MADRID, 7 (OTR/PRESS) La verdad es que, oyendo a Pedro Sánchez este miércoles en el Congreso en su bucólico relato sobre el día del apagón, uno casi tenía la impresión de que había sido un día de fiesta más. Escuchando, en la misma sesión parlamentaria, a Alberto Núñez Feijoo o a Santiago Abascal, la sensación era la de que nos hallamos en un país en quiebra, casi en peligro de no supervivencia tras las jornadas de oscuridad y de caos ferroviario. Las dos Españas ciertamente no han limado sus fronteras, sino que parecen estar elevando las barreras entre ellas. En un mundo que cambia acelerada y preocupantemente, no cabe otro remedio que pensar que en nuestro país nada se mueve en lo sustancial. Es la hora de las grandes reformas y de los grandes acuerdos y la estamos dejando pasar. "¿Qué se ha creído que es?", interpeló el presidente del Partido Popular a Pedro Sánchez en la sesión en la que el jefe del Gobierno compareció para explicar el apagón y para hablar de los gastos en defensa y seguridad. Para Feijoo, el presidente del Gobierno ni acertó a explicar las causas últimas del corte de la luz el pasado día 28 ni pudo tampoco aclarar a los españoles cómo se van a pagar los diez mil cuatrocientos millones que exige la OTAN a nuestro país en aumento de gastos de defensa. Para Feijoo, Sánchez no tiene nada: ni cohesión en su Gobierno, ni una mayoría en el Parlamento, ni siquiera Presupuestos. Asegurar una mayoría parlamentaria o ir a elecciones es la receta que ofreció el líder de la oposición para salir de este trance, en un tono crecientemente airado hacia Sánchez que hace alejarse cualquier esperanza de acuerdo, incluso frente a los aranceles norteamericanos, entre las dos fuerzas políticas mayoritarias en el país. La sesión parlamentaria se convirtió casi en un debate sobre el estado de la nación, con algunas referencias a los temas internacionales, pero sin especiales alusiones específicas al inquilino de la Casa Blanca, que se sigue beneficiando de las elipsis gubernamentales (y de la oposición) a la hora de referirse e a su política de destrucción de casi todo lo que había estado vigente hasta ahora. Y es precisamente esta constatación, la de que se está destruyendo todo un 'statu quo' vigente en el mundo hasta la llegada de la Administración republicana al gobierno norteamericano, lo que echamos de menos en el debate parlamentario, muy importante sin duda, de este miércoles. "Este debería estar siendo un debate de Estado y no lo está siendo", declaró, pienso que con razón, el republicano catalán Gabriel Rufián en su intervención. Precisamente en el mismo día en el que una Institución tan clave para la estabilidad mundial como la Iglesia católica comenzaba a elegir a su nuevo máximo responsable en la que será una indudable nueva era, a pocas horas de que dos potencias nucleares, India y Pakistán, se enzarzasen en una nueva acometida, un debate parlamentario en la cuarta potencia del euro hubiese reclamado seguramente tonos y contenidos diferentes, más allá del continuismo en el duelo a garrotazos entre el Gobierno y la oposición y mucho más allá, desde luego, de dogmas ideológicos o de acusaciones sin pruebas. Como por ejemplo, sugerir, como sugirió Sánchez, que quien defiende el aplazamiento en el cierre de centrales nucleares lo hace impulsado por intereses de 'lobbies'; Rufián fue más lejos sugiriendo pagos 'bajo cuerda' "para que algunos se forren". Así estuvieron las cosas en el Legislativo de España. Feijoo comenzó su intervención diciendo enfáticamente que un apagón en la cuarta potencia de la UE no puede tolerarse sin dimisiones. O sin ceses, es de suponer. La verdad es que Sánchez pasó por el difícil trance de abordar la explicación sobre la 'jornada negra' del día 28 tratando de minimizar su alcance y sin culpar a ninguno de los estamentos a los que desde los medios o desde la oposición se han pedido explicaciones más completas: claro que ni el Gobierno ni Red Eléctrica tienen la culpa (no toda al menos) del corte de luz, pero el episodio no puede sustanciarse sin más. Seguramente, aunque no fuese más que cosméticamente, este episodio no podría subsanarse sin algún cambio de caras. Pero ni eso parece querer cambiar Sánchez por mucho que el resto del mundo se empeñe en instalarse en un Cambio que, al fin, puede que no sea del todo beneficioso, por lo que vamos viendo. Y precisamente por eso mismo es urgente afrontarlo para aprovecharnos de él. O defendernos de él.
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