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Escribir

Cada día escribimos menos a mano. Llegará el momento en que lo hayamos olvidado
Manuel Montes Cleries
jueves, 5 de junio de 2025, 11:12 h (CET)

A lo largo del último curso me he estado enfrentando al conocimiento de la escritura manual de nuestros antepasados, especialmente en los siglos XIII al XVI. Todo ello se recoge en una asignatura cuyo solo nombre da una imagen de su complejidad. Se trata de la Paleografía.


Dice la RAE que se trata de la “ciencia de la escritura y de los signos y documentos antiguos”. Es decir, la disciplina que estudia la historia de la escritura, esencialmente la escrita a mano, en sus diferentes etapas. Si ampliamos el concepto nos encontramos con que la Paleografía la podemos considerar como una ciencia que “permite hacer historia de la cultura escrita”.


Los paleógrafos que investiguen en el futuro, tendrán poco que hacer con referencia al siglo XXI en el que nos encontramos. Muy pocos escriben, mucho menos a mano. La dichosa inteligencia artificial te permite dictar aquello que quieres transmitir por escrito. Lo redacta, lo escribe y lo imprime en diversos soportes. Si es preciso también te lo lee.


Hace años que no recibo una carta o una nota manuscrita (desde luego en el siglo XXI, ninguna). Ha desaparecido la correspondencia epistolar casi por completo. Casi todo queda en comunicaciones comerciales, propagandísticas, políticas o burdos intentos de estafa.


La cibernética imperante ha suplido la escritura manual y ha conseguido arrinconar aquellas cartillas de caligrafía Rubio de nuestra infancia. Aunque todavía nos queda el reducto de la Universidad. Allí te someten al tercer grado, con conocimientos que te permiten desvelar los contenidos de documentos epistolares, redactados hace siglos, en lenguaje de la época y en escritura gótica diversa: albalaes, carolina, cortesana o procesal, entre otras. Ayer estuve transcribiendo un manuscrito de Don Miguel de Cervantes Saavedra, en el que solicitaba licencia del Rey para imprimir y publicar una novela.


Se nos está olvidando escribir a mano. Casi nadie recuerda aquellas plumillas de La Corona, los palilleros, el plumier que contenía “el recado de escribir”, los tinteros de anilina de los bancos escolares, los primeros bolígrafos que se derramaban a las primeras de cambio; aquella pluma “estilográfica” comprada de contrabando y que te entregaban al terminar el bachiller…


Hoy se escribe a base de muñecos (emoticonos), abreviaturas y otras lindezas, o se tira directamente del “guasat” oral. Como además se lee poco (bastante tenemos con ver las series turcas y de las otras), la memoria fotográfica se va perdiendo, y el rico lenguaje castellano se va olvidando. Hasta el punto de que recibo constantemente preguntas de mis jóvenes compañeros de clase que desconocen el significado de bastantes palabras que suenan a su alrededor.


Como verán, les hago patente otra “rabieta” de un perteneciente al “segmento de plata”. Lamento extraordinariamente que se nos está olvidando escribir a mano medianamente bien. Empezando por mí; cada vez mi escritura manual es menos descifrable. Los apuntes y la velocidad, se han cargado mi endeble caligrafía de siempre.


Les dejo. Tengo que terminar de preparar el examen de Paleografía al que me someto esta tarde. Mi amable profesora vallisoletana me amenaza con la transcripción de un documento de “un mareante de Vizcaya, vezino e morador de la noble villa de Bilbao que quiere rrenunçiar e traspasar tierras e merçedes de Vizcaya”.


Espero superar el empeño y no caer víctima del temido suspenso, que pende sobre la cabeza de los estudiantes. Y digo yo: ¿quién me obligará a meterme en estos líos a mis años?

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