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Promesas incumplidas y confesión de errores

La televisión según el PSOE

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La televisión según el PP

Viernes 18 de noviembre. Hoy es el último Consejo de Ministros y la última oportunidad para enmendar errores, como la ordenación de las frecuencias de TDT. El programa del PSOE respecto al sector audiovisual es un catálogo de promesas no cumplidas y de soluciones para problemas que no supieron prever.

El partido socialista tiene en su haber algunas reformas que han sido decisivas en el campo audiovisual. Como el nuevo modelo de TVE sin publicidad, que ha resultado un éxito. Desde el punto de vista de la audiencia el público ha apoyado mayoritariamente su programación. Sin ir más lejos, este mes de noviembre sigue líder, aunque en empate técnico con Telecinco (ambas con un 14'7% de share medio).

En el terreno económico el reparto de la publicidad entre los demás canales aumentó los ingresos de las televisiones privadas, a la par que RTVE estima que puede entrar en beneficios, dejando atrás el millonario agujero de ejercicios anteriores... siempre y cuando los operadores de telecomunicaciones le abonen las tasas a las que están obligados. En cuanto a la gestión se dieron los primeros pasos, aunque tímidos, para independizar el Consejo de Administración de la Corporación RTVE del poder político.

Pero también ha habidos sombras, nubarrones y tormentas. Este viernes se trata de reparar uno de los desaguisados, la ordenación de las frecuencias de TDT. Con el apagón analógico, que fue definitivo en la primavera del año pasado, el encendido digital no confesó que era provisional. El reparto de las frecuencias aún tenía que dejar espacio, entre otras cosas, para la banda ancha móvil que llevan tiempo reclamando las operadoras de telecomunicaciones.  Este cambio obligará a la reantenización en los hogares y a la resintonización de canales, con un plazo que terminará en 2015.

En cuanto al compromiso de crear el Consejo Estatal de Medios Audiovisuales, que aparecía en la Ley General de la Comunicación Audiovisual de 31 de marzo de 2010, vuelve a aparecer de nuevo en el programa socialista:

“De acuerdo con lo contemplado en la Ley General de la Comunicación Audiovisual y los numerosos requerimientos que desde las instituciones comunitarias nos han formulado desde hace tiempo, impulsaremos la creación efectiva del Consejo Estatal de Medios Audiovisuales (CEMA), institución reflejo de la madurez democrática existente en la totalidad de países europeos que anteriormente lo crearon.”

Esta declaración de principios suena a papel mojado, tras más de año y medio sin haberlo cumplido, a pesar de ser una reivindicación de las asociaciones de espectadores. Pero no es la única incoherencia del programa:

“Además, y dado el elevado número de televisiones en TDT fruto del reparto de licencias en las distintas demarcaciones geográficas, en el ámbito autonómico y local, estudiaremos la búsqueda de soluciones que permitan disminuir el volumen total de licencias y títulos habilitantes previstos, facilitando la devolución de licencias a aquellos que no puedan o no quieran explotarlas.”

El estado, representado en el gobierno, es quien concede las licencias y decide su número. Es loable el reconocimiento del error de haber permitido una multiplicación desmesurada de canales que hacen insostenible la subsistencia de muchos de ellos. Pero esta equivocación era tan previsible que pocas veces la propuesta de la solución suena tan poco convincente. Para terminar una exposición que elude responsabilidades concluyen con el apoyo a “la posibilidad de que las televisiones que así lo estimen puedan concentrarse o integrarse, con objeto de incrementar su grado de competitividad en un escenario audiovisual cada vez más global.”

La TDT que nos prometieron era una democratización de la oferta multicanal, de acceso gratuito y en abierto. Pero termina renovando el poder de unos pocos grupos de comunicación y la concentración de los medios de información sin que hayan cristalizado las mejoras técnicas, como la inexistente interactividad o el confuso estándar de la alta definición, que sí ha llegado pero en unas condiciones demasiado variables. Concluyendo: promesas no cumplidas y confesión de errores. No hay nada nuevo.

