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Con el tiempo tus preocupaciones marcarán tu cuerpo

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Hay personas a las que ya en la juventud se le intuye la caracterización física de su futura vejez, sin embargo hay personas de edad que tienen una caracterización juvenil. Esto sucede porque quien se provee del manantial del Espíritu eternamente joven tendrá una piel ciertamente marchita en la vejez, sin embargo su ser seguirá siendo juvenil, y las funciones de su cuerpo estarán intactas porque la persona es mentalmente activa y sigue manteniendo la capacidad de aprender. Si el Espíritu eternamente joven, la luz de Dios, puede traspasar con su irradiación a la persona, entonces despierta el alma eternamente joven que traspasará con su luz al cuerpo que se va marchitando y que concede a la persona un frescor juvenil hasta en la edad avanzada.

Muchas personas se preocupan cada día por su cuerpo físico, se ocupan hora tras hora con sus dolencias, pero sólo un pequeño porcentaje advierte que con su comportamiento, con sus pensamientos y conversaciones llenos de preocupaciones, se aplican en definitiva ellas mismas estas dolencias o incluso enfermedades. Pues todo se basa en energía. También los pensamientos y las palabras son energías. Las energías llenas de temor y llenas de preocupaciones son absorbidas por las células corporales y marcan a la persona con el paso del tiempo.

El efecto o el resultado de nuestros pensamientos y palabras lo podemos comparar con afinar un instrumento musical, pues con nuestros pensamientos y palabras afinamos al mismo tiempo las células de nuestro cuerpo. De acuerdo con esto, el origen de la salud o de la enfermedad está en nuestro comportamiento frente a nuestro cuerpo. De la misma forma también nosotros mismos determinamos el ser juvenil o el ser viejo en la vejez.

Hagámonos conscientes de lo siguiente: El miedo a cualquier enfermedad es el camino a la enfermedad. Por eso deberíamos acostúmbranos a llenar nuestro corazón con la confianza en Dios, el Eterno, y a liberarnos del miedo, de la envidia, y de pensamientos de odio.

Con el tiempo tus preocupaciones marcarán tu cuerpo

Vida Universal
martes, 15 de agosto de 2017, 12:18 h (CET)
Hay personas a las que ya en la juventud se le intuye la caracterización física de su futura vejez, sin embargo hay personas de edad que tienen una caracterización juvenil. Esto sucede porque quien se provee del manantial del Espíritu eternamente joven tendrá una piel ciertamente marchita en la vejez, sin embargo su ser seguirá siendo juvenil, y las funciones de su cuerpo estarán intactas porque la persona es mentalmente activa y sigue manteniendo la capacidad de aprender. Si el Espíritu eternamente joven, la luz de Dios, puede traspasar con su irradiación a la persona, entonces despierta el alma eternamente joven que traspasará con su luz al cuerpo que se va marchitando y que concede a la persona un frescor juvenil hasta en la edad avanzada.

Muchas personas se preocupan cada día por su cuerpo físico, se ocupan hora tras hora con sus dolencias, pero sólo un pequeño porcentaje advierte que con su comportamiento, con sus pensamientos y conversaciones llenos de preocupaciones, se aplican en definitiva ellas mismas estas dolencias o incluso enfermedades. Pues todo se basa en energía. También los pensamientos y las palabras son energías. Las energías llenas de temor y llenas de preocupaciones son absorbidas por las células corporales y marcan a la persona con el paso del tiempo.

El efecto o el resultado de nuestros pensamientos y palabras lo podemos comparar con afinar un instrumento musical, pues con nuestros pensamientos y palabras afinamos al mismo tiempo las células de nuestro cuerpo. De acuerdo con esto, el origen de la salud o de la enfermedad está en nuestro comportamiento frente a nuestro cuerpo. De la misma forma también nosotros mismos determinamos el ser juvenil o el ser viejo en la vejez.

Hagámonos conscientes de lo siguiente: El miedo a cualquier enfermedad es el camino a la enfermedad. Por eso deberíamos acostúmbranos a llenar nuestro corazón con la confianza en Dios, el Eterno, y a liberarnos del miedo, de la envidia, y de pensamientos de odio.

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