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La estrategia de araña

Teoría sobre un juego político
Luis del Palacio
jueves, 20 de septiembre de 2012, 10:23 h (CET)
Si no fuera porque la infalibilidad es sólo cosa del Papa, afirmaría que la reciente dimisión de Esperanza Aguirre como Presidenta de la Comunidad de Madrid es un ejemplo del “libro-manual del político avezado” y que su vuelta a los ruedos (de ella, a quien no se le cayeron los anillos heráldicos consortes elevando la tortura animal a la categoría de “bien de interés cultural”) es cuestión de meses. No me gusta apostar. Aguardaré a que Eurovegas –aquella gran esperanza de Aguirre- esté lista para atrapar infelices, pero, de hacerlo, me inclinaría por par y negro: dos nombres de la “gran política” que esperan agazapados a que la situación se ponga mucho más negra, antes de dar el salto y presentarse como “la solución final” (versión latina; no teutona ¡líbrenos Dios!)

Aquella cancioncilla de los años 60, machacona y bastante insoportable, en cuyo estribillo se decía que la vida era una tómbola, condensaba buena parte de un rasgo del carácter español, que tiende al fatalismo, a considerar que todo está escrito y que sólo cabe confiar en la rueda de la fortuna o en la Providencia. Y si bien es verdad que resulta tentador considerar la existencia propia como elemento de un singular juego cuyas reglas sólo conseguiremos entrever por inducción, no es menos cierto el riesgo que se corre si nos equivocamos en cuanto al tipo de juego que elegimos; ya que hay básicamente dos clases de juego; los de puro azar, en los que apenas interviene la inteligencia y aquellos en los que esta desempeña un papel fundamental. El ajedrez o el billar serían perfectos ejemplos de los segundos.

La política es otro gran juego de inteligencia. Por supuesto cuenta con reglas propias; pero lo que lo distingue de los demás es que las normas que lo rigen no son estrictas, sino que tienen la capacidad de adaptarse o variar según se desarrolle la partida. Es un puro juego de estrategia en el que “plantarse” equivale a hacerse con el comodín del tiempo.

La evolución de esta particular partida podría, a partir de este momento, ser la siguiente:

La situación económica y social española se deteriora día a día. El Presidente del Gobierno hace juegos malabares para que el temido y, a decir de los expertos, inevitable rescate total a cargo del Banco Central Europeo no se produzca antes de las elecciones gallegas, el próximo 21 de octubre. Rajoy trata de evitar el varapalo electoral a toda costa, y acaso lo consiga. No obstante, de producirse a continuación el previsible rescate, parece improbable que el Gobierno logre mantenerse indemne tras los inevitables y lacerantes recortes sociales que vendrían impuestos desde fuera. La convocatoria de elecciones generales sería cuestión de meses. Resultaría impensable la permanencia en el Poder de Rajoy y sus ministros y que se agotara la legislatura. Lo normal sería –aunque no deja de ser un futurible- que el PP intentara evitar la debacle electoral y, ante el anuncio de elecciones generales, convocara un congreso extraordinario, con objeto de elegir a un candidato a la Presidencia del Gobierno. No sería este, desde luego Mariano Rajoy, figura políticamente achicharrada para los restos, sino otro. O, quizá, otra…

La poca o relativa entidad de los líderes del PP en activo hace que resalten los jugadores más hábiles de esta partida. Los eternos rivales, Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre. ¿Se imaginan el morbo?

Será interesante ver cómo evolucionan los acontecimientos. Y no me gustaría que se me tachara de cicatero si digo que Aguirre, mientras disfruta en los meses venideros de la compañía de sus nietos y de regar sus plantas tras volver de la oficina, oirá con gusto cómo va creciendo la hierba y se deleitará pensando en su penúltima jugada maestra: haber hecho mutis en el momento justo (¡Ay, Alberto! Qué mal te veo)…

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