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De la marea verde al chapapote de PISA

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Huelga en la enseñanza. En ventanas y paredes de institutos públicos, algo impensable en países del norte de Europa de esos que salen bien en los informes PISA y en donde la educación es algo serio, ondeaban la semana pasada sábanas llamando a estudiantes y profesores a la huelga. Resultó ser, como todo lo que últimamente vienen organizando los sindicatos, un perfecto fracaso. Y es que lo de los de siempre, los que tienen secuestrada la educación, ya no cuela. No cuela que salgan a la calle cuando se tocan sus privilegios (se imponen más horas de trabajo y se persigue el absentismo laboral) y retribuciones (suponen el 70% del gasto en Educación) y lo hagan de la mano de los sindicatos de estudiantes, refugio ideal de ejemplos de fracaso escolar. Jamás se han manifestado exigiendo la derogación de la escuela comprensiva que tan nefastos resultados ha dado desde que en los ochenta Alfredo Pérez Rubalcaba, junto a Álvaro Marchesi y el ministro Maravall (“hay que secuestrar el alma de los niños”), pusiera en marcha un sistema adoctrinador e igualitarista que ha derivado en un absoluto fracaso educativo. ¿Dónde estaba esta tropa cuando España quedaba retratada en los informes PISA? ¿Dónde cuando la clase política imponía la promoción automática, liquidaba el cuerpo de catedráticos de instituto, llenaba de comisarios políticos revestidos de pedagogos las aulas o eliminaba cualquier vestigio de autoridad – que no de autoritarismo- del maestro? Aplaudiendo el igualitarismo, justificando la LOGSE. Por eso lo suyo no cuela.

Al 30% de fracaso escolar, un escándalo, hay que sumar el 30% de analfabetismo funcional que sale de las aulas. Ejemplos del resultado del sistema los tenemos hasta en el Congreso de los Diputados. Ni una sola de nuestras universidades, y mira que tenemos casi tantas como bares, se encuentra entre las 200 mejores del mundo. La Formación Profesional está absolutamente devaluada y todo hijo de vecino ocupa un asiento, quiera estudiar o no, en las universidades. No son pocos los jóvenes que creen que por el mero hecho de nacer tienen “derecho” a acceder a la universidad. De templo de excelencia a templo de excrecencia.

Además, estos días se anda discutiendo mucho acerca de la asignatura cuadratura del círculo de una escuela que enseña a los chicos qué tienen que pensar en lugar de enseñarles a pensar y por tanto a ser libres, llamada Educación para la Ciudadanía. Asignatura introducida por Rodríguez Zapatero en nuestro sistema educativo para dar satisfacción a su clientela electoral más radical: desde la extrema izquierda de la memoria histórica hasta el lobby feminista radical. El ministro de Educación popular, José Ignacio Wert, se ha metido en un charco al no haber anunciado, sencillamente, la supresión de la misma, pretendiendo cambiar sus contenidos, lo que deja la puerta abierta a volver a las andadas en cuanto haya un cambio de gobierno.

Pero lo peor del asunto no es tanto que haya huelgas o que a la izquierda no le gusten los nuevos contenidos de su querida EpC. Lo peor es que ese debate tapona el realmente necesario, que es el de la reforma integral, total y absoluta de nuestro sistema educativo. Quizá sea lo que la clase política busca.

De la marea verde al chapapote de PISA

Almudena Negro
lunes, 28 de mayo de 2012, 07:15 h (CET)
Huelga en la enseñanza. En ventanas y paredes de institutos públicos, algo impensable en países del norte de Europa de esos que salen bien en los informes PISA y en donde la educación es algo serio, ondeaban la semana pasada sábanas llamando a estudiantes y profesores a la huelga. Resultó ser, como todo lo que últimamente vienen organizando los sindicatos, un perfecto fracaso. Y es que lo de los de siempre, los que tienen secuestrada la educación, ya no cuela. No cuela que salgan a la calle cuando se tocan sus privilegios (se imponen más horas de trabajo y se persigue el absentismo laboral) y retribuciones (suponen el 70% del gasto en Educación) y lo hagan de la mano de los sindicatos de estudiantes, refugio ideal de ejemplos de fracaso escolar. Jamás se han manifestado exigiendo la derogación de la escuela comprensiva que tan nefastos resultados ha dado desde que en los ochenta Alfredo Pérez Rubalcaba, junto a Álvaro Marchesi y el ministro Maravall (“hay que secuestrar el alma de los niños”), pusiera en marcha un sistema adoctrinador e igualitarista que ha derivado en un absoluto fracaso educativo. ¿Dónde estaba esta tropa cuando España quedaba retratada en los informes PISA? ¿Dónde cuando la clase política imponía la promoción automática, liquidaba el cuerpo de catedráticos de instituto, llenaba de comisarios políticos revestidos de pedagogos las aulas o eliminaba cualquier vestigio de autoridad – que no de autoritarismo- del maestro? Aplaudiendo el igualitarismo, justificando la LOGSE. Por eso lo suyo no cuela.

Al 30% de fracaso escolar, un escándalo, hay que sumar el 30% de analfabetismo funcional que sale de las aulas. Ejemplos del resultado del sistema los tenemos hasta en el Congreso de los Diputados. Ni una sola de nuestras universidades, y mira que tenemos casi tantas como bares, se encuentra entre las 200 mejores del mundo. La Formación Profesional está absolutamente devaluada y todo hijo de vecino ocupa un asiento, quiera estudiar o no, en las universidades. No son pocos los jóvenes que creen que por el mero hecho de nacer tienen “derecho” a acceder a la universidad. De templo de excelencia a templo de excrecencia.

Además, estos días se anda discutiendo mucho acerca de la asignatura cuadratura del círculo de una escuela que enseña a los chicos qué tienen que pensar en lugar de enseñarles a pensar y por tanto a ser libres, llamada Educación para la Ciudadanía. Asignatura introducida por Rodríguez Zapatero en nuestro sistema educativo para dar satisfacción a su clientela electoral más radical: desde la extrema izquierda de la memoria histórica hasta el lobby feminista radical. El ministro de Educación popular, José Ignacio Wert, se ha metido en un charco al no haber anunciado, sencillamente, la supresión de la misma, pretendiendo cambiar sus contenidos, lo que deja la puerta abierta a volver a las andadas en cuanto haya un cambio de gobierno.

Pero lo peor del asunto no es tanto que haya huelgas o que a la izquierda no le gusten los nuevos contenidos de su querida EpC. Lo peor es que ese debate tapona el realmente necesario, que es el de la reforma integral, total y absoluta de nuestro sistema educativo. Quizá sea lo que la clase política busca.

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