En puertas de un otoño que todos auguran más que calentito, nuestros políticos vuelven a sus puestos de combate sin estar dispuestos a claudicar por un solo segundo. Un año más, la cuasiprotocolaria visita del líder de la oposición al presidente Zapatero, arroja un resultado que bien merece mencionar.
Está claro que Rajoy tiene que mantener su papel, ustedes ya me entienden:
1– Que Zapatero es culpable de todos los males del mundo.
2– Que este gobierno de ultraizquierda nos va a llevar a todos a la ruina, porque no tiene un rumbo fijado y navega a la deriva.
3– Que el pueblo español se equivocó al no elegirle a él como presidente.
Sin embargo, me parece del todo curioso que, por fin, Rajoy comience a asumir sus propias limitaciones, aunque lo haga de una forma indirecta. Me explico.
A la salida de su encuentro con Zapatero, el veraniego Mariano no dudó en afirmar categóricamente que, tras aquella reunión, aún no entendía cuál era el objeto de la misma.
Pues ya se sabe. Bueno es que comience por asumir sus propias dificultades para comprender o, en su caso, entender los mensajes que se le lanzan. Hasta ahora se había limitado a desoír a la ciudadanía y a apoyar, sin ningún género de dudas, a sus más ultraderechistas colaboradores en los ataques perpetuos a la diversidad de España y los españoles. Sin embargo, a partir de ahora, el Gobierno y los ciudadanos ya sabemos que a Rajoy le cuesta entender las cosas.