MADRID, 7 (OTR/PRESS) Otro miércoles fallido en la tribuna del Congreso o frente al televisor. Esta vez, para consumo rápido de dos extremismos: el medioambiental y el pacifista. En eso se convirtió la comparecencia del presidente del Gobierno para debatir, que no votar, en torno a los apagones de los dos últimos lunes y los planes de rearme militar comprometidos con la UE. La clase política no dio margen para revisar la conclusión de que, tras los dos grandes apagones de la temporada, eléctrico y ferroviario, seguimos estando a oscuras. Por encima de los enfrentamientos ideológicos sobre la llamada "transición ecológica", los ciudadanos piden que no se apague la luz y que los trenes no se paren en medio de la nada. El debate parlamentario derivó hacia lo ideológico. Era la coartada mayor del Gobierno para lavarse las manos como presunto responsable de los fallos en dos servicios públicos esenciales. La coartada menor, por inesperada, por atrevida, fue referirse a esos al suministro "cero" eléctrico del lunes 28 de abril como un regalo del destino, pues Sánchez quiso convencernos de que las desgracias sirven para ver lo buenos que somos y lo bien que nos va a todos. Como lo oyen, oigan. Con argumentos dignos de mejor causa, el presidente nos explicó que la oscuridad mejora el civismo de los españoles, reduce considerablemente los habituales índices de delincuencia y se convierte en la enésima prueba de que la religión verde es la verdadera frente a los sermones de quienes defienden la energía nuclear en nombre de intereses privados e inconfesables. Así sonó a sarcasmo pedir a la oposición "colaboración y responsabilidad". Se lo puso fácil al líder del PP. Feijóo le afeó las trampas de un relato pensado para que los diputados le felicitaran por generar una sensación de caos generalizado, cuando lo ocurrido exige dimisiones y no excusas. "La cuarta economía del euro no va a tolerar que lo del 28 de abril se salde sin dimisiones", dijo antes de rematar con la idea de que los apagones no son hechos aislados sino una forma de gobernar. Si los apagones acercaron al sindicato de socorristas de Sánchez a su muy ecológica izquierda, el rearme militar alejó a los muy pacifistas socios y aliados del Gobierno. Menos mal que solo se trataba de debatir. Una votación sobre el aumento de los gastos en seguridad y defensa hubiera retratado la debilidad parlamentaria de un Gobierno con objetores por la izquierda y por la derecha. Una derecha que calienta motores en vísperas de la manifestación del sábado que viene ("Por la dignidad de España: Sánchez dimisión, elecciones ya") y que este miércoles estuvo representada por un tronante líder del PP, cuyas intervenciones giraron en torno al hilo conductor de que "decir Sánchez es decir caos".
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