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Tomarte las uvas, que son tan viejas aunque sean nuevas, aunque estén protegidas por papeles del sol de Levante

Tópicos de Navidad

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Ver luces, como un niño que a ver luces empieza; caminar en la nieve, estampando las primeras huellas en esa hondura mágica, mientras tiramos pelotas que se funden y explosionan hasta darte en la cara con la fuerza del frío y de la misma nieve; transitar por la niebla con miedo de que los faros te fallen en los ojos del coche en Nochebuena; ver Belenes de todos los tamaños y colores, y materiales, o ver el mismo Belén de todos los años que a otros tiempos recuerda con hábito y nostalgia.


Tomar churros con chocolate en fechas navideñas cuando a lo peor ya no puedes tomarlos, por aquello de que fue buena costumbre; pisar las alfombras comerciales, húmedas siempre, sólo para demostrar que también el consumismo se hace agradable; lanzar deseos para todo un largo año, que se quedarán cortos en apenas otro mísero año que el tiempo nos depare; y recibirlos, con gusto de amigos, clientes, compañeros y de todas partes y en todos los tonos de ánimo y formatos posibles.


Preparar un año más el pavo insulso que no se anima nada más que cuando le echas las almendras o las ciruelas pasas, o las tiras de beicon ahumado; pelar los langostinos con ganas, y los mariscos varios, como si no hubiera otros que pelar en todo tiempo. Preparar la magia de los aguinaldos ya transformada en regalos de un señor vestido de rojo y blanco que dice que te lo trae todo de Laponia, como si no hubiera tareas más difíciles en Navidad que ésa en toda convivencia.


Levantarte tarde sin la mala conciencia, por unas vacaciones que vienen y se alejan tan rápido como la luz del invierno al que representan; tomar el mazapán y escuchar las desaparecidas voces de tu familia tras cada figurita, sonidos que te hacen imposible saborearlo como quisieras por todo lo que tiene de mazapán antiguo y visceral.


Tomarte las uvas, que son tan viejas aunque sean nuevas, aunque estén protegidas por papeles del sol de Levante o por el almíbar de lata, que ya no sabe a nada más que a almíbar y a lata; y brindar con cava por el tiempo que queda o les queda a los que te rodean; bueno, mejor con vino espumoso que hay que levantar la tierra, el majuelo más grande que tenemos, sin marginar a nadie que otros ya se saben marginar ellos solos.


Ver una peli con sofá-manta, mientras los cristales chorrean algo parecido a una lluvia que por no calar, no cala las conciencias de la siempre injusta Navidad.


Todos esos tópicos que en la juventud cuestionas, o dejas de aceptar o disfrutar, y los cambias por discusiones varias, viajes al mar, hoteles fríos de discordias, alejamientos varios y otros tópicos que no son Navidad, te llegan un diciembre o un enero de golpe, cuando en la vida ya han crecido los niños y no hay muchas navidades ni muchos tópicos navideños que mostrar.

Tópicos de Navidad

Tomarte las uvas, que son tan viejas aunque sean nuevas, aunque estén protegidas por papeles del sol de Levante
Nieves Fernández
miércoles, 27 de diciembre de 2017, 07:32 h (CET)

Ver luces, como un niño que a ver luces empieza; caminar en la nieve, estampando las primeras huellas en esa hondura mágica, mientras tiramos pelotas que se funden y explosionan hasta darte en la cara con la fuerza del frío y de la misma nieve; transitar por la niebla con miedo de que los faros te fallen en los ojos del coche en Nochebuena; ver Belenes de todos los tamaños y colores, y materiales, o ver el mismo Belén de todos los años que a otros tiempos recuerda con hábito y nostalgia.


Tomar churros con chocolate en fechas navideñas cuando a lo peor ya no puedes tomarlos, por aquello de que fue buena costumbre; pisar las alfombras comerciales, húmedas siempre, sólo para demostrar que también el consumismo se hace agradable; lanzar deseos para todo un largo año, que se quedarán cortos en apenas otro mísero año que el tiempo nos depare; y recibirlos, con gusto de amigos, clientes, compañeros y de todas partes y en todos los tonos de ánimo y formatos posibles.


Preparar un año más el pavo insulso que no se anima nada más que cuando le echas las almendras o las ciruelas pasas, o las tiras de beicon ahumado; pelar los langostinos con ganas, y los mariscos varios, como si no hubiera otros que pelar en todo tiempo. Preparar la magia de los aguinaldos ya transformada en regalos de un señor vestido de rojo y blanco que dice que te lo trae todo de Laponia, como si no hubiera tareas más difíciles en Navidad que ésa en toda convivencia.


Levantarte tarde sin la mala conciencia, por unas vacaciones que vienen y se alejan tan rápido como la luz del invierno al que representan; tomar el mazapán y escuchar las desaparecidas voces de tu familia tras cada figurita, sonidos que te hacen imposible saborearlo como quisieras por todo lo que tiene de mazapán antiguo y visceral.


Tomarte las uvas, que son tan viejas aunque sean nuevas, aunque estén protegidas por papeles del sol de Levante o por el almíbar de lata, que ya no sabe a nada más que a almíbar y a lata; y brindar con cava por el tiempo que queda o les queda a los que te rodean; bueno, mejor con vino espumoso que hay que levantar la tierra, el majuelo más grande que tenemos, sin marginar a nadie que otros ya se saben marginar ellos solos.


Ver una peli con sofá-manta, mientras los cristales chorrean algo parecido a una lluvia que por no calar, no cala las conciencias de la siempre injusta Navidad.


Todos esos tópicos que en la juventud cuestionas, o dejas de aceptar o disfrutar, y los cambias por discusiones varias, viajes al mar, hoteles fríos de discordias, alejamientos varios y otros tópicos que no son Navidad, te llegan un diciembre o un enero de golpe, cuando en la vida ya han crecido los niños y no hay muchas navidades ni muchos tópicos navideños que mostrar.

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