MADRID, 12 (OTR/PRESS) Resistir a las adversidades es bueno. Ninguna persona, y más si se tienen altas responsabilidades políticas, puede sucumbir a las primeras de cambio. En toda resistencia puede haber, incluso, algo de sublime, pero la línea que separa lo sublime de lo patético y de lo ridículo es fina, tan fina que puede ocurrir que el resistente no sea capaz de distinguirla. En el caso que nos ocupa que no es es otra que la determinación del Presidente de hacer frente a truenos y rayos como si estos no existieran, ha llegado a su límite. Traspasarlo es caer en el patetismo y, desde luego, en la irresponsabilidad. El auto en el que Santos Cerdán parece ser el protagonista principal, supera con creces lo esperable. El auto no es una sentencia, de manera que la presunción de inocencia, desde el punto de vista jurídico, se mantiene viva. Pero aquí no se trata de sentencia judicial, se trata de una relación de hechos con visos consistentes de credibilidad que desde el punto de vista político resulta insoportable de abordar como si, una vez más, todo fuera una conspiración, en la que el juez y la derecha se han conjurado para hacer caer al gobierno progresista. Nunca ha valido este argumento en el que durante tanto tiempo se han venido escudando pero ahora no es que ya no valga es que la menor insinuación a una posible conspiración sería algo más que patetico. Sería un insulto a la inteligencia de los españoles. El Presidente del Gobierno, que se las ha arreglado para disimular su inexplicable silencio, tiene, cada hora que pasa, menos margen de maniobra, menos excusas para seguir callado y menos tiempo para demostrar una pizca de gallardía política y asumir que en su partido no todos son impolutos, que el tiempo nuevo que supuestamente él representaba al desbancar a Rajoy por la corrupción del PP, se han convertido en viejos, muy viejos tiempos y que cuando acusa al PP del y tu más, en el fondo, está diciendo, yo también. Ignoro cuál será la estrategia que se desplegará en el PSOE de acuerdo con Moncloa, pero lo cierto es que la realidad les está arrollando, hasta el punto de que la plataforma de Sánchez, que en eso se ha convertido el PSOE, está desubicada, perpleja... y se entiende perfectamente. Lo único que no se entendería es que volvieran a las andadas, esas en las que la culpa siempre es de los demás, bien sea el juez molesto, la prensa no adicta, la derecha y todo lo que se mueva, hasta el punto de que de los dos Oscar del Ejecutivo, lo mismo desprecian en términos inaceptables a todos aquellos socialistas que libremente critican la marcha del Gobierno, que ven en todo lo que ocurre a la corrupta Ayuso sin que sobre ella pese sentencia alguna, y que tienen el poco pudor de pedir pruebas para todos los suyos pero se permiten condenar a los demás sin ni siquiera tener la condición de investigados. Si el Presidente se empecina en resistir no habrá en esta decisión nada heroico, nada sublime. Será, en todo caso, una resistencia patética. Tan patética que deja de ser resistencia para convertirse en ridículo.
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