MADRID, 11 (OTR/PRESS) Al presidente del Gobierno le pregunta el jefe de la oposición si va a exigir la dimisión del fiscal general del Estado -procesado por el Tribunal Supremo por un presunto delito de revelación de secretos- y no responde y le endosa a la Cámara un balance de gestión en el que se mezcla el aumento de la dotación para becas con lo bien que va la implantación de la fibra óptica. Calificar de sesión de control al Gobierno lo que sucede los miércoles en el Congreso sería un exceso. En realidad se trata de un ejercicio de cinismo registro en el que Pedro Sánchez parte con ventaja. Su actitud escapista, haciendo oposición a la oposición, degrada la práctica parlamentaria y convierte las sesiones en un teatro en el que la mitad de los diputados de la Cámara no quieren ver y aplauden, mientras que la otra mitad se desespera sin acertar a disimular la reiterada frustración con la que se saldan semana tras semana este tipo de sesiones que, a la postre, solo aportan titulares en los medios. Ante la evidencia de que Sánchez no contesta -y al igual que él y siguiendo su deriva, la mayoría de los ministros- desde las filas del Partido Popular los diputados buscan la combinación ingeniosa de palabras -especialidad de la diputada Álvarez de Toledo- o los pellizcos de monja -"made in Tellado"- que aseguren algún referido en los periódicos. No es mucho y quizá por eso en la bancada popular se percibe impaciencia e impotencia. La fuerza política que se deriva de la mayoría en el Senado, en buena parte de las comunidades autónomas y en muchos ayuntamientos, no se traduce en rodillo parlamentario. Alberto Núñez Feijóo con sus preguntas intenta llevar contra las cuerdas al presidente del Gobierno señalando los casos de presunta corrupción que afectan a personas de su entorno familiar y político -el ex ministro Ábalos era el número dos del Gobierno y del partido- pero Sánchez no contesta. A la postre el cara a cara se transforma en un ejercicio parlamentario inútil. Un diálogo de sordos que abre las puertas a la melancolía. Porque esto tiene pinta de que va a durar. Sánchez ya está pensando en el 27 y aún más lejos.
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