MADRID, 11 (OTR/PRESS) La muerte, no por esperada menos dolorosa, de José Enrique Serrano, que fue jefe de Gabinete de Felipe González y de Zapatero, evidencia lo que va de 'aquél' partido socialista a este. Mantuve algunos encuentros informativos conjuntamente con Serrano y con Alfredo Pérez Rubalcaba y puedo decir que constato las enormes diferencias entre el ayer o tan lejano y el hoy demasiado cercano, contaminante. Ellos, Alfredo, combatido erróneamente por haber sido el negociador con ETA, o José Enrique, a quien todos llamaban 'hombre de Estado', de ninguna manera hubiesen permitido que, por ejemplo, el 'número tres' del PSOE estuviese, como lo está Santos Cerdán, bajo sospecha. Jamás lo hubieran mantenido, como se le mantuvo, en un congreso del partido que fundó en 1879 Pablo Iglesias Posse. Y, aunque la figura del fiscal general del Estado siempre ha tenido sus controversias, creo que ni Alfredo, ni José Enrique, ni, pese a cómo acabaron sus años de mandato, Felipe González, hubiesen tolerado que las aguas llegasen hasta el nivel al que están llegando en el caso de Alvaro García Ortiz. Eran, con todos sus altibajos, hombres de Estado y, aunque la palabra no esté muy de moda, también patriotas. No, la historia del Partido Socialista, que es en buena parte la historia de José Enrique Serrano, registra muchos claroscuros, desde luego. Pero creo que lo pegajoso del 'caso Abalos' (sí, hay caso), o Koldo, o Santos Cerdán ('el tercer hombre', se le llama en uno de esos muchos audios que nos van llegando, incontrolados e incontrolables, a los periodistas) nunca hubiese sido tolerable, ni tolerado, en la era, tan pretérita ya, de Felipe González. Ni tampoco, digan ahora lo que digan, en la de 'aquel' Zapatero. Hay, en el paso de las gobernaciones socialistas, episodios lamentables: con Serrano he tenido la oportunidad de comentarlos no pocas veces, y él, desde su atalaya privilegiada y siempre curiosa, fue crítico y activo en la restauración de equilibrios que estuvieron a punto de perderse, e incluyo aquí ciertos episodios de la 'etapa Rubalcaba'. Pero nunca, jamás, esto. He escuchado a acérrimos partidarios de Pedro Sánchez criticar no poco a González, equiparado por ellos ahora a un 'hombre de la derecha', y no digamos ya a Alfonso Guerra, que se atreve a comparecer en medios de la 'oposición', esos a los que desde La Moncloa se califica de 'fachosfera'. Y, a su vez, he escuchado, aunque con sordina, a bastantes socialistas de los tiempos pasados (no todos, ciertamente) expresarse en términos bastante duros con el llamado 'sanchismo'. Y creo que esos críticos con sordina tienen razón: algo ocurre cuando se puede acusar al presidente del Gobierno de incumplir palmariamente la Constitución y que nada suceda, ni al presidente ni a quien le acusa. Algo muy serio está pasando cuando el presidente lleva mes y medio hurtando una tanda de preguntas, respuestas y repreguntas a los periodistas, que, les guste o no, seguimos siendo los intermediarios entre las fuentes y la ciudadanía. Algo muy grave está sucediendo cuando los titulares de los odiados digitales ( y no solo los digitales) se centran, sin poder ser desmentidos, en presuntas culpas del hombre que controla desde el 'bunker' de Ferraz al partido que sustenta la gobernación de la cuarta potencia económica de la Unión Europea, o sea, España. Como periodista, reclamo una rueda de prensa -con preguntas sin filtro y posibilidad de repreguntas- del presidente, otra de Santos Cerdán, otra del fiscal general, otra del presidente del Tribunal Constitucional (antes de que explote con el Tribunal Supremo la guerra de la amnistía, la madre de todas las batallas que está ahí, llamando a la puerta). No puede ser que se mantengan tantos silencios y, al tiempo, se ensayen tantas maniobras orquestales en la oscuridad. Sé que José Enrique (como Alfredo, por cierto) se fue lleno de reproches hacia algunos de los que aún seguía considerando suyos. Cuánta falta nos harían unos cuantos joseenriques (y otros tantos alfredos, desde luego) que se atreviesen a alzar la voz por encima del fango, salvando así de la quiebra al partido más histórico de nuestro país.
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