Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Artículo opinión

Esto es un valenciano

En el último rincón del mundo hay un empresario que vende muebles, naranjas o tejidos vaqueros
Mercedes Zaragüeta Casanova
lunes, 19 de marzo de 2012, 08:38 h (CET)
Las Fallas son una de esas grandes fiestas en las que amigos y familiares que viven y trabajan fuera de Valencia vuelven a casa. Durante una de esas sobremesas frecuentes estos días tras la mascletà, una de mis amigas, unas horas antes de coger el tren de vuelta a Barcelona, encendía la mecha de una larga conversación que acabó obligándome a escribir este artículo. “Leo opinión y no doy crédito. Casualmente ninguno de los que ladran y se ensañan con la Comunidad Valenciana reside aquí (salvo excepción no digna de mención)”. “Desconocen nuestra tierra, nuestro potencial y nuestra historia”. Así comenzó. Y está en lo cierto. Hace años que el modelo de financiación autonómico supone una carga para nuestro déficit. Cada valenciano ha recibido 194 euros menos que la media de los españoles. Y a pesar de ello, el PIB de la industria de la Comunidad Valenciana está por encima de la media nacional e históricamente hemos aportado al Estado más de lo que hemos recibido.

Puedo decir con orgullo que Valencia es una tierra generosa, solidaria y voluntariosa. A los valencianos nunca nos han regalado nada, más bien todo lo contrario. En los momentos más difíciles, después de la guerra, las únicas divisas que entraban en España eran las que provenían de las naranjas. Como decía mi amiga, que hagan memoria “todos esos que ahora ladran”, se nos llamaba el “Levante Feliz” porque no protestábamos, porque nos resolvíamos nosotros las cosas sin causar molestias. Lo demostramos cuando Franco nos negó, tras la gran riada de 1957, la desviación del Cauce del río Turia. Fuimos los valencianos con el dinero de nuestro bolsillo quienes la finaciamos con tasas especiales sobre los sellos y nuestras actividades productivas.

Valencia es tierra humilde, con una enorme capacidad de sacrificio. Es tierra de emprendedores, de artistas, de talento. Es una tierra exportadora por naturaleza. En el último rincón del mundo hay un empresario valenciano vendiendo castillos artificiales, muebles, naranjas o tejidos vaqueros. Siempre nos hemos visto marcados por la coyuntura económica tanto nacional como internacional, pero también en los momentos de gran expansión económica hemos sido referente en el mundo entero y abierto las portadas de los medios de comunicación ofreciendo éxitos a España.

Las Fallas, además de todo lo que me dan por sí mismas, un año más me han permitido disfrutar durante unos días de valencianos muy queridos que están fuera de la ciudad. Se dio con mi amiga que ayer volvía a su rutina fuera de Valencia, una tertulia de horas en la que hablamos de un sinfín de temas muy variados y, al hacerse la hora, me dio un abrazo y se despidió: “Los valencianos sabemos luchar y estamos acostumbrados a resolver nuestros problemas con nuestro esfuerzo, perseverancia y trabajo, y volveremos a hacerlo como hemos hecho siempre. Escribe de esto”.

Noticias relacionadas

La concreción en muchos políticos es como el bidé en España, se tiene pero se usa poco. Las técnicas de discurso que usan actualmente muchas formaciones políticas permiten hablar horas sin decir nada, dando vueltas sobre conceptos vacíos, que cada uno puede definir con lo que quiere o lo que le interesa.

Hoy quiero invitarlos a reflexionar en torno a la reciente decisión del gobierno de Javier Milei de imponer algunas restricciones en la atención gratuita por parte del sistema de salud argentino para ciudadanos extranjeros. Dichos anuncios han generado un vigoroso debate, dividiendo las aguas entre posturas conservadoras y progresistas.

Un altar que no debería estar ahí nos dice que los dioses de Teotihuacan se pasean por tierras mayas. Ya lo dijo alguien que sabía de imperios: los poderosos nunca llaman a la puerta, entran. Y a veces dejan cosas raras detrás. En este caso, un altar. Un bloque de piedra caliza que aparece en mitad de Tikal, bien pintado en rojo, negro y amarillo, como si fuera un souvenir dejado a propósito por los señores de Teotihuacan para que nadie olvidara que alguna vez estuvieron allí.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto