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“Ejército enemigo” no es sólo el gesto provocador del dedo en el ojo y escandalizar al mojigato, es el hematoma y el deleite, el chupetón de la literatura

La solidaridad ha fracasado

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Alberto olmos


Esta es una novela con un magnífico comienzo. En una página un relato perfecto. Presentación y triunfo: lector atrapado. Y además parte de una situación realmente irresistible: tener acceso al correo electrónico de un amigo muerto. Tener acceso a su intimidad. Pero ya no es sólo la simple curiosidad y el morbo sino la posibilidad de averiguar quién y porqué le asesino, de resolver un crimen. Planteamiento, originalidad, oficio y calidad de buen escritor: lector doblemente atrapado.

Pero justo aquí debo dar marcha atrás y reconocer que llegué hasta esta novela atraído por la polémica que la calificaba como herejía por los hiperlegitimados del pensamiento correcto. Ir a la contra, saborear el escándalo, las afirmaciones y sus argumentos supuestamente sacrílegos era el principal motivo que me impulsó a leerla. Y una vez dentro encontrarme con dos maneras contrapuestas de ver el mundo: la del comprometido que lucha por cambiarlo y la del escéptico que cree que la solidaridad ha fracasado. Y desde ahí la denuncia de que la solidaridad se ha convertido en un negocio: ”especuladores con la miseria ajena y lavado de culpa de clase. Una ONG es como una empresa y una causa social como una campaña de marketing y publicidad”; y en una hipocresía: “campañas, simulaciones a medio camino entre el sentimiento de culpa y el sentimiento de distinción. Izquierda millonaria. Fariseísmo, lujo y nepotismo”. Verdad incómoda que enfrenta la reflexión sobre un principio necesario -la solidaridad- y su explotación y apropiación ideológica. La necesidad, para hacerla creíble, de la honradez y la coherencia. ¿Dónde está el escándalo?

Tampoco entiendo la crítica que la ha tachado de obscena. Yo encuentro esa parte de la novela como un ensayo realista muy bien escrito sobre la pornografía y el sexo en internet. “El usuario zapeaba personas, descartaba rostros, barajaba intimidades como cromos de un álbum inmenso: la Especie. Fast food people. Menú degustación de personas. Cibercanibalismo. Éramos objetos audiovisuales humanos de saldo”. Más que otra cosa creo que es un demoledor reflejo -sórdido y humorístico- de la soledad humana.

Si acaso tuviera que ponerle algún pero sería en que quizás resulta forzada la forma en la que el protagonista encuentra al supuesto asesino. Como hacer encajar un rompecabezas a martillazos.

El resto me ha parecido una novela formada por varias partes diferenciadas que se integran en la narración. Por un lado la trama, la investigación del asesinato con su parte de acción, tensión, desenlace y sorpresa. Por otro la reflexión sociológica, las razones para desconfiar y no creer, la respuesta utópica y atrayente de la letra minúscula -ese ejército enemigo-; el aislamiento al que se condena al individualista -al escéptico-, sentirse ni con unos ni con otros, en un limbo, territorio de nadie. El reportaje, la disección por escrito de la sociedad contemporánea y la exposición de sus entrañas: la publicidad y sus mecanismos; inteligencia y manipulación; internet y su significado en nuestras vidas, intimidad y exhibicionismo; y los tópicos, estéticos y de discurso, de cierta ideología. Y por otro la del narrador brillante en las descripciones de un barrio como territorio y herida. Frases contundentes y subrayables. La creación de un personaje contradictorio, sincero, cínico, obsesivo, débil, valiente, cobarde y fiel a su origen. Una novela en la que se tratan el engaño y la culpa. En la que hay reproche ajeno y autocrítica, derrota y conciencia en carne propia.

“Ejército enemigo” no es sólo el gesto provocador del dedo en el ojo y escandalizar al mojigato, es el hematoma y el deleite, el chupetón de la literatura.

Alberto Olmos. “Ejército enemigo”. 279 páginas. Mondadori. Barcelona, 2011.

La solidaridad ha fracasado

“Ejército enemigo” no es sólo el gesto provocador del dedo en el ojo y escandalizar al mojigato, es el hematoma y el deleite, el chupetón de la literatura
Luis Borrás
miércoles, 22 de febrero de 2012, 09:44 h (CET)

Alberto olmos


Esta es una novela con un magnífico comienzo. En una página un relato perfecto. Presentación y triunfo: lector atrapado. Y además parte de una situación realmente irresistible: tener acceso al correo electrónico de un amigo muerto. Tener acceso a su intimidad. Pero ya no es sólo la simple curiosidad y el morbo sino la posibilidad de averiguar quién y porqué le asesino, de resolver un crimen. Planteamiento, originalidad, oficio y calidad de buen escritor: lector doblemente atrapado.

Pero justo aquí debo dar marcha atrás y reconocer que llegué hasta esta novela atraído por la polémica que la calificaba como herejía por los hiperlegitimados del pensamiento correcto. Ir a la contra, saborear el escándalo, las afirmaciones y sus argumentos supuestamente sacrílegos era el principal motivo que me impulsó a leerla. Y una vez dentro encontrarme con dos maneras contrapuestas de ver el mundo: la del comprometido que lucha por cambiarlo y la del escéptico que cree que la solidaridad ha fracasado. Y desde ahí la denuncia de que la solidaridad se ha convertido en un negocio: ”especuladores con la miseria ajena y lavado de culpa de clase. Una ONG es como una empresa y una causa social como una campaña de marketing y publicidad”; y en una hipocresía: “campañas, simulaciones a medio camino entre el sentimiento de culpa y el sentimiento de distinción. Izquierda millonaria. Fariseísmo, lujo y nepotismo”. Verdad incómoda que enfrenta la reflexión sobre un principio necesario -la solidaridad- y su explotación y apropiación ideológica. La necesidad, para hacerla creíble, de la honradez y la coherencia. ¿Dónde está el escándalo?

Tampoco entiendo la crítica que la ha tachado de obscena. Yo encuentro esa parte de la novela como un ensayo realista muy bien escrito sobre la pornografía y el sexo en internet. “El usuario zapeaba personas, descartaba rostros, barajaba intimidades como cromos de un álbum inmenso: la Especie. Fast food people. Menú degustación de personas. Cibercanibalismo. Éramos objetos audiovisuales humanos de saldo”. Más que otra cosa creo que es un demoledor reflejo -sórdido y humorístico- de la soledad humana.

Si acaso tuviera que ponerle algún pero sería en que quizás resulta forzada la forma en la que el protagonista encuentra al supuesto asesino. Como hacer encajar un rompecabezas a martillazos.

El resto me ha parecido una novela formada por varias partes diferenciadas que se integran en la narración. Por un lado la trama, la investigación del asesinato con su parte de acción, tensión, desenlace y sorpresa. Por otro la reflexión sociológica, las razones para desconfiar y no creer, la respuesta utópica y atrayente de la letra minúscula -ese ejército enemigo-; el aislamiento al que se condena al individualista -al escéptico-, sentirse ni con unos ni con otros, en un limbo, territorio de nadie. El reportaje, la disección por escrito de la sociedad contemporánea y la exposición de sus entrañas: la publicidad y sus mecanismos; inteligencia y manipulación; internet y su significado en nuestras vidas, intimidad y exhibicionismo; y los tópicos, estéticos y de discurso, de cierta ideología. Y por otro la del narrador brillante en las descripciones de un barrio como territorio y herida. Frases contundentes y subrayables. La creación de un personaje contradictorio, sincero, cínico, obsesivo, débil, valiente, cobarde y fiel a su origen. Una novela en la que se tratan el engaño y la culpa. En la que hay reproche ajeno y autocrítica, derrota y conciencia en carne propia.

“Ejército enemigo” no es sólo el gesto provocador del dedo en el ojo y escandalizar al mojigato, es el hematoma y el deleite, el chupetón de la literatura.

Alberto Olmos. “Ejército enemigo”. 279 páginas. Mondadori. Barcelona, 2011.

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