MADRID, 10 (OTR/PRESS)La televisión pública, en su desesperada carrera por recuperar audiencia, ha entrado en una senda peligrosa, al tratar de emular lo peor de la televisión de Berlusconi. Aquella Mediaset de las "mamá chicho", de la que ahora reniega Telecinco. El riesgo alcanza a los solventes servicios informativos de la casa. Sus profesionales, muchos de ellos excelentes periodistas, ven con estupor y preocupación como el espectáculo y el faranduleo se inmiscuye en su labor, y han alzado la voz. Para cubrir el Cónclave y la elección de un nuevo Papa están las presentadoras de los dos telediarios, bregadas en corresponsalías y con años de servicio. Que una productora, ajena a informativos, envíe a una colaboradora a informar para la "Familia de la tele" ha creado mucho malestar. Ya es llamativo que se recupere un formato de entretenimiento, descartado por Telecinco, en un ente público que no necesita reclamos populistas para atraer a la publicidad. Pero la actual dirección parece empeñada en rescatar lo que otros abandonan por chusco y viejuno. También se ha sumado TVE a la moda de incorporar a los debates políticos personajes cómicos, que interpretan la actualidad en modo chascarrillo. Como si esta forma ligera de analizar la actualidad sirviera para quitar crispación a la vida política. Al margen de esta deriva bullanguera queda, de momento, Radio Nacional. Sus informativos y programas siguen siendo ese reducto de solvencia y seriedad, como se demostró el día del apagón. Horas en directo, con conexiones con toda España, y todos sus periodistas en la calle tratando de averiguar lo sucedido. Pero esos informativos, sin cortes publicitarios, también corren peligro en esta nueva etapa de la casa. El director general ya ha anunciado que, tras el verano, se avecinan cambios "dolorosos" en la parrilla. Témanse lo peor. Todavía puede suceder que las "Mañanas de RNE", o el informativo nocturno "24 Horas", acaben dirigidos y presentados por personajes del Hola. Viendo los pobres índices de audiencia del nuevo programa de Belén Esteban, Patiño y compañía, pese a la promoción que se le ha hecho, los espectáculos de bienvenida y demás fastos, queda la esperanza de que los directivos de RTVE reconsideren el giro que le han dado a la programación y se recupere la exigible solvencia de una televisión, subvencionada por el Estado, y que es de todos. Demasiado ha tardado el Consejo de Redacción en alzar la voz.
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