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La subida de tasas debe acompañarse de una revisión del fracasado sistema de becas

Se acabó la dolce vita

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Ni una sola universidad española entre las Top 100 del mundo. Las más reconocidas, las anglosajonas. Allí el que estudia es porque quiere, no se conciben los suspensos ni las frecuentes pellas de este país. En España, la media de estancia en la facultad es de dos años más de lo previsto y sólo un tercio de los universitarios termina sus estudios sin repetir curso. Nunca he sabido por qué permitimos esto, y sobre todo por qué lo  financiamos. Lo he preguntado en otras ocasiones, ¿cuál es el fundamento para que el contribuyente pague los suspensos? Una cosa es que todo el mundo tenga derecho a una formación universitaria y otra muy distinta que subvencionemos con el erario a quienes se pasan años en las universidades al dolce far niente. La subida de tasas es una medida que el sistema reclamaba con urgencia, especialmente para los repetidores. A partir de ahora tendrán que pagar más por volver a cursarlas. Papá Estado se ha quedado sin guita. La condena es que se haya tenido que acabar el dinero para empezar a arreglar un sistema que es un fracaso, y que se continúe sin correr con el gasto íntegro que supone para el Estado cada asignatura hasta la cuarta matriculación.

Pero es que además, tenemos un 30% de abandono universitario, casi el doble de la media europea (16%), y cada alumno que deja los estudios nos supone un coste  de 7.000 euros. No cabe duda que la Universidad necesitaba una reforma inmediata, y que para salir de la crisis y establecer una educación sostenible y de calidad es necesario fomentar la cultura de la meritocracia, del esfuerzo y del interés. Acompañar la subida de tasas de un buen sistema de becas que garantice la eficiencia del uso de los recursos. Sin  disminuir las partidas destinadas a cubrir ayudas se debe estudiar a fondo quiénes merecen qué subsidios y primar el trabajo y el rendimiento académico. Justo lo que no se ha hecho hasta ahora. El planteamiento actual permite a un alumno de suficiente obtener la misma prebenda que otro con un expediente de sobresaliente. El que no pueda pagarse los estudios debe tener acceso a beca, pero en caso de suspenso además de perderla podría ser interesante la devolución del dinero a las arcas públicas. Las primeras víctimas del actual sistema han sido los propios estudiantes, ya que tan bajo nivel de exigencia ha dado lugar a generaciones sólo preocupadas en la diversión, sin inquietudes intelectuales.

Se acabó la dolce vita

La subida de tasas debe acompañarse de una revisión del fracasado sistema de becas
Mercedes Zaragüeta Casanova
lunes, 23 de abril de 2012, 07:19 h (CET)
Ni una sola universidad española entre las Top 100 del mundo. Las más reconocidas, las anglosajonas. Allí el que estudia es porque quiere, no se conciben los suspensos ni las frecuentes pellas de este país. En España, la media de estancia en la facultad es de dos años más de lo previsto y sólo un tercio de los universitarios termina sus estudios sin repetir curso. Nunca he sabido por qué permitimos esto, y sobre todo por qué lo  financiamos. Lo he preguntado en otras ocasiones, ¿cuál es el fundamento para que el contribuyente pague los suspensos? Una cosa es que todo el mundo tenga derecho a una formación universitaria y otra muy distinta que subvencionemos con el erario a quienes se pasan años en las universidades al dolce far niente. La subida de tasas es una medida que el sistema reclamaba con urgencia, especialmente para los repetidores. A partir de ahora tendrán que pagar más por volver a cursarlas. Papá Estado se ha quedado sin guita. La condena es que se haya tenido que acabar el dinero para empezar a arreglar un sistema que es un fracaso, y que se continúe sin correr con el gasto íntegro que supone para el Estado cada asignatura hasta la cuarta matriculación.

Pero es que además, tenemos un 30% de abandono universitario, casi el doble de la media europea (16%), y cada alumno que deja los estudios nos supone un coste  de 7.000 euros. No cabe duda que la Universidad necesitaba una reforma inmediata, y que para salir de la crisis y establecer una educación sostenible y de calidad es necesario fomentar la cultura de la meritocracia, del esfuerzo y del interés. Acompañar la subida de tasas de un buen sistema de becas que garantice la eficiencia del uso de los recursos. Sin  disminuir las partidas destinadas a cubrir ayudas se debe estudiar a fondo quiénes merecen qué subsidios y primar el trabajo y el rendimiento académico. Justo lo que no se ha hecho hasta ahora. El planteamiento actual permite a un alumno de suficiente obtener la misma prebenda que otro con un expediente de sobresaliente. El que no pueda pagarse los estudios debe tener acceso a beca, pero en caso de suspenso además de perderla podría ser interesante la devolución del dinero a las arcas públicas. Las primeras víctimas del actual sistema han sido los propios estudiantes, ya que tan bajo nivel de exigencia ha dado lugar a generaciones sólo preocupadas en la diversión, sin inquietudes intelectuales.

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