A fuerza de querer ser modernos cada vez somos más antiguos, hemos vuelto al
paganismo romano y como ellos hemos sido entregados a pasiones degradantes,
hemos cambiado las relaciones naturales por otras innaturales entre hombres y
mujeres, como está a la vista, en las que cualquier aberración ha sido elevada a
categoría de modernidad digna de defenderse.
En un mundo paganizado donde florece la injusticia, la codicia, la envidia, los
homicidios, las discordias, está claro que estorba la Iglesia que recuerda, o debe
recordar, dos verdades fundamentales: que somos criaturas de Dios y que esta
vida no termina con la muerte, sino que seremos juzgados para la eternidad.
Vivimos en un mundo regido por leyes complicadas y amenazantes de sanciones
penales y económicas, pero no podemos soportar que se nos recuerde la
necesidad de las virtudes para ordenar nuestra vida. Nuestra razón y nuestra
libertad nos deberían llevar a buscar el bien y la verdad y rechazar el mal y la
falsedad. Pero parece que esto no funciona.
Si me creo el único dueño de mi vida, mi propio dios, solo aceptaré las reglas
morales que yo mismo me imponga y todo se reduce a disfrutar sin medida de
todos los placeres. Comamos y bebamos que mañana moriremos, convencidos
de que tras la muerte no hay nada.
La gente ha abandonado los templos y los sacramentos. Pérdida la conciencia de
pecado ¿para qué confesar? Jesucristo ¿quién es Jesucristo? Solo pueden
hablarles de Jesús los que lo han encontrado y les ha cambiado la vida, pero
muchos que dicen que creen en Jesús no se atreven a anunciarlo a los demás.
Por supuesto que es más difícil seguir a Jesús que seguir al mundo y en eso
estamos. Pero el mundo nos dejará tirados y sin esperanza mientras que Jesús
nos ofrece perdón y ayuda. Ya nos dijo que el que quiera ganar su vida, por su
cuenta, la perderá pero el que le siga, con todas sus dificultades, la ganará para
toda la eternidad.
El misterio de Jesús consiste en que siendo Dios se hizo hombre y murió
crucificado para salvar a los hombres del pecado y de la muerte. Creer esto es
una cuestión de fe que se ofrece a todos, aunque muchos la rechacen.
Este mismo artículo es una invitación a creer en Jesús y cambiar de vida, a dejar
las promesas engañosas del mundo y convertirse de corazón a Dios, el Dios que
nos hizo, que está dispuesto a perdonarnos y ayudarnos y que nos espera con los
brazos abiertos como al hijo pródigo. Confesar nuestros pecados no es una
humillación sino una auténtica liberación.
Además Jesús nos prometió el Espíritu Santo para enriquecernos con sus dones
y sus frutos que están al alcance de quienes lo acepten con fe. También
contamos los cristianos con la poderosa intercesión de la Virgen María a la que
podemos acudir en todas nuestras dificultades.
Y por encima de todo el mandamiento nuevo: amar a todos, amigos y enemigos,
como a nosotros mismos y buscar activamente el bien de todos, aunque nos
vaya en ello la vida.