La televisión según el PSOE

Promesas incumplidas y confesión de errores
Luis Alcázar
viernes, 18 de noviembre de 2011, 08:34 h (CET)
La televisión según el PP

Viernes 18 de noviembre. Hoy es el último Consejo de Ministros y la última oportunidad para enmendar errores, como la ordenación de las frecuencias de TDT. El programa del PSOE respecto al sector audiovisual es un catálogo de promesas no cumplidas y de soluciones para problemas que no supieron prever.

El partido socialista tiene en su haber algunas reformas que han sido decisivas en el campo audiovisual. Como el nuevo modelo de TVE sin publicidad, que ha resultado un éxito. Desde el punto de vista de la audiencia el público ha apoyado mayoritariamente su programación. Sin ir más lejos, este mes de noviembre sigue líder, aunque en empate técnico con Telecinco (ambas con un 14'7% de share medio).

En el terreno económico el reparto de la publicidad entre los demás canales aumentó los ingresos de las televisiones privadas, a la par que RTVE estima que puede entrar en beneficios, dejando atrás el millonario agujero de ejercicios anteriores... siempre y cuando los operadores de telecomunicaciones le abonen las tasas a las que están obligados. En cuanto a la gestión se dieron los primeros pasos, aunque tímidos, para independizar el Consejo de Administración de la Corporación RTVE del poder político.

Pero también ha habidos sombras, nubarrones y tormentas. Este viernes se trata de reparar uno de los desaguisados, la ordenación de las frecuencias de TDT. Con el apagón analógico, que fue definitivo en la primavera del año pasado, el encendido digital no confesó que era provisional. El reparto de las frecuencias aún tenía que dejar espacio, entre otras cosas, para la banda ancha móvil que llevan tiempo reclamando las operadoras de telecomunicaciones.  Este cambio obligará a la reantenización en los hogares y a la resintonización de canales, con un plazo que terminará en 2015.

En cuanto al compromiso de crear el Consejo Estatal de Medios Audiovisuales, que aparecía en la Ley General de la Comunicación Audiovisual de 31 de marzo de 2010, vuelve a aparecer de nuevo en el programa socialista:

“De acuerdo con lo contemplado en la Ley General de la Comunicación Audiovisual y los numerosos requerimientos que desde las instituciones comunitarias nos han formulado desde hace tiempo, impulsaremos la creación efectiva del Consejo Estatal de Medios Audiovisuales (CEMA), institución reflejo de la madurez democrática existente en la totalidad de países europeos que anteriormente lo crearon.”

Esta declaración de principios suena a papel mojado, tras más de año y medio sin haberlo cumplido, a pesar de ser una reivindicación de las asociaciones de espectadores. Pero no es la única incoherencia del programa:

“Además, y dado el elevado número de televisiones en TDT fruto del reparto de licencias en las distintas demarcaciones geográficas, en el ámbito autonómico y local, estudiaremos la búsqueda de soluciones que permitan disminuir el volumen total de licencias y títulos habilitantes previstos, facilitando la devolución de licencias a aquellos que no puedan o no quieran explotarlas.”

El estado, representado en el gobierno, es quien concede las licencias y decide su número. Es loable el reconocimiento del error de haber permitido una multiplicación desmesurada de canales que hacen insostenible la subsistencia de muchos de ellos. Pero esta equivocación era tan previsible que pocas veces la propuesta de la solución suena tan poco convincente. Para terminar una exposición que elude responsabilidades concluyen con el apoyo a “la posibilidad de que las televisiones que así lo estimen puedan concentrarse o integrarse, con objeto de incrementar su grado de competitividad en un escenario audiovisual cada vez más global.”

La TDT que nos prometieron era una democratización de la oferta multicanal, de acceso gratuito y en abierto. Pero termina renovando el poder de unos pocos grupos de comunicación y la concentración de los medios de información sin que hayan cristalizado las mejoras técnicas, como la inexistente interactividad o el confuso estándar de la alta definición, que sí ha llegado pero en unas condiciones demasiado variables. Concluyendo: promesas no cumplidas y confesión de errores. No hay nada nuevo.

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