MADRID, 5 (OTR/PRESS) La diferencia de comportamiento electoral de la izquierda y la derecha españolas es una de las claves políticas emocionales que, en muchas ocasiones, determinan los resultados finales. Un elemento diferenciador prevalece por encima de todos los demás: la contumacia de los primeros y la falta de perseverancia de los segundos. El sanchismo, como manifestación exacerbada, es una clara demostración de lo dicho. El sectarismo se ha convertido ya en la principal seña de identidad ideológica: no importan ni penalizan la mentira, la corrupción, los fiascos y la sumisión de los principios y aceptación sistemática del chantaje mas infame. Da igual. Y ello supone una indudable baza electoral. Pero a ello se añade además, y como otra seña distintiva, el clavar los dientes, aferrarse al bocado y no soltar la presa jamas día tras día, mes tras mes, año tras año y hasta un siglo después de lo que consideran que es una debilidad del enemigo y algo donde pueden hacer daño y sacar ellos ventaja. Son sin duda quienes más aprovechan las catástrofes y mejor hurtan el cuerpo cuando les pueden señalar a ellos. La absoluta y total falta de autocrítica externa e interna y la tendencia al culto al líder completan el paisaje emocional. Las derechas, por contra, donde se esmeran es en la demolición de sus propios liderazgos, la critica en cualquier corro es feroz y cada uno de los intervinientes lo haría mucho mejor que quien en ese momento les representa o tienen un candidato alternativo que proponer al actual. Pero lo peor no es eso, sino la falta de empeño y continuidad. Sobre todo en sus tiempos de oposición. El Gobierno debería caer ya, de primeras, mañana ya es tarde y eso es porque las cosas se hacen mal. Y ello, claro, lleva a la frustración. Porque eso no es cosa que depende sino de las urnas, y hay que saber esperar a que toquen y seguir picando para ganar o de la dimisión de aquel a quien se quiere echar. No se puede dimitir por él. Esa impaciencia que en no pocos casos se convierte en desolación acaba por tener efectos muy adversos, pues amén de la consabida idiocia de que suele hacer gala desperdiciando voto, aparece la falta de perseverancia como factor crucial. De "esto debe ser hoy y no se puede aguantar ni un día mas" y, al no serlo, tirar la toalla y considerar que de nada sirve hace nada y caer en la depresión se puede pasar a un "esto está ganado" y dejar de remar. La derecha no sigue los temas, no fija presa ni objetivo a batir y cuando agarra suelta y se pone a saltar detrás de la liebre que salta o que le ponen a saltar. A las urnas puede irse pasado mañana, pero ello no está en manos de la oposición, y hacer de ello, aunque se reclame de continuo, objetivo preliminar a conseguir, es un canto a la melancolía. El camino, duro y fatigoso pero el que da resultados es seguir haciendo y abriendo brecha y socavar los cimientos del contrario de continuo y sin parar. Eso lo sabe hacer muy bien la izquierda. La derecha es la que no lo sabe, y ya debería haber aprendido la lección, hacer. La azada electoral la maneja bastante mal. Las encuestas y el clima de opinión de la población española, apuntan a que el rechazo al gobierno actual es muy potente. El conjunto de la derecha se asienta en posiciones de clara ventaja. Si no hay disolución de las Cámaras, quedan dos años aún, pero por delante ya pronto habrá citas con las urnas, y ahí se va a comenzar a medir de verdad cuál es el estado real de ánimo de los españoles. Hay mucho por delante pero si no se cava no hay huerto y si se deja de regar, tampoco hay tomates. Tal vez debieran hacer una escuela de aprender a manejar la azada y y obligar a todos los que pretenden comerse alguno, a cavar.
|