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¿Quién es Alberto?

“Es viva imagen de la corrupción moral del sistema y del sistema educativo español, a la cola de la OCDE”
Almudena Negro
lunes, 27 de febrero de 2012, 08:37 h (CET)
Tiene 20 años, estudia un módulo de Formación Profesional y pese a su juventud es ya un líder sindical. Alberto es viva imagen de la corrupción moral del sistema y del sistema educativo español, a la cola de la OCDE. Preside la Federación Valenciana de Estudiantes de Enseñanzas Medias (FAAVEM), de la cual salió también el socialista Jorge Alarte, que fue su Secretario General en 1991. Basta con escuchar a Alberto en alguna comparecencia ante los medios de comunicación para percatarse que mide la calidad de la enseñanza en función de su capacidad adoctrinadora. Porque Alberto es, ante todo y en pleno siglo XXI, marxista. Un tipo comprometido. El joven está estos días disfrutando de los cinco minutos de gloria revolucionaria alcanzados encabezando las algaradas valencianas y llamando al personal a la “lucha”, que es término que emplean también Toxo y Méndez, los del bogavante, cuando convocan manifestaciones. Solo que Alberto llama a la lucha a “sangre y fuego”. Los diputados del PSOE en las Cortes Valencianas se dejaron la semana pasada las manos aplaudiendo su presencia en la cámara. Este joven, por lo que se ve, les gusta.

Como les digo, Alberto es de izquierdas. Muy de izquierdas. De la ultraizquierda. Salvaje. Tan de izquierdas que convendría que alguien le explicara la lúcida frase de Oriana Fallaci acerca de que hay dos clases de fascistas: los fascistas y los antifascistas. Y es que en su perfil de Facebook (desaparecido desde que se hizo público gracias al blogger Elentir) Alberto muestra sus “democráticas” debilidades: Fidel Castro, Hugo Chávez y, cómo no, los voceros de ETA de Amaiur. “Los derechos no se mendigan, se conquistan con violencia”, afirma este hombre de paz, para quien los actos kaleborrokeros griegos son ejemplo a seguir en nuestro país. España en llamas, parece reclamar. Si todo esto les parece poco, Alberto considera que la madrileña Esperanza Aguirre “debería mirar debajo de su coche al salir de su casa”. Para Alberto la violencia, que también lo puede ser por el número, es una herramienta más de lucha política.

El joven trabaja (con perdón) para la Fundación Viento del Pueblo, de ideología marxista. Una de tantas que viven y pastan en el presupuesto público. Fundación con la cual la FAAVEM, qué casualidad, firmó un convenio de colaboración al mes de incorporarse a ella como empleado el joven sindicalista. Como ven, Alberto, pese a no ser muy ducho con la gramática y sintaxis castellanas, lleva un carrerón imparable en esto de lo público.

Lo mismo acaba convocando huelgas en el Villamagna, de diputado por algún partido muy de izquierdas o en Hollywood mientras cierra un diario de su propiedad.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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