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A. Alonso, Madrid

Un 155 legal... Un gobierno timorato

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Muchas veces hablar como gobernante no significa estar actuando como gobernante.


La hipócrita e interesada locuacidad de la mala política convierte en palabrería, en ocasiones mitinera y en ocasiones paternalista, lo que debería ser un discurso serio.


Me estoy refiriendo al manoseado tema catalán que, de transcendente, se está convirtiendo en cansino espectáculo de “NODOS” triunfalistas con sesgos de nazismo esperpéntico.


El gobierno aplica legalmente el artículo 155 y cuando estructura su implantación se olvida consciente o inconscientemente de los aspectos fundamentales, raíces que generaron la situación extrema de “levantamiento” social.

El gobierno se olvida de la educación utilizada políticamente durante muchos años, se olvida de las redes sociales convertidas en plataformas internaciones de propaganda interesada, se olvida de los medios de comunicación financiados y utilizados de forma reiterada para alimentar el “devenir” hacia una república independiente, se olvida dar a conocer a toda España los detalles del famoso “proceso catalán” y haber utilizado las redes sociales, las televisiones y las emisoras de radio... se olvidó del CNI y sus “aparentes” fuera de juego... se olvidó que España tiene derecho a que se le diga TODO... TODO... y eso obliga a dejar de lado los discursos oficiales y dedicarse a ENSEÑAR OBJETIVAMENTE la realidad catalana sin buscar beneficios electorales.


Todo eso ha hecho que la implantación del artículo 155 haya parecido más bien una “opereta satírica” sin consecuencias reales para todas aquellas personas con cerebros lavados diariamente durante décadas.


En estos casi dos meses de paseíllo, los medios catalanes han seguido, como si tal cosa, adoctrinando a la población civil, insultando al resto de españoles e, Interiormente, diciendo: “A que no se atreven... A que no se atreven...”


Lo peor de una cirugía es tener miedo al bisturí...

Un 155 legal... Un gobierno timorato

A. Alonso, Madrid
Lectores
viernes, 29 de diciembre de 2017, 00:03 h (CET)

Muchas veces hablar como gobernante no significa estar actuando como gobernante.


La hipócrita e interesada locuacidad de la mala política convierte en palabrería, en ocasiones mitinera y en ocasiones paternalista, lo que debería ser un discurso serio.


Me estoy refiriendo al manoseado tema catalán que, de transcendente, se está convirtiendo en cansino espectáculo de “NODOS” triunfalistas con sesgos de nazismo esperpéntico.


El gobierno aplica legalmente el artículo 155 y cuando estructura su implantación se olvida consciente o inconscientemente de los aspectos fundamentales, raíces que generaron la situación extrema de “levantamiento” social.

El gobierno se olvida de la educación utilizada políticamente durante muchos años, se olvida de las redes sociales convertidas en plataformas internaciones de propaganda interesada, se olvida de los medios de comunicación financiados y utilizados de forma reiterada para alimentar el “devenir” hacia una república independiente, se olvida dar a conocer a toda España los detalles del famoso “proceso catalán” y haber utilizado las redes sociales, las televisiones y las emisoras de radio... se olvidó del CNI y sus “aparentes” fuera de juego... se olvidó que España tiene derecho a que se le diga TODO... TODO... y eso obliga a dejar de lado los discursos oficiales y dedicarse a ENSEÑAR OBJETIVAMENTE la realidad catalana sin buscar beneficios electorales.


Todo eso ha hecho que la implantación del artículo 155 haya parecido más bien una “opereta satírica” sin consecuencias reales para todas aquellas personas con cerebros lavados diariamente durante décadas.


En estos casi dos meses de paseíllo, los medios catalanes han seguido, como si tal cosa, adoctrinando a la población civil, insultando al resto de españoles e, Interiormente, diciendo: “A que no se atreven... A que no se atreven...”


Lo peor de una cirugía es tener miedo al bisturí...

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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