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La historia humana es, en parte, la lucha entre quienes buscan entender el mundo y quienes pretenden reinventarlo a su antojo. Galileo fue condenado por decir que la Tierra giraba alrededor del Sol. Los alquimistas medievales persiguieron convertir plomo en oro ignorando las propiedades de los elementos. Hoy, en pleno siglo XXI, repetimos el mismo error: creer que las ideologías pueden reescribir las leyes de la física. El resultado es el mismo: el caos.
Las palabras y sus distintas acepciones encajan en cada cual y en cada momento, dependiendo de alguna especial circunstancia, época, formación o nivel sociocultural. A los que nos gusta la historia, ella misma nos recuerda el antiguo desfile de tropas en momentos determinados, el cobro del salario, los instantes previos a la batalla, o formando parte de alguna gran victoria castrense...
Tucídides, conservador y coetáneo de Pericles, fue un historiador griego que descubrió la historiografía científica para, desde el realismo político, ver el binomio causa-efecto que incide en las relaciones entre naciones. En su obra (Siglo a.c.), ‘La historia de las guerras del Peloponeso’, afirma que el motivo del conflicto Esparta-Atenas fue debido a la trampa, desafío y miedo entre polis griegas, Atenas en ascenso y Esparta en retroceso.
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