesto, contra las evidencias y las hipótesis más razonables, la mano en el fuego por una cuadrilla de aprovechados indeseables que actuaban a la sombra de un partido histórico y con años de trayectoria gloriosa. Un partido cuya pervivencia han puesto en peligro. Lo siento, presidente, no puedo creerle. Usted no ha hablado para nada de convocar un congreso extraordinario del PSOE, que sirva para enmendar los errores del del pasado octubre, cuando ratificó usted en su puesto a Santos Cerdán, y le recuerdo que la vicepresidenta primera del Gobierno es a la vez la vicesecretaria general, número dos por tanto, del partido. ¿Nada sabía la pluriempleada señora Montero? Y hay que constatar que ni la ejecutiva, ni el comité federal, ni la portavoz, ni el responsable de comunicación, han cumplido con su deber de vigilancia y menos aún de transparencia. Lo siento, presidente, no puedo creerle. Para nada ha sugerido usted estudiar presentarse a una cuestión de confianza, como han hecho, por mucho menos, sus colegas alemán, portugués o polaco, por ejemplo. Menos aún se ha insinuado siquiera la conveniencia de celebrar un debate sobre el (desastroso) estado de la nación. Y menos aún, sigo lamentándolo, habló usted de variar sus métodos de acción política, de revisar sus relaciones con algunos de sus aliados. Ni, claro, habló usted de fomentar un diálogo con la oposición. Más bien dio la impresión de todo lo contrario. Finalmente, no le creo, presidente, porque sigue usted asegurando que no celebrará elecciones hasta 2027, cuando se cumplirá una de las legislaturas más nefastas para la democracia española que yo recuerde. Y sé que, como usted no piensa variar sus hábitos, acusará a quienes piden elecciones ya de connivencia con la oposición, de estar en la fachosfera, de intento de golpe de Estado blando y qué sé yo cuántas barbaridades más que se cuecen en la inmensa asesoría de despropósitos que es La Moncloa. Resulta muy difícil, presidente, estar de su lado, aunque tampoco se quiera estar en el otro. Porque yo me ratifico en algo que hace tiempo lamento: no le creo una palabra, presidente. ¿Cómo no voy a querer que deje ya el poder, suceda luego lo que suceda, que mucho peor no puede ser?
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